domingo, 10 de noviembre de 2024

Donald Trump versus Joseph

Joseph nació hace 40 años en Benin City, ciudad del sur de Nigeria con más de un millón y medio de habitantes. Allí fue profe de inglés. Hoy pierde su vida por las calles de Granada pidiendo una ayuda a cambio de un paquete de pañuelos. Hace menos de un año que salió de Nigeria, dejando atrás a su mujer, vendedora ambulante de fruta y verduras que ella misma cultiva, y a sus dos hijas adolescentes. Suelo hablar con él en las terrazas de los bares adonde desayuno los días festivos. Hoy, domingo, me pregunta si iré a misa como él hace. Me habla Joseph -no es su verdadero nombre-, del sueño europeo que lo empujó a subir a un avión para abandonar su patria, su casa, su vida. Mi mujer no se cree que esté mendigando, pues cada mes le envío algo de dinero que, aunque sea poco, allí se multiplica por diez. Me dice que su sueño ahora es volver a casa y que llora con frecuencia cuando se arrebuja en su cama cada noche. En cuanto reúna el dinero suficiente, tomaré el avión de vuelta, me confiesa con los ojos húmedos. Aquí la gente es buena, pero también hay racismo y no es fácil obtener los papeles. No tengo esperanza. 

Yo hubiera votado a Trump, sostiene con seguridad, y comienza a exponer en su favor todas las falaces razones que circulan por ahí. Pero, ¿cómo es posible, me pregunto, con mi café y mis churros delante? 

Y creo que la mía es la misma perplejidad que manifiesta Glaucón cuando su maestro le habla de una Humanidad encerrada al fondo de una caverna donde vive fascinada por la danza de las sombras y fantasmas que desfilan ante sus ojos. "Son iguales a nosotros", le responde Sócrates. 

Si es tan rico es porque sabe aprovechar las oportunidades, afirma Joseph; él puede mejorar su país más que Biden o que Obama, que defienden el aborto y el matrimonio gay. Kamala es una mujer, a ella le vienen grandes los problemas de un país como ese. Trump es fuerte y sabe lo que hacer, tiene soluciones. Pero, Joseph, Trump desprecia a los débiles y quiere deportar a los migrantes como tú, pretende rodear su país con un inmenso muro y destruir cualquier protección estatal para los más necesitados. Sí, eso es verdad, responde bajando la mirada, y cambia de conversación. 

Kamala Harris ha obtenido 70.916.946 votos frente a los 74.650.754 de Donald Trump -pocos más de los que obtuvo en 2020-, y a los algo más de 2.300.000 de otras opciones minoritarias (encabezadas por la doctora Jill Stein, la representante del Partido Verde). Pero un 35% del electorado -más de 80 millones de personas- se ha quedado en casa. Trump será uno de los presidentes con más poder en la historia de ese país habiendo recibido algo menos de 75 millones de votos, "solo" 3.700.000 votos más que su oponente, sobre un total de 231 millones. Lo que significa que 156 millones de estadounidenses (el 68 % de los censados) no han votado por él. Estos resultados son lo suficientemente significativos como para pensar que el sistema electoral norteamericano es poco representativo, que el principio de una persona, un voto queda en entredicho y que la opción de la abstención, es decir, la de quienes no se sienten apelados, los desencantados, los antisistema o los que andan tan ocupados en buscarse el sustento diario que no encuentran tiempo ni ganas para ir a votar, tiene más votos que la del vencedor. 

Pero, viendo las posiciones de la administración Biden-Harris respecto a Israel o en relación con los movimientos migratorios, cabe preguntarse si había una alternativa real al trumpismo. 

Corre el riesgo la izquierda de dejarse llevar de un supremacismo intelectual en virtud del cual atribuya todos los éxitos neoliberales a la desinformación y a los bulos agitados desde la otra orilla, sin hacer autocrítica. El voto de castigo que antes podía llevar a un ciudadano español a apoyar opciones próximas al terrorismo etarra, ahora se puede expresar votando por Alvise. Y por Javier Milei en Argentina o por Trump en el caso de los EEUU. 

Los desheredados y desfavorecidos, los desencantados y empobrecidos se agarran a un clavo ardiendo cuando ven pasar el tiempo sin que sus problemas se aborden ni sus vidas mejoren. Cada vez son más y sus votos se refugian en las filas de quienes encauzan su frustración con un discurso simplista, rompedor, antisistema, trufado de palabras como "libertad", que a todos nos gusta oír, y consignas melifluas y envenenadas, pero que despiertan adhesiones primarias (prietas las filas del rebaño) como "Volveremos a ser grandes", "Expulsaremos a las ovejas negras" o "Nosotros, primero".

Los demócratas estadounidenses tienen que mirar en qué han defraudado a las clases medias, a los jóvenes, a los pensionistas, a los parados, y también a los marginados. Lo mismo debe hacer la socialdemocracia europea ante el auge extremista. Latinos, jóvenes (el 56% de los menores de 30 años), agricultores, ganaderos y obreros han votado mayoritariamente por Trump. Otros muchos, millones, se han quedado en casa. Solo una política decidida en pro de la igualdad de oportunidades puede llevar a las urnas a los desencantados y cambiar el sentido de su voto. Sin embargo, vemos al canciller Olaf Scholtz, asustado con el auge imparable de la ultraderecha alemana, alinearse con las políticas proteccionistas y neoliberales, creyendo atraer así a un votante que siempre va a preferir a quien hace la propuesta sin ambages que a quien se suma a ella a rastras, y acaba siendo su marca blanca. 

Y las izquierdas más comprometidas con la justicia social, desaparecidas en el continente americano, viven en Europa entregadas a narcisistas debates personalistas y, en ocasiones, sujetas a posiciones erráticas. Por ejemplo, respecto a las nuevas y viejas autocracias que perciben como más afines, como sucede con Venezuela y Cuba. 

Para la izquierda, los programas de vivienda, de redistribución de impuestos, el apoyo a las familias y a los jóvenes, la defensa de los servicios públicos, la atención al sector primario y al ámbito rural, así como la lucha contra la inflación y la precariedad laboral tienen que tener la misma urgencia y estar a la misma altura que las medidas contra el cambio climático o en pro de la igualdad de género. 

Solo así podrán contrarrestar el soporte ideológico de las rampantes posiciones ultraliberales que se nutren de los poderosos medios propiedad de personajes como Elon Musk, con pocos principios y enormes recursos; así como de las versiones menos humanistas y más moralizantes del cristianismo representadas por las iglesias evangélicas, que subordinan los valores de la igualdad y la justicia a los de la moral más reaccionaria, pero que también son capaces de tender redes de solidaridad y de acogida en países con una desigualdad que no deja de crecer. 

sábado, 12 de octubre de 2024

XENOFOBIA Y APOROFOBIA, PECADOS BÍBLICOS

Amigos blogueros, cristianos, judíos y gente de buena voluntad que habitáis en el mundo occidental, esto dice la palabra de Dios respecto a la compasión y la hospitalidad debidas al desheredado, el exiliado, el que viene de tierras lejanas. Y no se refiere Yahveh a los turistas.

“No maltratarás al forastero, ni le oprimirás, pues forasteros fuisteis vosotros en el país de Egipto.” (Éxodo, 22:21.)

“Si algún forastero viniere a vuestra tierra y morare de asiento entre vosotros, no lo zaheriréis, sino que vivirá entre vosotros como natural del país, y lo amaréis como a vosotros mismos; porque vosotros también fuisteis forasteros en la tierra de Egipto.” (Levítico, 19:33-34.)

“Y así vosotros, amad siempre a los extranjeros, porque forasteros fuisteis vosotros en el país de Egipto.” (Deuteronomio, 10:19.)

“No harás injusticia al extranjero ni al huérfano, ni tomarás en prenda el vestido de la viuda. Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto y que Yahveh tu Dios te rescató de allí. Por eso te mando hacer esto. Cuando siegues la mies en tu campo, si dejas en él olvidada una gavilla, no volverás a buscarla. Será para el forastero, el huérfano y la viuda, a fin de que Yahveh tu Dios te bendiga en todas tus obras.” (Deuteronomio, 24:17-19.)

