miércoles, 10 de diciembre de 2025

AMOR FATI (Ángel Ramírez Medina. Editorial Alhulia, 2025)

Por: Mammem González Tapia

(Texto de su intervención en la presentación de la novela el 27 de noviembre de 2025 en la Biblioteca de Andalucía)

            Conozco a Ángel desde hace más de 20 años. Cuando lo vi por primera vez en Motril, él ejercía de tutor de la mayor de mis hijas. Desde mi perspectiva de madre, debo decir, que salió bien parado, ya que, tanto mi hija como yo, lo consideramos un buen profesor del que no sólo aprendió conocimientos, sino valores y juicio crítico que contribuyeron a su formación como la mujer que es hoy. Ya entonces percibí que compartíamos ideas y una buena sintonía. También lo vi en su faceta de padre, en las conversaciones a la espera de la salida de clase de mi hija menor que estaba en el mismo colegio que su hijo. Después nuestros caminos se separaron. Al cabo de unos años volvimos a encontrarnos, esta vez como compañeros del mismo instituto en Granada. Allí trabajamos codo con codo, defendiendo la enseñanza pública, llevando a cabo proyectos y retos muy interesantes. Más tarde él se marchó a otro instituto, pero seguimos viéndonos esporádicamente. Nuestra amistad se mantuvo. Y entonces me propuso presentar su libro, Amor fati y para eso estoy aquí hoy.

Esta novela se concibió para un público adolescente, pero creo que puede abrirse también a los adultos. Esos adolescentes a los que nos hemos pasado media vida enseñando y que bien podían ser los protagonistas de la novela. Me los imagino perfectamente debatiendo con Ángel en sus clases de filosofía los principales temas que aparecen en el libro: el amor, la libertad, la religión, la política, el poder, el tiempo, Dios, la muerte, etc. y ¡hasta la inteligencia artificial! De hecho, este libro muy bien podría recomendarse como lectura en el currículo de la asignatura de filosofía. Cabe destacar el acierto de haber introducido ilustraciones en esta edición. Enhorabuena a Irene San Sebastián, la ilustradora, que nos acompaña en la mesa. La protagonista es una joven de 20 años estudiante de Ciencias Políticas que, junto al resto de personajes, buscan respuestas a las grandes preguntas y quieren hacer del mundo un lugar mejor. Con diferentes actitudes vitales (más idealistas o más pragmáticas), van reflexionando y discutiendo sobre infinidad de temas a lo largo de 21 días. La acción transcurre en una ciudad ficticia, pero muy reconocible para todos, a la que nuestro autor se ha permitido la licencia de acercarle la playa para acabar de embellecerla. Recorremos sus calles, sus placetas, sus bares, su cine Madrigal, su catedral y ¡su resucitado café Suizo!... Percibimos su ambiente, su vida, conocemos a sus variopintos habitantes cuando Hipatia pasea con su perrita Kymba o con sus amigos.

De izquierda a derecha: Irene San Sebastián,
Mammem González Tapia, el autor y María Ji Gómez.
(Antonina Rodrigo no pudo asistir al acto)

 El libro está lleno de connotaciones filosóficas, empezando por su título, Amor fati (amor al destino), locución latina central en el pensamiento de F. Nietzche, el nombre de los personajes (Hipatia, Cinesias, Sínope) y por supuesto, los debates de los mismos. Hipatia es la narradora en primera persona. Ella comparte con nosotros lo que le sucede en estos días de verano. A veces, se dirige al lector como si conversara con él. Vamos conociendo su personalidad, sus ideas, sus gustos, sus aficiones (el yoga, la música, la lectura) al tiempo que nos va introduciendo al resto de personajes y las relaciones entre ellos. Cinesias es el otro gran personaje, algo mayor que ella y con el que empieza una relación. Son muy diferentes, él es muy especial. Bastante inteligente y engreído. Con un aire ácrata, cínico y pesimista, mientras que ella es más positiva y optimista. A Cinesias le encantan los mitos, y Ángel, por deformación profesional, aprovecha a sus personajes para darnos no pocas lecciones, no sólo de filosofía, también de mitología, de historia y ¡hasta de latín! Y de literatura con las numerosas referencias y textos de obras que van desde los romances a Juan de la Cruz, Albert Camus (tenía que estar presente. Nuestro autor es un especialista en el Nobel francés), Alan Poe o Paul Auster, entre otros. Me atrae especialmente que Ángel en numerosas ocasiones, deje abierta la puerta al lector para que investigue. Por ejemplo, haciendo referencia a un autor sin mencionar su nombre, pero dando pistas, como “el más célebre filósofo cínico, que nació en Sínope”, refiriéndose a Diógenes. O un poeta que escribió que “en la infancia vivimos, y después sobrevivimos”, refiriéndose a Leopoldo María Panero. Podría darnos los datos, pero no lo hace deliberadamente invitándonos a buscar la información.

