El alcalde de Andújar, del PSOE, propone al Pleno municipal añadir a los títulos tradicionales de la ciudad ("Muy noble y muy leal") el de "Muy mariana", dado el gran fervor popular que concita desde hace siglos la afamada romería de la Cabeza. Dice el regidor que el marianismo trasciende lo religioso y se extiende a lo cultural, histórico, antropológico...
Tal vez, pero, de ser esto como él dice, no entiendo qué necesidad hay de imponer ese sesgo religioso en la nomenclatura oficial de la ciudad, que debe ser espacio de convivencia y respeto por todos, al margen de sus adscripciones ideológicas.
En tiempos de crisis, los políticos fulleros se inclinan hacia el populismo y la demagogia en una estrategia de cortas miras que, ante todo, busca provechosos caladeros de votantes, amén de hacer lo indecible con tal de vincular sus nombres a la historia local. Trasluce a distancia un afán de protagonismo infantil, pero también peligroso.
Hay títulos que se ajustan bien a los requerimientos elementales de una democracia y que incluso pueden ayudar a orientar los esfuerzos municipales hacia objetivos loables y comunes: "Ciudad de la enseñanza", por ejemplo, o del deporte, de la cultura, del teatro, o de la música... Y tantos otros.
Me pregunto qué aporta su propuesta de cara a hacer de la comunidad que rige un lugar más inclusivo en la diversidad, más abierto y dialogante con el diferente, aunque este represente una exigua (y, me temo, que cada vez más exangüe) minoría. Tampoco creo que satisfaga su ocurrencia a quienes viven sus creencias con una actitud de respeto hacia el vecino que no comparte sus ideas, pero sí sus calles, parques y plazas.
Desde luego, para quien practica otro credo religioso o sencillamente es agnóstico o ateo, la idea de añadir esa coletilla al nombre de la ciudad que habita, no debe de hacerle ninguna gracia pues es un motivo más para hacerle sentir extraño en su tierra.
Si estas son las propuestas de un alcalde progresista... Qué cabe esperar de un Juanma Moreno que, cual Robin Hood 3.0, nos quita maestros de las escuelas (Andalucía tiene el récord nacional en ratio de alumnos por aula) y sanitarios de los hospitales (también estamos a la cola de las comunidades en este ránking), para que los que más tienen se ahorren casi 100 millones del impuesto de Patrimonio. Ahora, ya endiosado en su fastuoso Palacio de San Telmo, y arrobado en su flamante mayoría absoluta, hará buena la legislatura pasada en la que dependía de Vox (¿recuerdan nuestros diccionarios escolares?) y Ciudadanos. Cunde el desánimo y hay motivos para ello.
Nos encontramos en franco retroceso ideológico en lo referente a valores democráticos básicos (y recogidos en nuestra ya achacosa Constitución), como son la necesaria neutralidad ideológica de las instituciones públicas, la preservación de los servicios públicos (la educación y la sanidad, en particular) o la construcción de sociedades inclusivas, no solo desde el punto de vista económico y social, sino también ideológico.
En estos días difíciles, las democracias no asentadas en un pacto transversal y firme por el estado del bienestar -servicios públicos de calidad-, degeneran con facilidad en demagogias que, a poco que nos descuidamos, desembocan en fatales tiranías, de las que tenemos cada día nuevos ejemplos en todos los continentes. Y éstas no tienen fácil marcha atrás.
ADDENDA: En el Instituto de Granada donde imparto clases de Filosofía, los grupos de Bachillerato están a 36 alumnos, un número similar al que había en las aulas del Instituto de Andújar donde estudié COU en 1982. ¡Poco hemos adelantado, pues, en 40 años!