        Tampoco guardó silencio Yahveh respecto al exterminio de inocentes para cazar a un culpable:

“Dijo, pues, Yahveh: El clamor de Sodoma y de Gomorra es grande; y su pecado gravísimo. Voy a bajar personalmente, a ver (…) Abraham le dijo: ¿Por ventura destruirás al justo por el impío? Si se hallaran cincuenta justos en aquella ciudad, ¿han de perecer ellos también?  Y díjole el Señor: Si encuentro en Sodoma a cincuenta justos, perdonaré a todo el lugar por amor de aquellos. Replicó Abraham: ¡Mira que soy atrevido de interpelar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza! Supón que a los cincuenta justos le falten cinco, ¿destruirás la ciudad entera porque no son más de cuarenta y cinco? Dijo: No la destruiré, si encuentro allí a cuarenta y cinco inocentes. Insistió todavía: Supón que se encuentran allí cuarenta. Respondió: Tampoco lo haría, en atención a esos cuarenta. Prosiguió: No se enfade mi Señor si le digo: Tal vez se encuentren allí treinta. Respondió: No lo haré si encuentro allí a esos treinta. Díjole entonces: ¡Cuidado que soy atrevido de interpelar a mi Señor! ¿Y si se hallaren allí veinte? Respondió: Tampoco haría destrucción en gracia de los veinte.  E insistió aún: Vaya, no se enfade mi Señor, que ya sólo hablaré esta vez: ¿Y si se encuentran allí diez? Dijo Yahveh: Tampoco haría destrucción, en gracia de los diez. (Génesis 18:20-32)

Pero los dioses paganos se ocuparon asimismo del asunto. Debe de ser porque el éxodo es un mal que persigue al mundo y que, tarde o temprano, a todos los pueblos afecta de una u otra forma, ya sea como víctimas que huyen, o como lugar de refugio y acogida. 

Según cuenta Ovidio en su Metamorfosis (Libro octavo), en una noche de tormenta, Júpiter y su hijo Mercurio, disfrazados de mendigos, llegan a una ciudad en la región de Frigia, en la actual Turquía. Tras llamar a todas las puertas pidiendo un refugio para pasar la noche, son rechazados con cajas destempladas y palabras soberbias. Pero Filemón y Baucis, una pareja de ancianos con exiguos medios, les reciben hospitalarios. Una vez servidos sus invitados, Baucis nota que, a pesar de llenar varias veces los vasos de los visitantes, la jarra de vino está aún llena. Piensa, entonces, que aquellos foráneos son, en realidad, seres divinos. Azorado por la humildad de la comida servida, Filemón decide ofrecerles un ganso, el único animal que poseen. Pero el ave se refugia en el regazo del dios, quien asegura a la pareja que ya no es necesario tal sacrificio, pues deben marcharse: ha decidido destruir la ciudad y a todos aquellos que les han negado la entrada. Les dice que deben subir con ellos a lo alto de una montaña. Desde la cima, la pareja contempla su ciudad destruida por la furia de Júpiter que la ha inundado. El dios ha salvado, no obstante, su cabaña, que ha convertido en templo. Cuando Júpiter, agradecido, les ofrece un deseo, los ancianos piden ser sacerdotes del nuevo templo y, llegada la hora postrera, morir al mismo tiempo. De este modo, dice Filemón, no tendré yo que ver nunca la tumba de mi querida esposa, ni tendré que ser sepultado por ella. Un día, curvados ya bajo el peso de los años, ve Baucis cómo el cuerpo de Filemón se cubre de hojas, mientras que el suyo se transforma también en verde follaje. Metamorfoseado él en un tilo y ella en una encina, sus últimas palabras sirvieron de tierna despedida. 

Esta mañana saludo a mi amigo Bruno, llegado hace meses de Nigeria. Tuvo suerte: vino en avión, no en cayuco. Me pregunta si hoy que es domingo iré al templo. Le respondo que no. Él me dice que es cristiano como buena parte de la población de su país y que ha sido profesor de inglés durante años. Ahora deambula por las calles de Granada vendiendo pañuelos, sin calor de nadie y sin consuelo. También él fue víctima del espejismo de una Europa rica donde todos viven bien, porque la miseria nubla la razón y hace abrazar ensueños, en especial a quien aspira legítimamente a un futuro mejor para él y sus hijos. “Mi mujer y mis dos hijas adolescentes -me dice- no se creen que yo esté aquí malviviendo, pues consigo enviarles cuarenta o cincuenta euros cada mes, que allí es mucho más que aquí. Les echo de menos y lloro cada noche. Pero, en cuanto me sea posible reunir lo necesario, regresaré a mi país.”

Saquen ustedes, saquemos todos conclusiones más allá de la estrategia, la geopolítica y la hipocresía canalla.  

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viernes, 30 de agosto de 2024

In memoriam

Tratamientos para la recuperación del ficus
(ABC, abril de 2024)

La muerte de un ser vivo entraña siempre una sensación de pérdida irrecuperable. Pero si se trata de la de un majestuoso árbol centenario y su cruel causa es una poda salvaje llevada a cabo por los responsables municipales del cuidado de los árboles y jardines, también provoca rabia y estupefacción. Tal es el caso del ficus del sevillano barrio de Triana. Tenía 111 años de vida y no le han salvado de la muerte ni las protestas ciudadanas, ni un edicto judicial, ni tampoco formar parte de un entorno reconocido como BIC por la Junta de Andalucía.

Al parecer, los dominicos de la Parroquia de San Jacinto, en cuyo recinto se ubicaba, justificaron la poda en 2022 por seguridad,  dado que había caído alguna rama, y porque estaba afectando al templo. Supongo que hubiera podido resolverse el problema con una poda más cuidadosa. Resulta patética la imagen de los operarios municipales intentando regresar a la vida el tremendo muñón a que ellos mismos habían reducido la portentosa copa del viejo árbol.
Ejemplo vivo de paciente espera y de fértil perseverancia, dejó el barrio de gozar de la frescura de su sombra, del canto de los pájaros que anidaban en sus ramas, de la risueña danza de sus hojas o del penetrante silbido del viento jugando en su frondosa copa.
No es este un caso aislado. Al contrario, la tala o la poda drástica hasta la cruceta del tronco, se han convertido en práctica habitual. Yo veo ejecutar ese arboricidio cada otoño-invierno en Granada, una ciudad tan castigada por las plagas de la contaminación y la sequía. En los plátanos de sombra de la Plaza de la Trinidad, también de gran porte, o en los añosos olmos de la Avenida de la Constitución, por citar solo dos desaguisados recientes.
Conocí hace años a un pastor del pueblo alpujarreño de Yegen en una visita con mis alumnos a los lugares donde vivió el hispanista británico Gerard Brenan, autor de Al sur de Granada, obra que habían leído previamente como preparación del viaje. En el hermoso paseo campestre en que el pastor nos hizo de guía, exclamó ante un enorme castaño varias veces centenario, que esa era para él la catedral más admirable que existía. ¡Un prodigio de vida de exuberante belleza, superviviente a plagas, sequías, tempestades y todo tipo de calamidades, pero indefenso ante el hacha, la motosierra o el herbicida!
No he dejado de recordar sus palabras y hoy, ante la inexplicable tala de un árbol así, tan magnífico como necesario en una ciudad azotada por el calor, he tenido esa sensación de pérdida irreparable provocada por la maldad o la estulticia humana, pues no cabe atribuirla a la ignorancia.
¿Servirá de escarmiento para evitar próximas ejecuciones?