La novela tiene también su banda sonora. Sería buena idea escucharla al tiempo que leemos: Gustav Mahler, Johann Sebastian Bach, Pink Floyd, Bob Dylan, REM, Love of Lesbian y hasta el rapero senegalés McSolaar, entre otros muchos. Y sus recomendaciones culinarias de cocina marroquí (de la mano de otro protagonista Dara, con el que Hipatia comparte piso). Y, claro está, muchas reivindicaciones: más presencia de las humanidades en la enseñanza (de la boca de otra de las protagonistas: Amanda, profesora de filosofía de Hipatia y Cinesias), una sociedad menos consumista y más libre y multicultural, contra el maltrato animal y la hipocresía, la turistificación de las ciudades y el cambio climático, contra los profesores que le cortan las alas a su alumnado, etc., porque, al fin y al cabo, creo que Ángel quiere que pensemos, debatamos, reaccionemos y actuemos.

Recomiendo encarecidamente la lectura de sus obras anteriores, así como sus artículos en revistas especializadas. Todos muy interesantes. Ha escrito varios libros en torno a la figura de Albert Camus, el último de los cuales de 2023 se titula Albert Camus y el exilio español de 1939. Acción política y relación epistolar.

Ángel es socio fundador y presidente de la Asociación Pi i Margall por la escuela pública y laica. Ha impartido numerosas conferencias y participado en distintos proyectos educativos. Su blog www.filosofiaylaicismo.blogspot.com bien merece repetidas visitas porque siempre nos va a abrir los ojos a lo que pasa en el mundo.

En este mundo incierto, convulso y amenazante, al que vuelven ideologías retrógradas y aparecen personajes siniestros, se hace muy necesario que las nuevas generaciones tomen conciencia y reaccionen. Y cuando hablamos de conciencia y compromiso, se nos va la mirada a una mujer que tenemos la suerte de tener sentada en esta mesa, Antonina Rodrigo. Una luchadora incansable por los derechos de la mujer, que se ha pasado la vida visibilizando a mujeres olvidadas o silenciadas a lo largo de la historia tales como, Mariana Pineda, Teresa León o María Antonia Vallejo Fernández (“La Caramba”). Ha investigado minuciosamente sobre ellas, dejándonos en su obra un legado valiosísimo. Esto le ha valido multitud de premios y distinciones entre los que destacamos el Premio internacional de Periodismo Manuel de Falla en 1975, el Premio María Zambrano en 2010, la medalla de Andalucía en 2017 o el Doctorado Honoris Causa por la universidad de Granada en 2022. Además, ha impartido multitud de conferencias. Sin duda es una referencia para todos, porque ahí sigue en la lucha después de todo lo vivido. Siempre ha llevado a gala su lugar de nacimiento, el Albaycín de Granada y por ello una plaza junto a san Miguel Bajo, lleva su nombre.

Ángel y ella tienen cosas en común y es que son esas personas imprescindibles de Brecht que no luchan un día, sino toda la vida. Y, ahora, le cedemos la palabra a Antonina.

