L'infinito |
El filósofo chino Lao Tse (siglo VI a. e.), en su libro sobre el Tao (Camino), afirma poseer tres tesoros que guarda con extremo cuidado y vigilancia: la compasión, la sobriedad y la paciencia.
Aquí las traducciones del chino oscilan entre los términos ‘paciencia’ y
'humildad' ("no pretendas ser el primero"). Son, no obstante, dos
virtudes emparentadas: el paciente es el que sabe esperar con ánimo sereno; y
la espera no es sino un ejercicio de humildad opuesto a la intransigencia de
quien desea las cosas en el acto, con el ímpetu insolente y exigente de la
inmediatez. El paciente, asimismo, tiene la capacidad de tolerar las
adversidades con buen ánimo. Nada más alejado del carácter egoísta e impulsivo
del soberbio.
Pero, a pesar de la
proximidad entre ambas, prefiero la virtud de la paciencia, pues la humildad
está siempre amenazada por la sombra de la falsa modestia, que es la soberbia
del pusilánime, y se acaba transformando en resentimiento.
Creo que no tanto la
experiencia, cuanto la paciente espera es la madre de la ciencia y de todo
conocimiento.
(Antonio Machado lo dice así: "Sabe esperar, aguarda que la marea fluya / -así
en la costa un barco- sin que el partir te inquiete. / Todo el que aguarda sabe
que la victoria es suya".)
Compasión en un
mundo tan desigual y violento.
Austeridad en un mundo
consumista y degradado ambientalmente. ("No hay mayor
calamidad -escribe Lao Tse- que no saber cuándo es suficiente. No hay mayor
defecto que la codicia. Solo quien sabe cuándo es suficiente tendrá siempre
bastante".)
Y, en un mundo tan
apresurado, paciencia para, en los avatares, afrontar nuestras
limitaciones y también las ajenas.
Ejercitarnos en
estas tres virtudes es tarea para toda una vida: "Quien conquista a los
demás tiene fuerza; quien se conquista a sí mismo es realmente poderoso".
Lao Tse defiende,
asimismo, la pasividad, el "No-hacer" como conquista del sabio:
"Pocas cosas bajo el cielo son tan instructivas como las lecciones de
Silencio, o tan beneficiosas como los frutos del No-Hacer".
Es la suya una
sabiduría de la reflexión, la contemplación y la renuncia al deseo: "El
Sabio conoce sin viajar, ve sin mirar, y logra sin actuar." Y
"prefiere lo que está dentro a lo que está fuera".
Pero echo aquí de menos la acción social, el paso de la moralidad a lo que se
denomina la eticidad.
Frente a esta versión individualista y contemplativa del arte de construir una
existencia feliz (el ars vitae), se erigen las grandes morales occidentales,
más práxicas y comunitarias. Desde las propuestas ético-políticas de Platón y
Aristóteles, al cristianismo, al formalismo kantiano, o a las éticas dialógicas
contemporáneas.
Ahí están los
consejos de Francesc Ferrer i Guardia, quien, a principios del siglo XX,
recomendaba: "Instruíos y seréis libres, asociaos y seréis fuertes, amaos
y seréis felices."
Hay cierta coincidencia entre Lao Tse y Ferrer, pues la compasión y el amor
forman parte de la misma familia axiológica. Sin embargo, en sus dos primeras
recomendaciones, Ferrer introduce una acción rebelde y transformadora de la
realidad, tan humanizante y necesaria en opinión de Albert Camus: "Me
rebelo, luego existo", escribió en su L'homme revolté. En el 'no'
de la víctima, añade, nace la rebeldía universal que nos confraterniza en la
dignidad sagrada (por incondicional) y compartida con todos. O todos, o
ninguno. La dignidad a nivel moral (como la democracia, a nivel político), no
admite excepción.
Construir una
sociedad que garantice el acceso de todos a una enseñanza acorde con los derechos
humanos y respetuosa con los contenidos científicos; y que, al mismo tiempo,
fomente la colaboración mutua, la igualdad y el respeto a la diversidad (que no
la competitividad) y eduque en la inteligencia emocional (en especial, en la
virtud de la paciencia). Así como en la erradicación de lo superfluo, sabiendo que
la felicidad no está en tener muchas cosas, sino en educar el deseo y la
voluntad. Es el reto de siempre y también el de hoy.
(Textos de Lao Tse extraídos de "Tao te king". Versión de John C. h.
Wu. Traducción de Alfonso Colodrón. Edaf. Madrid, 2011.)