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viernes, 16 de agosto de 2024

Mi patria en mis zapatos

"Mi patria en mis zapatos"
 (El último de la fila, 1980) 

Hay quienes entienden que ser español no admite otro camino que el que ellos mismos han decidido transitar. En su discurso, ser español se corresponde con una visión estrecha y unívoca del concepto de patria que exige asumir como propias determinadas interpretaciones históricas y sensibilidades culturales y religiosas, y, por consiguiente, excluir otras. Solo es español quien abomina de la diversidad de lenguas y naciones que constituye una de las señas de identidad de nuestro país frente a otros estados europeos, como Francia, que han hecho del centralismo y las uniformidades lingüística, administrativa, política, educativa y cultural su clave de bóveda. Cualquier avance hacia el federalismo y el fomento de las lenguas vernáculas o tendente a un modelo republicano laico y a la eliminación de los vestigios del nacionalcatolicismo que aún subsisten es repudiado como fruto del resentimiento o el revanchismo propio de los perdedores.

Español es quien se identifica con una bandera y un modelo de Estado monárquico consagrado en una Constitución tallada en mármol, que no admite ser cuestionada sin ser tachado de antiespañol o de rompepatrias, como si el camino que nos condujo hasta aquí fuera el único transitable.

 
A la convivencia multicultural de Al-Ándalus, que hizo brillar como nunca la medicina y la filosofía hispanoárabe e hispanojudía (Averroes, Avempace, Abén Házam, Abentofail, Maimónides o Ibn Gabirol), oponen el perfil guerrero de Don Pelayo, el rey Ramiro I, el Cid o Santiago Matamoros.

Son los nacionalismos identitarios, miopes y excluyentes, en sus versiones españolista, vasca o catalana, tejidos sobre esencias patrias asentadas en circunstancias históricas más o menos tergiversadas y/o imaginarias. 

El patriotismo así entendido excluye la fraterna hospitalidad para el que viene de fuera empujado al exilio por la pobreza, la guerra o la persecución política. Construye un mundo de fronteras de acero para quienes sufren y desean vivir en paz y prosperidad, pero abierto al tránsito libre del capital, el turismo y las mercancías de consumo. También condena a quienes rechazan determinados modelos políticos, como la monarquía, vitalicia y centralista, o denuncian por crueles tradiciones como la tauromaquia, o a quienes practican otra religión y costumbres, hablan otra lengua o carecen de un añejo pedigrí. Los llaman charnegos, godos y maquetos, moros y sudacas.

Frente a la casa común alegre y abierta al diferente, la patria estrecha cimentada sobre un odio empobrecedor y un miedo que apaga la chispa de la vida.

 
Miedo, odio y egoísmo son las tres cabezas de esa hidra que es el nacionalismo identitario. Frente a estas pasiones tristes (Baruch Spinoza), el valor del arrojo, el humanismo cosmopolita y la generosidad son los principios morales que nos han conducido y nos conducen a alcanzar nuestros mayores logros como pueblo y como individuos.

 
Cuando Alejandro Magno anunció a Crates (368-288 a. n. e.) que reedificaría Tebas, la patria del filósofo cínico, que el emperador macedonio acababa de destruir para sofocar la resistencia a su afán expansionista, el tebano le replicó: "No quiero una patria semejante, que otro Alejandro pueda destruir" (Gnomologio Vaticano, 743, n. 385 -citado por C. García Gual-). "Mi patria en mis zapatos" cantaba El último de la Fila a esa tierra espiritual que se expande por caminos con destino abierto y no reconoce las fronteras.

 
Me gusta el concepto de matria, como espacio vital, geográfico y cultural compartido, equivalente a la Mediterraneidad de que habla Albert Camus en L'Homme Revolté, una patria generosa como la Madre Tierra, con recursos suficientes para cubrir las necesidades de todos sus hijos, pero incapaz para satisfacer la codicia de unos pocos (M. Gandhi). Una patria espiritual que solo mantiene las fronteras por imperativo administrativo, pero que aspira a una aldea global como casa común del género humano, consciente de que es mucho más lo que nos une que lo que nos diferencia.

 
La plurinacionalidad multiétnica española,  su caleidoscópica identidad en permanente construcción, surge de una milenaria tradición de convivencia entre culturas y religiones diversas. Somos el resultado de un mestizaje continuo. Fueron muchos los pueblos que se asentaron en la Península a lo largo de los siglos y que formaron nuestra idiosincrasia dejando su huella en nuestra lengua y cultura: íberos, astures, cántabros, vascones, turdetanos, tartessos, argáricos, fenicios, griegos, romanos, cartagineses, godos y tantos otros. Les siguieron gitanos, árabes y judíos. Luego vino nuestro cruce con los pueblos indígenas del continente americano, una mezcla de sangre, un ir y venir de tradiciones culinarias, musicales, religiosas y de todo tipo. Constituye, así, ese mestizaje el elemento crucial en nuestra historia antigua y moderna, el humus nutricio de nuestra españolidad.

 
Quienes creemos en una visión más flexible y humanista de la patria que nos hermana con los foráneos, permeabiliza nuestras fronteras y admite la disensión, la diversidad y la heterodoxia entre propios y extraños, no pasamos de ser unos traidores a una inexistente esencia patria pura, ahistórica e inalterable que inventaron quienes quieren perpetuar sus creencias y prejuicios, o, tal vez, unos privilegios asentados en la supuesta superioridad de sus posiciones ideológicas.

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miércoles, 31 de julio de 2024

El quinto primate

He aquí un sencillo esquema de la evolución de la especie humana a partir de los primates. Puede resultar útil como material didáctico para Filosofía de Bachillerato:


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viernes, 26 de julio de 2024

Impaciencia

Contraportada de El País

Desde siempre, he tenido la costumbre de leer El País, mi periódico de los últimos cuarenta años, al revés de como, supongo, deben de hacerlo la mayoría de sus lectores. Como quien empieza un curso por las vacaciones o un menú por el postre. Tras una rápida ojeada a la carta de portada, por ver si me apetece hincarle el diente a alguna novedad, cosa que sucede pocas veces, cada vez menos, me dirijo con curiosidad a la contraportada por descubrir con qué me sorprenden los elegidos. Ahí están Millás -su chispa e ingenio son inagotables-, Aramburu -de certera pluma-, Vicent -con su refrescante altura poética- o, -¡ay!- hasta hace muy poco, Savater -cuya notable perspicacia crítica acabó convertida en presbicia-. Junto a sus respectivas columnas semanales, alguna entrevista desenfadada en la que no suelo detenerme. Acto seguido, me dirijo animoso a la penúltima página para ir escudriñando este mundo de papel desde la levedad de los pasatiempos, la clásica partida de ajedrez y la previsión del tiempo, las páginas de cultura, deportes, sociedad y economía, hasta llegar -si es el caso- a las crónicas políticas española e internacional, separadas por cuatro páginas de opinión, donde encuentro cada sábado a Muñoz Molina con su hermosa y enjundiosa escritura. Aquí suelo llegar ya con escaso tiempo y menos ganas, ahíto por los tan indigestos sucesos como escasos progresos de nuestra humana condición.

De hacerlo en su orden natural, a duras penas alcanzaría el oasis de esas últimas páginas tan gratas. Me voy dando cuenta de que no es sino la impaciencia la que me dicta esta costumbre. Y sigo fiel al periódico impreso, recordando a mi padre cada mañana, apoyado con sus encallecidos codos de sastre en su mesa de corte, envuelto en el humo de su cigarrillo Sombra y el aroma de un buen café, hojeando el católico Ya. No consigo recordar, sin embargo, por dónde empezaba él.

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jueves, 25 de julio de 2024

Prêt-à-porter

El Roto (El País) 

Voy a utilizar este galicismo para referime a expresiones acuñadas por los poderes y difundidas a través de las redes para provocar en el receptor una adhesión irreflexiva o, aún peor, para tergiversar la realidad, haciendo pasar algo por lo que no es. En definitiva, para vender humo, o, en román paladino, estafarnos económica y/o ideológicamente. La propia "prêt-à-porter", que da título a este artículo, sería autorreferencial en este sentido, al designar prendas de vestir listas para llevar, sí, pero previo pago de una considerable suma de dinero para la que muchos no están listos.