Mammem González Tapia

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miércoles, 26 de noviembre de 2025

Des chaussures sur le Promenade du Danube

María Zambrano écrit dans Le rêve créateur (1965): «Plus que jamais, il est maintenant nécessaire d’une plongée lucide dans la folie et le crime.»
"Des chaussures sur le Promenade du Danube"
(G. Pauer y C. Togay)

© Viajeros Blog

Sur l'une des rives du Danube, à Budapest, tout près du Parlement dont l’image rend célèbre la ville hongroise dans le monde entier, il y a une sorte de sculpture métallique qui reproduit plusieurs paires de chaussures.

Des chaussures reliées entre elles par des lacets. Des chaussures vides, sans être humain à l’intérieur. Seulement les chaussures, comme témoignage de la sinistre tuerie des Juifs durant l'occupation nazie. Oui, on les attachait deux par deux, en nouant les lacets de chaque chaussure. Ensuite, on tuait l’un des membres de ce couple si pathétique; l’autre, celui qui restait encore en vie, se noyait dans le Danube. Je ne suis pas sûre que le mot terreur soit suffisant.

(Marifé Santiago Bolaños: "Diótima de Mantinea et la naissance de l'Europe", Antígona. Revue de la Fondation María Zambrano, n° 5, 2010, p. 162).

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domingo, 23 de noviembre de 2025

lunes, 10 de noviembre de 2025

La mirada contemplativa

 

María Zambrano en Madrid (1932) 
https://poesiamaspoesia.com/241-poesia-mas-poesia-maria-zambrano/

   En "La aparición del confín", de su enigmática y poética obra De la Aurora (1986), escribe María Zambrano: «La aparición de la Aurora unifica los sentires, transformándolos en sentido (…) Como les sucede a otros lugares inviolables del humano pensar (…) a los que habría que dejar nacer, ante todo, sin arrancarles del lugar de sus raíces, sin extraerles del sacro único lugar en que han de nacer y vivir. Serían siempre de la Aurora estos tan elegidos pensamientos, frutos del humano pensar (…) ¿Anunciará acaso la Aurora, en su retirarse, la multiplicidad de los tiempos?»

          Su libro pretende ser guía y confesión, dos géneros filosóficos con amplia tradición en España (Maimónides y Miguel de Molinos): «El resultado a que hemos llegado en estas breves páginas, que más breves aún querrían serlo, es que la Aurora, que no nos ha ofrecido la posibilidad de ser un conocimiento propiamente filosófico, una episteme, nos impone inexorablemente su condición de pertenecer al mundo de lo cognoscible. Desde el primer momento en que se la mira, nos mira ella a su vez, pidiéndonos, requiriéndonos, el que la miremos como la clave de la physis, del cosmos (…) Guía, pues, si por guía entendemos la aparición de algo, un suceso, una presencia que saca al sujeto de sí, de la situación en que estrictamente está apresado en una ignorancia que es inmovilidad, y la inmovilidad en el ser humano es intrascendencia. Conocerse es trascenderse.» 

        Y, siguiendo la guía del nuevo método zambraniano, dejo aquí constancia de la experiencia entrañable. Permanece en mí el recuerdo imborrable de la importancia que mis padres, desde su profunda religiosidad, concedían al amanecer como momento privilegiado del día para -según nos decían- apreciar la belleza de la creación divina y dar gracias por ver un nuevo día. “Mañana veremos amanecer” nos anunciaban con solemnidad y gozo, cuando, con ocasión de algún acontecimiento especial, debíamos madrugar para salir de casa antes de la amanecida. “¡Mirad, hijos, va a salir el sol! ¡Mirad, qué hermoso amanecer!”. Este imperativo, “¡Mirad!”, era expresión muy frecuente en mi madre. Y a Blas Zambrano, su padre, dedica María su primer libro, Horizonte del liberalismo (1930), con estas palabras: “A mi padre. Porque me enseñó a mirar”. La filósofa andaluza dice que aprender a filosofar es aprender a mirar, pero no se trata de una mirada inquisitiva o interrogativa, sino contemplativa, pasiva, que se deja atrapar por la belleza o el misterio de lo contemplado, sin más. La guía de mis padres provocó en nosotros una ferviente reverencia hacia ese momento único, mágico, del paso de la oscuridad a la luz; de modo que, con cierta frecuencia, y siempre durante nuestras estancias en la casa de la sierra, decidíamos “resistir” -al sueño, se entiende-: “Hoy vamos a resistir para ver amanecer”, conveníamos en secreto. Y, cuando lográbamos vencer a Hipnos, salíamos al exterior apenas veíamos apuntar la primera claridad por el horizonte para que la llegada del Sol nos cogiera a la intemperie. Ahí, sin la protección hogareña, sentiríamos mejor el silencio que precede al alba, la leve brisa y el escalofrío del rocío.

