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FUENTE: launion.com.mx |
En los años treinta del pasado siglo fueron los judíos (y también los gitanos) el colectivo señalado para que quienes, tras la fiesta, suelen (solemos) pagar los platos rotos (las clases medias y los más empobrecidos) se desahogaran dirigiendo su frustración y su rabia hacia esa diana. Se lograba un doble objetivo: dividir a los de abajo, enfrentándolos entre sí, y neutralizar cualquier atisbo de revolución contra los poderes fácticos, responsables del crack del 29 y de la desigualdad y miseria que vinieron después. La estrategia, tan simple como eficaz, es siempre la misma: se fabrica una crisis generando una burbuja especulativa en el gran monopoli global; o bien, desatando una guerra, sea esta fría, caliente o templada. Las bolsas suben porque los señores de la guerra sanearán sus cuentas. Tras unos años, viene la paz y la reconstrucción ("Gaza es un lugar interesante para hacer cosas: buen clima, extensa costa..." - decía hace unos días un babeante Trump). Vuelven a subir las bolsas. Ahora serán las entidades financieras, las empresas inmobiliarias y las de la construcción quienes hagan caja porque toca reparar infraestructuras, casas, hospitales y escuelas; incluso levantar hoteles y campos de golf donde antes había un barrio. Para evitar las protestas, dos armas infalibles: el miedo (ya tenemos al lobo en casa) y la catatonia (generada por el consumo compulsivo y por el dulce suero de las redes sociales). Ya solo queda dirigir el odio, el miedo y la frustración acumulados hacia el lugar adecuado. ¿Contra quiénes? Se trata de elegir a una víctima, cabeza de turco o chivo expiatorio al que endosar todas las culpas: judíos, moriscos, gitanos, negros, jesuitas, masones, disidentes, vagos, homosexuales... A través de las épocas, las posibilidades han sido siempre estimulantes y variopintas. ¡Y vuelta a repetirse el ciclo! Hoy los señalados por el dedo acusador de los magnates son los migrantes (en Europa, magrebíes, africanos y sudamericanos; hispanos, en EEUU). Tal vez en un mañana que yo ya no conoceré (¿o, tal vez, sí?), la minoría repudiada sea el grupo del que tú o yo formamos parte hoy: ¿andaluces, extremeños, escépticos, onanistas, zurdos, albinos, católicos...?¡Qué sé yo! ¿Recuerdas el poema de Brecht (...luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío...)? La historia da muchas vueltas, pero siempre en torno al mismo cuento.