Veamos algunos otros casos en diversos ámbitos y contextos. Empezamos con el mundo empresarial:
-Green Marketing, para hacer pasar por sostenibles productos o actividades económicas cuyo compromiso con el medio ambiente no va más allá de comprar derechos de emisiones para emplear materiales o procesos que son contaminantes.
-Recursos humanos, por personal empleado. Esta expresión se ha hecho habitual en el mundo de la empresa, mas también en el del cuidado, el de la salud y el de la educación. Se reduce al trabajador a la categoría general denominada 'recursos', en el que se incluyen, entre otros, los materiales fungibles, desechables. Y, si a esto añadimos el sacrosanto logro de objetivos...  Es el signum del precariado de Zigmunt Bauman.
-Vehículos cero emisiones. No hay ningún instrumento cuya fabricación o uso no implique una generaión de contaminantes y una producción de desechos. Ni siquiera un martillo, para cuya elaboración se ha extraído hierro o se ha producido acero. Para obtener una simple lechuga se ha consumido agua y utilizado fertilizantes. Pero, incluso cualquier organismo vivo genera sustancias contaminantes. Ahí están las emisiones de metano y purinas de las explotaciones agropecuarias. Cuánto más un coche, por eléctrico que este sea.
-Dispositivo inteligente o inteligencia artificial, como si los programas o artilugios así calificados fueran capaces de producir elementos tan distintivos de la inteligencia humana como son la imaginación, la empatía, la felicidad o la tristeza. A la IA sería más preciso llamarla pseudointeligencia artificial.

 
También abundan en el mundo del turismo:
-Industria turística, para asemejar a esta actividad económica, que es del sector servicios y no del sector secundario, a las industrias propiamente dichas, generadoras de un trabajo más estable y que cuenta, en general, con mayor reconocimiento social.
-Turismo activo. Es un pleonasmo, pues no cabe un turismo pasivo, dado que turista es quien viaja a lugares más o menos alejados de su residencia habitual.
-Clase VIP (Very Important Person). La supuesta exclusividad del viaje se reduce aquí a disfrutar de lugares tan masificados y artificiales como otros, pero más caros.  Pagar más para recibir el mismo producto, pero envuelto en papel dorado. Habrá que traducir, pues, por Pardillos Verdaderamente Importantes. 

En el contexto social y político, hallamos también ejemplos notables:
-Guerra virtual o guerra limpia, que,  como toda guerra, ocasiona víctimas, con la diferencia de que no vemos su sangre ni oímos sus gritos.
-Menas, una acrónimo que criminaliza a los menores no acompañados y banaliza su tragedia existencial, para que la estigmatización de estos niños y su hacinamiento en lugares de detención resulte menos injuriosa a nuestra acomodaticia conciencia.
-Poner en valor. Con esta expresión se alude a otorgar valor a algo que, en realidad, ya lo tiene per se. Por tanto, sería mejor decir revalorizar o dar a conocer algo que permanece oculto. Lo que, en suma, hay detrás de esos términos,  aparentemente neutrales, es el deseo de banalizar una realidad con valor intrínseco, y,  en muchos casos, explotarla, exponiéndola a la destructiva voracidad del mercadeo turístico o de otro tipo.
-Cita previa. El uso de esta expresión se generalizó a partir de la pandemia. El caso es que pedimos cita previamente a acudir a una institución o una consulta médica. De lo contrario, acudiríamos sin cita, algo habitual antes e imposible hoy. En cualquier caso, pedir cita previa es una redundancia.

 
El mundillo de la cocina está tan archipresente y venerado hoy, que hasta a los niños se les pretende hacer cocineros (¿explotación de menores?). Aquí se recurre con frecuencia a lo que podemos denominar retruécanos granaticales, que acaban por contagiar a otros contextos, en particular la prensa deportiva, ávida siempre de novedades expresivas, extranjerismos por lo general, vengan o no a cuento ("la pole", "el míster", "el entreno", "la final four", etc.). Se ha extendido, así, la elusión de los artículos, y se dice "estamos en cocina" por "estamos en la cocina". Supongo que se pretende hacer ver que se maneja uno bien con los secretos códigos de los chefs (perdón, quiero decir, los jefes de cocina). También es habitual la utilización inadecuada del modo condicional. Así, oímos al cocinero en plena faena de ejecución de una receta cómo nos dice "ahora le pondríamos aceite", o "este sería el plato ya preparado", como si alguna circunstancia le impidiera realizar lo que está ejecutando ante nuestros ojos.

 
En el mundo de la educación, las expresiones son tantas y tan desafortunadas ("Estándares educativos", "Resultados de aprendizaje", "Indicadores homologados", "Aprendizaje activo", "Educación por competencias", "Bachillerato Internacional", "Gamificación", "Aprendizaje ubicuo", " Realidad virtual", etc.), que requieren un artículo aparte.

 
En definitiva, todos somos conscientes del poder de la palabra, que quien nombra toma la iniciativa y marca las reglas. Palabra, pensamiento y realidad vienen a coincidir tanto en la búsqueda de la verdad como en la perpetuación del engaño. No resulta baladí la precisión en la expresión lingüística de cara al desarrollo de un pensamiento crítico, es decir, sin sesgos.

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sábado, 13 de julio de 2024

Hacer que hacemos

Refiriéndose a Cataluña, un eximio presidente del gobierno español decía: “Me gustan sus gentes, su carácter abierto, su laboriosidad, son emprendedores, hacen cosas”.

Hacer cosas, así, en general, constituía para él una prueba de excelencia y buen carácter. Se sumaba a la alabanza general de la productividad (económica) como valor por antonomasia. Algunos pensamos, sin embargo, que quienes viven para el trabajo y el dinero son unos desgraciados que no distinguen valor y precio. Y mientras los unos buscan gozar de placeres gratuitos y bellezas que serenan y alegran el alma, estos permanecen los más de sus días y sus noches enredados en asuntos de dineros que no traen sino quebraderos de cabeza y no atraen sino a aduladores y falsos amigos. 

Porque, ¿y el placer de no hacer nada, el derecho a la pereza al que aludía en 1883 Paul Lafargue, irreverente con la ortodoxia del trabajo liberador como realización humana que defendía Karl Marx, su suegro? ¿Dónde quedan el inofensivo dolce far niente y el legítimo derecho a aburrirse?
Nos atosigan con el engendro del turismo activo y  la monetarización del ocio. No se busca el descanso, la relajación o la contemplación, sino que se promueve una actitud de agotadora actividad y consumo compulsivo. Se privilegia el valor de lo tangible, lo que se compra, se usa y se desecha. El cine, la literatura, la música, la humana curiosidad e incluso el amor y la felicidad quedan reducidos a meros productos mercantiles. Si te quedas en casa, engánchate a las redes y pide comida por Glovo, y, si sales, visita el McDonald's más cercano. Si viajas, entonces come y bebe todo el tiempo, y salta desde no sé donde para subir a no sé qué lugar, vadea un río, cabalga una ola, visita este o aquel sitio, y, sobre todo, compra, fotografia y súbelo todo a la red de manera que nadie se compadezca de tu mísera y aburrida existencia.  
El aburrimiento se demoniza. “Cuando el diablo no tiene nada que hacer, mata moscas con el rabo”, nos advertían en nuestra infancia para que no nos dejáramos arrastrar por la resbaladiza pendiente del ocio que a nada bueno podía conducirnos.  
“Hacer no haciendo”, titula Muñoz Molina su columna de este sábado en El País. En ella nos remite a la sabiduría del taoísmo y el budismo,  así como al pacifismo gandhiano, que derrotó a todo un imperio a través de la inacción, y habla también de las ventajas de dejar la tierra en barbecho, improductiva durante un tiempo.

El guionista Rafael Azcona, cuyos ingeniosos textos supieron hacernos pensar y sonreír burlando la grisura del régimen franquista, le confesaba a un jovencísimo David Trueba que él encontraba el sentido de la vida cada mañana al desayunar. La sencillez de esa placentera experiencia cotidiana le confería un sentido, precario sin duda, a la existencia.  
Otro sabio, el malagueño Manuel Alcántara, con su chispa y perspicacia habituales versificaba en octosílabos todo un proyecto de vida: “A la sombra de una barca / me quiero tumbar un día, / echarme el mundo a la espalda / y soñar con la alegría”. Con tan solo cambiar ‘barca’ por ‘pino’ o 'fresno', pongamos por caso -para respetar la métrica-, ya tenemos un buen programa existencial para quien no viva cerca de la costa.