        Tiene la filosofía también la naturaleza de una confesión, según María: «Se le figura a la autora de estas breves confesiones que un nuevo modo de razón -por ejemplo, la razón poética- sea necesario. Un modo de razón en el que se redime la pasividad, la total pasividad, frente al conocimiento y a aquello que lo mueve y aun engendra, el amor. Una razón sin paradojas, sin agonías, sin parecerse a sí misma, casi sin juicio, mas no sin orden; y tanto como ser una razón nueva habría de ser una vita nova (…) La vida de los sentidos se ha ido reduciendo a medida que la razón occidental se yergue (…) Así, esa arquitectura que a todo iguala, la lisa pared, hasta hacer desaparecer toda curva, todo escondrijo, todo alero, donde la golondrina, y sobre todo la paloma, no encuentran lugar. Ciudades hay, cimas de civilización, que sin decretar la extinción de las palomas -¡de la paloma, Señor!- penan con decretos, decretan, con fuerza de ley, que no se deje con vida ni un solo nido, porque la presencia de los nidos afea la limpia ciudad (…) El conocimiento que aquí se invoca pide que la razón se haga poética sin dejar de ser razón, que acoja al “sentir originario” sin coacción (…) Así la aurora se nos aparece como la physis misma de la razón poética.»

        Pasividad, disponibilidad, apertura; frente a la avidez, al “ansia de captar” (“Ir a la caza de conceptos”, escribe Zambrano). «Tiene la mirada que sale de la noche -de esta de la historia también- una disponibilidad pura y entera, pues que no hay en ella sombra de avidez. No va de caza. No sufre el engaño que procura el ansia de “captar”. La tiranía del concepto, que somete la libertad con el cebo del conocimiento.»

        A poco que se piensen, son las de Zambrano propuestas revolucionarias que piden derruir nuestro renqueante edificio civilizatorio -afanoso, conquistador y apresurado- para levantarlo sobre otros cimientos. 

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sábado, 8 de noviembre de 2025

Le regard contemplatif dans la philosophie espagnole

María Zambrano à Madrid en 1932
https://poesiamaspoesia.com/241-poesia-mas-poesia-maria-zambrano

Dans «L’apparition du confins», extrait de son œuvre énigmatique et poétique De la Aurora (1986), María Zambrano écrit :

«L’apparition de l’Aurore unifie les sentiments, les transformant en sens (…) Comme il en va d’autres lieux inviolables de la pensée humaine (…) qu’il faudrait laisser naître avant tout, sans les arracher au lieu de leurs racines, sans les extraire de l’unique lieu sacré où ils doivent naître et vivre. Ils appartiendraient toujours à l’Aurore, ces pensées si élues, fruits de la pensée humaine (…) L’Aurore, en se retirant, annoncerait-elle peut-être la multiplicité des temps?»

Son livre se veut à la fois guide et confession, deux genres philosophiques de grande tradition en Espagne (Maïmonide et Miguel de Molinos):

«Le résultat auquel nous sommes parvenus dans ces brèves pages, qui voudraient être encore plus brèves, est que l’Aurore, qui ne nous a pas offert la possibilité d’être une connaissance proprement philosophique, une épistémè, nous impose inexorablement sa condition d’appartenir au monde du connaissable. Dès le premier moment où on la regarde, elle nous regarde à son tour, nous demandant, nous requérant, de la contempler comme la clé de la physis, du cosmos (…) Guide, donc, si par guide nous entendons l’apparition de quelque chose, un événement, une présence qui tire le sujet hors de lui-même, de la situation dans laquelle il est strictement prisonnier d’une ignorance qui est immobilité, et l’immobilité chez l’être humain est intranscendance. Se connaître, c’est se transcender.»
L'homme et le divin
Éditions Corti (2006) 