Para Juan Escoto Eriúgena, filósofo y músico irlandés del siglo IX, el amor y la alegría que este nos regala consisten en el cese de todo movimiento. Es el elogio de la quietud, que es inacción, mas también silencio.
Hoy, el filósofo coreano Byung-Chul Han se refiere al "infierno de lo igual” al que nos aboca la homogeneización del mundo, resultado del consumismo globalizado. Los títulos de sus obras, con recientes ediciones en español, son suficientemente expresivos: La expulsión de lo diferente o Vida contemplativa. Elogio de la inactividad.
Por paradójico que resulte, escapar de ese mundo enloquecido sin diferencias, relieves ni matices exige contrarrestar esa fuerza centrífuga, exacerbada ahora por el yo virtual, que nos impele a salir y desgasta nuestra voluntad, y quedarse en el sitio para centrarse en uno mismo. Y eso requiere cierta disciplina y entrenamiento, pues no es posible hacerlo sin la calma, la soledad y el desprendimiento que precisa cualquier reflexión de mediana altura.
Hay, pues, que resistirse a esa afanosa y compulsiva disposición en que nos quiere enfangados el capitalismo neoliberal, que ejerce su poder con múltiples rostros, el mediático, el religioso, el económico, el militar y el político. El neocapitalismo ha hecho realidad los terribles peligros del paradigma soviético anunciados por George Orwell en su distópica 1984, como son el omnipresente Gran Hermano que nos vigila, la supresión de toda lengua libre o la universal igualación en la estulticia. De ahí que regímenes teóricamente marxistas como China lo abracen con ejemplar devoción. 

El filósofo y matemático Blaise Pascal nos advertía ya hace más de trescientos años de que buena parte de nuestros problemas proceden del hecho de no ser capaces de permanecer en nuestra habitación sin hacer nada. El confinamiento en nuestros hogares durante los meses de la pandemia del COVID fue un ejemplo práctico de lo mucho bueno que nos proporciona seguir el consejo pascaliano. Dejar de hacer, borrarnos, desaparecer de la permanente exposición pública. Pongámonos en barbecho como tierra calma. Probemos a hacerlo, aunque solo sea durante veinticuatro horas en estos días de canícula.  

Para Albert Camus la vida de cada día, con sus pequeños goces y placeres sencillos, vale más que un paraiso. En especial, que esas alambicadas arcadias que nos esperan tras recorrer miles de kilómetros en atestados aviones o barcos contaminantes, o tras gastar miles de euros en adquirir algunos de los productos hoy venerados, sea un coche, una segunda residencia, un móvil de última generación o un paquete vacacional en clase VIP.  

Por otra parte, junto a esta hiperactividad y a ese hacer no haciendo, convive una estrategia de imagen, que podemos bautizar como “hacer que hacemos”, muy del gusto de muchos de nuestros políticos. Se trata de cambiar cosas que tengan alta visibilidad para que todo permanezca igual, según el viejo principio de Lampedusa.  

Veamos un ejemplo. “La Diputación de Granada ha presentado la nueva línea de trabajo en la lucha contra la despoblación en municipios granadinos”, titula un diario local. El plan consiste en invertir más de un millón de euros en construir parques públicos en pueblos amenazados con quedar desiertos. ¡Claro, parques es justo lo que necesitan los pueblos que pierden vecinos! Algún resabiado pensará que sería mejor destinar esa cuantiosa suma de dinero a instalar wifi por satélite con acceso gratuito, o un consultorio médico o tal vez una escuela rural. Pero el proyecto estrella de muchos de nuestros ayuntamientos es hacer obras, en lugar de abordar de una vez los cambios estructurales que se precisan para mejorar el acceso a la vivienda, la movilidad, o los servicios públicos. Y es que hacer obras permite al primer o primera edil aparecer trajeado y sonriente en los dopados medios de comunicación y,  tal vez, entablar relaciones con empresarios que luego podrán devolverles el favor. Y, sobre todo, hacerse fotos, sea al colocar la primera piedra, al visitar el desarrollo de las obras o al cortar la cinta el día de la inauguración.  


Frente a toda esta vorágine del hacer, el producir, el viajar, el consumir, el tomar y subir fotos o el hacer que hacemos, estaría bien detenernos en nuestro paseo unos minutos a contemplar el plácido discurrir del agua en el cauce de un arroyo o la serena fachada de una iglesia románica, a escuchar el trino de un pájaro o a observar el alegre y despreocupado gesto de un niño jugando. Pero procurando, sobre todo, no fotografiar ninguna de estas escenas, dejándolas, más bien, dormir en nuestras mentes como un humus nutricio. Tal vez, se abrirían nuestros ojos, nuestros oídos y hasta los poros de nuestra piel.  
Cuando se sienten amenazados, algunos animales se hacen el muerto. Hay aves, mamiferos y hasta reptiles que lo hacen, lo que demuestra su extraordinaria antigüedad y su valor para la supervivencia. Esa parálisis como estrategia de defensa nos enseña que lo mejor a veces es no hacer nada. Tal vez deberíamos todos hacernos el muerto frente a la voracidad del capitalismo y sus redes, y ante la tiranía de la imagen y la futilidad de quienes mandan. Esa podría ser la ocasión para comenzar a abrir un vano que nos dé acceso tanto a nuestra voz interior como a una experiencia cognoscitiva emancipadora a través de un trato más directo con el mundo, con una realidad con menos velos, más diversa, poliédrica y luminosa.  

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martes, 4 de junio de 2024

Albert Camus y el exilio español de 1939 en Francia (Madrid. Verbum, 2023)

     Recojo en mi blog los textos de las intervenciones que han tenido lugar en los actos de presentación de mi último libro, Albert Camus y el exilio español de 1939 en Francia. Acción política y relación epistolar (Verbum, 2023), en Madrid, Granada, Córdoba y Motril. Los firman Miguel Ángel Rubio Mirón, José María Azuaga Rico y Manuel Toribio García.
Presentación en el Ateneo La Idea-Madrid
Los incluyo aquí tanto por su calidad como por las reflexiones que plantean en torno al contenido del libro, y también por el valor emotivo que tienen para mí por haber sido escritos por buenos amigos. Esto se adivina con facilidad en algunos pasajes de los mismos.
Agradezco su generosa colaboración a Ángela Sánchez García y a Susi Cano Pardo (ambas del sindicato CGT), a Paco Romero (Ateneo La Idea), así como a Carmen Pérez, Clara TamayoAntonio Gerardo Ramírez Medina y Baris Yavuz
 
 
TEXTO DE MIGUEL ÁNGEL RUBIO MIRÓN
 
Buenas tardes. Quiero comenzar mi intervención deseándoles a ustedes Salud y Libertad y agradeciéndoles su asistencia a este acto de presentación del nuevo libro de Ángel Ramírez sobre Albert Camus: Albert Camus y el exilio español de 1939 en Francia (acción política y relación epistolar). Agradeciéndoles también a los compañeros del Ateneo Libertario La Idea de Madrid que la hayan hecho posible.
Lo cierto es que esta es la cuarta presentación -la tercera para José María Azuaga y para mí-, con lo que se trata más bien de una representación. Después de la primera, en Granada, a principios de marzo, y de la segunda en Motril, a mitad del mes pasado, venimos ahora a asaltar Madrid, lo que, según dicen, está muy cerca de asaltar los cielos. Entre la primera y esta presentación, hemos visto cómo han ido creciendo las desigualdades, cómo crisis humanitarias provocadas por conflictos enquistados y olvidados se han agudizado, que Netanyahu y Putin han seguido masacrando civiles, que un presidente se tomó cinco días de reflexión para seguir reflexionando, y que otro, histriónico y lunático, vino a nuestro país a echarle abono a otros lunáticos, y a la Europa que naufraga agrandando su particular Historia de la Ignominia con una UE cuyo Parlamento ha aprobado recientemente el inicuo Pacto Europeo sobre Migración y Asilo, mientras va creciendo el huevo de la serpiente… Entre otras cosas. Si no paramos esto, más que del cielo estaremos  cerca de entrar en un frenopático o en el mismísimo infierno...  (SEGUIR LEYENDO)

sábado, 25 de mayo de 2024

¡Justicia, recarajo!

El Periódico

El término 'libertad' es tan hermoso, como ambiguo el concepto que designa. La misma laxitud hallamos en la concepción actual del liberalismo, tanto en el terreno de la economía, como en el de la filosofía y la política. ¿Cómo decir que uno no es liberal? Entonces,¿defiende la autarquía? Pero la cosa no es tan simple. Encontramos matices y variantes notables desde el liberalismo económico de Adam Smith (su  propuesta de que de la colisión de los egoísmos individuales acabe emergiendo el bien común es de una ingenuidad naif), hasta el neoliberalismo actual, o desde el liberalismo clásico de Locke (que consagra la propiedad privada como derecho esencial insoslayable), hasta el de John Rawls (y su interesante propuesta de un hipotético juez imparcial por ignorar sus condiciones socioeconómicas particulares). La libertad, como supo ver Camus, es un valor complejo que entra en relación dialéctica con otros como la seguridad, la igualdad y la justicia, que son los que garantizan que yo pueda de facto ejercer mi libertad. En efecto, de qué me sirve ser libre de elegir entre 10 restaurantes si mi pobreza me impide afrontar el abusivo precio de sus cartas de menú. Y la cosa es aún más grave si lo que no puedo alcanzar, por más que sea libre de hacerlo, es una vivienda digna, una sanidad de calidad o unos estudios para mí o para mis hijos. Aunque pueda escoger desde una teórica libertad individual, si las condiciones de partida no son equiparables para todos -aunque no necesariamente iguales-, la libertad es un camelo que, en la práctica, solo pueden ejercer los más pudientes. Por eso, antes de "¡Libertad, carajo! ", hay que exigir, y hasta gritar, "¡Justicia, carajo!". Y esa justicia exige un reparto más equitativo de la riqueza, es decir, una fiscalidad proporcional y progresiva. Hoy sabemos que esperar que la libertad de mercado, la ley de la oferta y la demanda, regule todas las dimensiones de la economía, incluidas las que afectan a los servicios esenciales, es sentarse a mirar cómo los peces gordos devoran a los pequeños y terminan imponiendo la voracidad acaparadora de su codicia sin límites. Eso es lo que está ocurriendo allí donde un liberalismo económico a ultranza sin regulación pública alguna, ha impuesto su ley de la selva, llámese Europa, EEUU o Argentina, lugares en los que la distancia entre los que más y los que menos tienen no deja de crecer, bajo la cruel y populista soflama de la libertad para tomarse unas cañitas. 

jueves, 16 de mayo de 2024

Albert Camus y el exilio español de 1939 en Francia


El próximo día 31 de mayo a las 7 de la tarde, presentamos mi libro en el Ateneo La Idea de Madrid. Al día siguiente, por la tarde, en el Retiro, firmaré ejemplares con motivo de la Feria del libro, en la caseta de la editorial Verbum. 

Intervendrán José María Azuaga Rico y Miguel Ángel Rubio Mirón

viernes, 10 de mayo de 2024

Olvidos de Granada

El cemento ha crecido en la pradera

y una guerra ha pasado por Granada. 

Obuses de ladrillos levantan su insolencia

y dejan la tristeza de campos arrasados. 

Era el verde sereno de los campos abiertos, 

tranquilos con el alba de los amaneceres, 

era una historia antigua de caminos y acequias

cercando una ciudad con nombre de fruta. 

Los espíritus ciegos, señores innombrables, 

destruyeron despacio la alegría del árbol

y talaron con saña un centón de alamedas

que quedaron como muertos tendidos en tierra. 

Los especuladores llenaron sus bolsillos, 

y Granada perdió lo mejor del paisaje, 

lo mejor de una tierra centenaria por siglos, 

la serena conciencia del trigo y los maizales. 

Una pálida luz estremece la tierra, 

cristales y ladrillos sobre las calles tristes, 

antes una pradera verde como esmeralda

en la que trabajaban unos hombres alegres. 

Azahares en flor y limoneros, 

manzanos y ciruelos, júpiter y nogales, 

flores del pato, acequias, jazmines y rosales, 

mastranzos y espiguillas, junto a ríos pequeños. 

La ciudad de Granada ha perdido la guerra. 

Los especuladores guardarán de por vida

una negra conciencia de destrucción y muerte. 

                   MARI LUZ ESCRIBANO

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viernes, 26 de abril de 2024

El ruido y la furia

Un descreído Macbeth exclama en la obra homónima de W. Shakespeare que la vida es una historia contada por un idiota, llena de ruido y de furia que nada significa. Y en esas estamos.

El diálogo, la argumentación y el respeto al adversario han sido sustituidos por el ruido, la falacia y el insulto.

 Quienes ahora se empeñan desde la oposición en derribar al presidente del Gobierno utilizando cualquier medio a su alcance, cuando estuvieron en el gobierno no dudaron en fabricar insidias contra Podemos utilizando los recursos del Ministerio del interior (la policía patriótica) y a jueces adeptos para construir acusaciones, que han sido archivadas una tras otra por carecer de fundamento alguno. 

La democracia no está protegida por una carcasa irrompible. Al contrario, es un sistema delicado y vulnerable basado en frágiles mecanismos de equilibrio entre sensibilidades e intereses diversos y, a veces, diametralmente opuestos. Más se parece a una flor que a una roca. Y, como todo organismo vivo, puede prosperar y crecer, mas también degradarse hasta el extremo de colapsar y morir. Si no contáramos con el paraguas de Europa, el colapso tal vez habría sobrevenido ya. Ninguno de los ingredientes que constituyeron el escenario de las semanas previas al estallido de la Guerra Civil están hoy ausentes: acusaciones de ilegitimidad al Gobierno salido de las urnas, corrupción sistémica, dudas acerca de la independencia judicial, crisis económica, auge del fanatismo de la extrema derecha y graves tensiones territoriales en Cataluña y el País Vasco.

Para que cese el ruido y la furia, para que nuestra historia deje de ser una crónica absurda, no hay más opción que recuperar el sentido narrativo a través de los valores esenciales, que son éticos y cívicos, en especial, entre la clase política y en los medios de comunicación: la mesura, el respeto al otro, a las normas y a los derechos fundamentales, y la objetividad al informar.
Libertad, justicia y verdad es el trípode sobre el que Albert Camus asentaba el periodismo al que dedicó buena parte de sus energías. Sus artículos y editoriales son una excelente escuela de periodismo al servicio de un mundo mejor.

Yo percibo un pálpito más sosegado y honesto en las calles por donde paseo, en las tiendas donde compro, en las aulas donde enseño. Este país no se merece estos medios ni esta clase política. 

Aunque esto no se resuelve de hoy para mañana, tampoco puede aplazarse ni un día más el cese de la marrullería, el fin del acoso.
Mientras ese día llega, entregar a la jauría la cabeza que persigue puede ser la peor solución.
Señor presidente, resista.

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domingo, 21 de abril de 2024

La fosa en la memoria

Escultura de Mariluz Escribano Pueo
en el parque Federico García Lorca
(© Ideal de Granada) 









"Y el silencio se agranda en el silencio, y las conversaciones languidecen, y lloran las palabras y los lutos por Federico ausente como un muerto, por tantos muertos con el pecho herido en las lunas de agosto y de septiembre."

Estos versos escribe Mariluz Escribano (1935-2019) rememorando sus juegos de infancia en una Huerta de San Vicente atravesada sin remedio por la espada de la ausencia. A su padre, Agustín Escribano, profesor y director de la escuela de magisterio, lo habían fusilado en las tapias del cementerio granadino de san José la noche del 11 de septiembre, veintitrés días después de Federico. 