Et, suivant la voie du nouveau método zambraniano, je laisse ici le témoignage de mon expérience intime. Il demeure en moi le souvenir ineffaçable de l’importance que mes parents, dans leur profonde religiosité, accordaient à l’aube comme moment privilégié de la journée pour —disaient-ils— apprécier la beauté de la création divine et remercier de voir un nouveau jour.
«Demain, nous verrons l’aube», nous annonçaient-ils avec solennité et joie, lorsque, à l’occasion d’un événement particulier, nous devions nous lever avant le lever du jour pour quitter la maison.
«Regardez, enfants, le soleil va se lever! Regardez comme l’aube est belle!»
Cet impératif —«Regardez!»— était une expression très fréquente chez ma mère. Et c’est à Blas Zambrano, son père, que María dédie son premier livre, Horizonte del liberalismo (1930), avec ces mots: «À mon père. Parce qu’il m’a appris à regarder.»

La philosophe andalouse dit qu’apprendre à philosopher, c’est apprendre à regarder. Mais il ne s’agit pas d’un regard inquisitif ou interrogateur, mais d’un regard contemplatif, passif, qui se laisse captiver par la beauté ou le mystère de ce qu’il contemple, sans plus.
La guidance de mes parents suscita en nous une fervente révérence pour ce moment unique, magique, du passage de l’obscurité à la lumière; si bien que, fréquemment, et toujours durant nos séjours dans la maison de la montagne, nous décidions de «résister» —au sommeil, bien sûr: «Ce soir, nous allons résister pour voir l’aube», convenions-nous en secret.
Et lorsque nous parvenions à vaincre Hypnos, nous sortions à l’extérieur dès que la première clarté pointait à l’horizon, afin que l’arrivée du Soleil nous surprenne à découvert. Là, sans la protection du foyer, nous ressentions mieux le silence qui précède l’aube, la légère brise et le frisson de la rosée.

La philosophie a aussi, selon María, la nature d’une confession :
«Il semble à l’auteure de ces brèves confessions qu’un nouveau mode de raison —par exemple, la raison poétique— soit nécessaire. Un mode de raison dans lequel se rachète la passivité, la totale passivité, face à la connaissance et à ce qui la meut, et même la fait naître : l’amour. Une raison sans paradoxes, sans agonies, sans se ressembler à elle-même, presque sans jugement, mais non sans ordre ; et autant qu’elle serait une raison nouvelle, elle devrait être une vita nova (…) La vie des sens s’est peu à peu réduite à mesure que la raison occidentale s’est érigée (…) Ainsi, cette architecture qui uniformise tout, le mur lisse, jusqu’à faire disparaître toute courbe, toute cachette, tout auvent, où l’hirondelle, et surtout la colombe, ne trouvent plus leur place.
Il est des villes, sommets de la civilisation, qui, sans décréter l’extinction des colombes —de la colombe, Seigneur !— peinent par décrets, décrètent, avec force de loi, qu’on ne laisse en vie aucun nid, car la présence des nids enlaidit la ville propre (…) La connaissance invoquée ici demande que la raison devienne poétique sans cesser d’être raison, qu’elle accueille le “sentir originaire” sans contrainte (…) Ainsi l’Aurore nous apparaît comme la physis même de la raison poétique.»

Passivité, disponibilité, ouverture, face à l’avidité, au «désir de saisir» («Aller à la chasse aux concepts», écrit Zambrano).
«Le regard qui sort de la nuit —de celle de l’histoire aussi— possède une disponibilité pure et entière, car il n’y a en lui aucune ombre d’avidité. Il ne part pas en chasse. Il n’est pas trompé par le désir de “saisir”. La tyrannie du concept, qui soumet la liberté par l’appât de la connaissance.»

Si l’on y songe un instant, les propositions de Zambrano sont révolutionnaires: elles demandent de démolir notre édifice civilisationnel chancelant —laborieux, conquérant et pressé — pour le rebâtir sur d’autres fondations.