A la Memoria Democrática, la ultraderecha y la derecha fernandina oponen su ley de concordia, que pretende perpetuar el olvido al que la dictadura franquista condenó a las víctimas de su victoria militar. Son políticos poco hechos a parlamentos democráticos, y prefieren gritar sus consignas rupestres de patrias excluyentes, de derechos privativos, de amaneceres tristes sobre campos sembrados de cadáveres, desde oscuras trincheras excavadas con el pico de la ignorancia y la pala de la sumisión. 

Sé que hay una derecha ilustrada y liberal que no comulga con estas ruedas de molino. Tal vez debiera hacer valer su voz en beneficio de su partido y de la salud democrática más elemental. Nuestra memoria, frágil y selectiva, deforma el pasado con facilidad, pero los hechos son tozudos. 

Las víctimas de la República, que también las hubo, fueron enterradas en camposantos, iglesias y panteones donde sus deudos pudieran recordarles con un rezo o una flor doliente. Mi añorado padre, Antolín, que en los años treinta se afilió a Falange, pasó buena parte de la guerra civil en las cárceles de Andújar, de Martos -donde fue obligado a cavar trincheras- y de Jaén, sin otro cargo penal que el de haber pertenecido a ese partido. En los primeros envites de la contienda, mi padre también dejó Madrid, adonde había ido para hacerse sastre y había conseguido abrir un negocio en la calle de Santa Engracia, en Chamberí. Buscaba cobijo en Andújar, donde tenía otra sastrería y le esperaba su familia. De prisión salió desnutrido y enfermo, pero, al menos, salvó su vida por los apoyos externos que no le faltaron. Otros muchos no tuvieron esa fortuna. Finalizada la guerra, recuperó su libertad y sus bienes, y fue reconocido con cargos políticos municipales como responsable local de Auxilio Social y concejal siendo alcalde Tomás Escribano. Salió escaldado y nos repetía que nunca nos dedicáramos a la política. En definitiva, él pudo continuar con su proyecto de vida sin más contratiempos que los achaques propios de vivir. Nunca se mostró revanchista,  se negó a testificar contra los adversarios, y, luego, nos trasmitió a sus hijos una férrea voluntad cívica trenzada con los valores del respeto y la compasión, y un rechazo natural a la violencia. (Antonio Carmona Navas, "Escenas de violencia política y represión durante la Guerra Civil y la posguerra en la Campiña de Jaén". Universidad de Jaén, Octubre, 2020, págs. 69, 495 y 1676; Santiago de Córdoba Ortega, "Historia y memoria de Andújar 1931-1977". Jaén, 2015, págs. 313, 577).  

Sin embargo, las víctimas de la dictadura fueron sepultadas en fosas comunes o condenadas a la cárcel y el exilio hasta la muerte del dictador. Sus descendientes llevan décadas exigiendo la reparación, la justicia y la verdad que las instituciones les han negado. Porque en nuestra democracia, ya casi cincuentona, persiste el oprobio de las sepulturas anónimas de miles de represaliados. En este contexto, pretender equiparar a unos y otros es querer perpetuar la iniquidad que impide que cicatricen las lacerantes heridas de una guerra civil cuyos ecos no cesan de atronar nuestros exhaustos oídos.

Mientras queden víctimas sin identificar, seguirá sin cerrarse el duelo y permanecerá abierta una fosa en la memoria colectiva de este país, como una úlcera infectada que enferma a todo el organismo social. 

"Cuando llegan los días de septiembre, láminas del otoño, las madrugadas frías y estrelladas detienen sus palabras. Pero es solo un instante de sangre y de fusiles porque mi padre vuelve del silencio y pasea conmigo el callado silencio de las calles"

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martes, 2 de abril de 2024

Presentación en Motril (Granada)

Centro del Profesorado

Día 12 de Abril a las 19:00 h. 

Con José María Azuaga, Miguel Ángel Rubio y Ángela Sánchez


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viernes, 22 de marzo de 2024

¡Impuestos fuera!


El filósofo israelí Yuval Noah, autor de Sapiens. De animales a dioses (2011), sostiene que ser patriota hoy es defender lo público. En su análisis del mercadeo de las redes, afirma que la clave del éxito de cualquier plataforma está en atraer la atención de los cibernautas, y que, para ello, utilizan tres resortes de nuestra estructura psíquica más intuitiva o irracional: el deseo (imágenes hipersexualizadas, por ejemplo), el miedo (bulos conspiranoicos) y el odio (xenofobia).  El deseo y el odio nos impulsan a actuar y nublan nuestra razón, mientras que el miedo nos paraliza, nos encierra y nos hace más dóciles y moldeables. La conjunción de ambos elementos nos psicopatiza.

Juan es un maestro de la pública, un buen maestro. Pero desconfía de los sindicatos, no acude cuando lo convocan a huelga o a manifestaciones y se apunta a quienes piden bajar impuestos en pro de la libertad individual.

 
Seguramente todo el mundo sabe que hay impuestos directos e indirectos. La Agencia Tributaria los define así:
Son impuestos directos los que se aplican sobre una manifestación directa o inmediata de la capacidad económica: la posesión de un patrimonio y la obtención de una renta. Son impuestos indirectos, por el contrario, los que se aplican sobre una manifestación indirecta o mediata de la capacidad económica: la circulación de la riqueza, bien por actos de consumo o bien por actos de transmisión. En definitiva, los impuestos directos gravan la riqueza en sí misma, mientras que los indirectos gravan la utilización de esa riqueza.
Los indirectos, pues, repercuten en el precio de cosas como la bombona de butano, la gasolina que repostamos, la electricidad que consumimos en casa, y, en general, cualquier producto que adquiramos, pues el IVA incrementa su precio, incluso el de las cosas más necesarias, como el pan o el agua. Estos son los más insolidarios, pues no hacen distingos entre ricos y pobres. 

 
Entre los directos están el impuesto sobre sociedades que pagan las empresas, el impuesto sobre transmisiones (herencias) o donaciones, el que se aplica sobre el patrimonio, el IBI o el IRPF que pagamos todos los ciudadanos con ingresos económicos. Estos se aplican de manera progresiva en función del importe de esos ingresos y de los bienes y propiedades que se posean, de forma que afectan en distinto grado a los contribuyentes. Así, Juan, el maestro, tributa un 22% de IRPF por su nómina, mientras que Luisa, que es su dentista, paga el 38%. No obstante, a Luisa y a Juan les irrita por igual que las grandes fortunas y las poderosas corporaciones paguen menos del 20 %, poniendo así en cuestión dicha escala de progresividad, que es tan justa como necesaria.

 
Todo el mundo sabe también que los impuestos constituyen la fuente principal de ingresos con los que el Estado hace frente a los gastos de la comunidad. Con ellos construye hospitales, colegios o bibliotecas, así como pantanos, carreteras, vías de tren u otras infraestructuras, y puede mantenerlas en buen uso. Pero también sirven para pagar las nóminas de los jueces o los funcionarios de prisiones, los médicos, enfermeros, auxiliares o celadores de la sanidad pública y los maestros de la escuela pública, así como el de otros funcionarios que nos asisten en caso de necesitarlos, sean bomberos, empleados de la limpieza, trabajadores de ayuntamientos o diputaciones, policías u otros cuerpos de seguridad del Estado, y un largo etcétera. De ahí salen asimismo las becas para estudiar o las ayudas para alquileres, mas también los fondos para rescatar a empresas y a bancos cuando vienen mal dadas, como sucedió en la Gran crisis de 2008 o en la pandemia de hace menos de cuatro años (¡quién lo diría!), cuando cada atardecer salíamos a los balcones para aplaudir a esos sanitarios que se jugaban la vida intentando salvar la de quienes iban siendo víctimas del COVID, y que ahora son ignorados cuando exigen mejoras en esa sanidad pública que nos salvó del abismo. Algunos bienintencionados creyeron que de esa íbamos a salir mejores, pero, por desgracia, hay que darle la razón a Sánchez Ferlosio: vendrán más años malos y nos harán más ciegos.

 
También es público y notorio que, en caso de no ser suficientes los fondos que el Estado recauda, tiene dos vías principales para resolver el problema de déficit público que esto genera: endeudarse (rebasándose con frecuencia el 100% de la renta de país, el producto nacional bruto, con el riesgo de incurrir en bancarrota) o bien reducir los servicios que presta a los ciudadanos, empeorando con ello la calidad de la justicia, la seguridad, la asistencia sanitaria o la educación escolar; o incluso hacer las dos cosas a la vez. Es lo que viene sucediendo en los últimos años.

 
Los análisis de los economistas y el sentido común, nos informan de que quienes menos interés tienen en pagar impuestos (en especial, directos) son aquellos que más riqueza poseen. Y esto es así por, al menos, dos razones: en primer lugar, porque los impuestos directos son para ellos más gravosos puesto que, como hemos visto, son directamente proporcionales a la riqueza; y, en segundo lugar, porque su solvencia económica les permite pagar por sí mismos todos esos servicios que el Estado presta. A diferencia de lo que les sucede a la mayoría, ellos sí pueden costearse una educación privada para sus hijos, una sanidad privada para sí y sus familias, una vivienda en propiedad o una seguridad privada para sus vidas y sus haciendas. Para el resto de contribuyentes, es decir, para la inmensa mayoría de nosotros, incluido Juan, esto no está al alcance de nuestro bolsillo. 

 
Es esencial saber que Juan, el maestro, e incluso también Luisa, su dentista, como cualquier otro ciudadano de clase media para abajo, recibe a lo largo de su vida mucho más de lo que paga en impuestos. Baste pensar para comprenderlo que una plaza escolar en un Instituto de enseñanzas medias para cada uno de sus hijos cuesta en torno a 6.000 euros por curso escolar; o que una intervención quirúrgica con estancia hospitalaria supone una cantidad que muy pocos podrán costearse. En aquellos países sin una sanidad pública robusta, como sucede en EEUU sin ir más lejos, la muerte será el destino de quienes tienen la desgracia de contraer una enfermedad, sea un cáncer, una neumonía o una hepatitis, cuyo tratamiento médico no pueden pagarse. Si a esto unimos la pensión pública que Juan recibirá al jubilarse o el uso que hace a diario de servicios e infraestructuras públicas, el resultado es que las cuentas le salen muy favorables en el cómputo global de su vida.

Dicho esto, resulta evidente que reducir impuestos, en especial los directos, puede resultar un mal negocio para la inmensa mayoría de nosotros. Si a Juan le reducen el IRPF un 2%, pongamos por caso, resultará que le han bajado el importe del mismo en una cantidad en torno a los 800 € anuales. Parece interesante, ¿verdad? Lo sería si esa disminución (que para el potentado ha supuesto un descuento de miles o decenas de miles de euros) no pusiera en riesgo la atención sanitaria que le ofrezcan cuando Juan la requiera. Y justamente eso es lo que está ocurriendo ahora.


La estrategia de los que, teniendo más carecen por completo del sentido de la justicia, se encaminará entonces a convencer a Juan de lo contrario.
La defensa de su propio interés, y no la conciencia del bien común, es lo que llevará a esos poderosos a embaucar a la mayoría,  valiéndose de los muchos medios a su alcance, presentando la bajada de impuestos como algo que a todos beneficia.  

 
Algunas comunidades autónomas han entrado en esa carrera bajista y se jactan de suprimir impuestos como los que gravan las herencias y el patrimonio. En Andalucía, la eliminación de ambos ha supuesto a las arcas públicas dejar de ingresar varias decenas de millones de euros cada ejercicio anual. Pero el asunto es que la inmensa mayoría de las herencias –las que no superan el millón de euros en valor catastral- ya estaban exentas del mismo. Ha sido, pues, una medida pensada sólo para quienes más tienen, aquellos que no necesitan ni sanidad ni educación públicas, pues disponen de medios para pagárselas. Y ¡qué bien habrían venido esos millones para contratar a mil nuevos médicos de atención primaria!

El Ayuntamiento de Granada, la ciudad en la que vivo, cuyo partido gobernante también proclamaba una bajada de impuestos en cuanto llegase al poder, ha anunciado estos días una subida de 20 céntimos en el billete del bus urbano, que pasará de 1.40 a 1.60 €. Dicho incremento afectará a  quienes más uso hacen del bus, que no son precisamente los más ricos. Y esto sucede en una ciudad que ocupa el tercer puesto en el ranking español de aire sucio, envenenado. En tal situación, que tendría que ser de alerta sanitaria, el fomento del transporte público debería constituir una prioridad tan urgente que llevara a la alcaldesa a constituir un gabinete de crisis para adoptar medidas inmediatas y eficaces, como podría serlo hacer gratuito el transporte público para determinados colectivos, como el de estudiantes, jubilados, parados o personas con escasos ingresos.

 
El desmontaje del sistema tributario, el ataque a lo público y a sus empleados, la neutralización de la capacidad estatal para redistribuir la riqueza, junto a la desacreditación de los sindicatos de trabajadores y de las organizaciones ciudadanas comprometidas con valores de solidaridad y respeto al medio ambiente, son vías directas hacia la destrucción de las clases medias, que son la base de las democracias construidas con el sacrificio de muchos a lo largo de los siglos XIX y XX.

Bajar los impuestos directos, para subir luego los indirectos (bus, agua, butano, gas o electricidad) es tomar la senda del “¡Sálvese quien pueda!”, es defender una libertad sin justicia, que no es sino la imposición de la voluntad del más fuerte, que suele ignorar el bien común. Es, en pocas palabras, la destrucción de las clases medias y del esfuerzo civilizatorio que estas encarnan, es decir, la vuelta a la selva que ya se padece en las regiones con más desigualdad del Planeta, como ciertas zonas de Centro y Sudamérica. Caminar por un arrabal de Caracas o de Río de Janeiro para alguien que tiene la suerte de vivir con ciertas comodidades, además de una experiencia sobrecogedora, es una demostración palmaria de las consecuencias de una política sin ética y sin corazón.

 
La desigualdad engendra miedo, el miedo violencia y la violencia inseguridad. Nuestro mundo será peor y nuestro maestro más desgraciado.

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martes, 19 de marzo de 2024

Niño de las Pinturas (Barranco del Abogado-Granada)

Pasear por el Realejo granadino, antiguo barrio judío, o por el Barranco del Abogado para descubrir en tapias y en viejos muros la mirada lúcida del Niño que saca su arte a la calle con descaro y generosidad

Niño de las Pinturas
Barranco del Abogado - Granada
Julio de 2022

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domingo, 10 de marzo de 2024

Reseña de "Albert Camus y el exilio español de 1939 en Francia"

Canal YouTube Poesía y Distopía, a cargo de Jesús Isaías Gómez López (Universidad de Almería) 


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viernes, 5 de enero de 2024

La utilidad de lo inútil

Juan Vida (granadadigital.es)

Según un estudio realizado por la Universidad de Granada y la Plataforma La Huella Verde, los granadinos señalan la contaminación como el primer problema de la ciudad. Prefieren una ciudad verde, libre de contaminación acústica y polución atmosférica, con un transporte público eficaz y sostenible, y un turismo y una hostelería regulados, a una smart city, por más que sus tan eximios como exiguos mandamases se empeñen en otros asuntos. Una vez más, los ciudadanos suspenden a sus gobernantes (es gobernanta, en este caso), ocupados en acometer lo que se ve, más que lo que importa; lo mediático, más que lo necesario; lo superfluo, más que lo esencial. Deberían leer La utilidad de lo inútil (2013) de Nuccio Ordine. Otra cuestión es hasta qué punto esa ciudadanía está dispuesta a luchar por conseguir estos loables objetivos. Las recientes acciones emprendidas por un grupo de vecinos del centro histórico contra el ruido y la ocupación indiscriminada de la vía pública por terrazas marcan el CAMINO A SEGUIR.

Ver la noticia en IDEAL 

GRANADA, AIRE ENVENENADO  

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