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viernes, 7 de noviembre de 2025

The Contemplative Gaze in Spanish Philosophy

 

In “The Appearance of the Borderland,” from her enigmatic and poetic work From the Dawn (1986), María Zambrano writes:

María Zambrano in Madrid (1932)

“The appearance of the Dawn unifies feelings, transforming them into meaning (…) As happens with other inviolable places of human thought (…) which should be allowed to be born, above all, without tearing them from the place of their roots, without extracting them from the single sacred place where they must be born and live. These most chosen thoughts would always belong to the Dawn, fruits of human thinking (…) Might the Dawn, in its withdrawal, perhaps announce the multiplicity of times?”

Her book seeks to be both guide and confession, two philosophical genres with a long tradition in Spain (Maimonides and Miguel de Molinos):

“The result we have reached in these brief pages, which would like to be even briefer, is that the Dawn, which has not offered us the possibility of being a properly philosophical knowledge, an episteme, inexorably imposes upon us its condition of belonging to the realm of the knowable. From the first moment in which one looks at it, it looks back at us, asking us, requiring us, to look at it as the key to physis, to the cosmos (…) A guide, then, if by guide we understand the appearance of something, an event, a presence that draws the subject out of himself, out of the situation in which he is strictly imprisoned in an ignorance that is immobility, and immobility in the human being is intranscendence. To know oneself is to transcend oneself.”


And, following the guidance of Zambrano’s new method, I record here this intimate experience. The indelible memory remains in me of the importance my parents, from within their deep religiosity, attributed to dawn as a privileged moment of the day to—according to what they told us—appreciate the beauty of divine creation and give thanks for seeing a new day. “Tomorrow we shall watch the sunrise,” they would announce to us with solemnity and joy whenever, on the occasion of some special event, we had to get up early and leave home before daybreak. “Look, children, the sun is about to rise! Look, what a beautiful sunrise!” This imperative, “Look!”, was very common in my mother’s speech. And María dedicates her first book, The Horizon of Liberalism (1930), to her father, Blas Zambrano, with these words: “To my father. Because he taught me how to look.” The Andalusian philosopher says that to learn to philosophize is to learn how to look, but this is not an inquisitive or interrogative gaze; it is contemplative, passive, one that allows itself simply to be captivated by the beauty or the mystery of what is contemplated. My parents’ guidance awakened in us a fervent reverence for that unique, magical moment of the passage from darkness to light; so that, rather often—and always during our stays in the house in the mountains—we would decide to “resist” (sleepiness, that is): “Tonight we are going to resist so we can see the sunrise,” we would secretly agree. And when we managed to overcome Hypnos, we would go outside as soon as we saw the first glimmer of light on the horizon so that the arrival of the Sun would find us out in the open. There, without the protection of home, we could better feel the silence that precedes the dawn, the gentle breeze, and the shiver of the dew.

Philosophy also has the nature of a confession, according to María:

“It seems to the author of these brief confessions that a new mode of reason—for example, poetic reason—is necessary. A mode of reason in which passivity, total passivity, is redeemed in the face of knowledge and what moves it and even engenders it: love. A reason without paradoxes, without agonies, without resembling itself, almost without judgment, though not without order; and as much as being a new reason, it would have to be a vita nova (…) The life of the senses has been diminishing as Western reason rises (…) Thus, that architecture which levels everything, the smooth wall, until all curves, all hiding places, all eaves disappear, where the swallow—and especially the dove—find no place. There are cities—peaks of civilization—that, without decreeing the extinction of doves (of the dove, Lord!), punish with decrees, decree with the force of law, that not a single nest be left alive, because the presence of nests spoils the clean city (…) The kind of knowledge invoked here asks that reason become poetic without ceasing to be reason, that it welcome the ‘original feeling’ without coercion (…) Thus the dawn appears to us as the very physis of poetic reason.”

Passivity, availability, openness—in contrast to greed, to the “lust to grasp” (“To go hunting for concepts,” writes Zambrano).

“The gaze that emerges from the night—also from this night of history—possesses a pure and complete availability, for there is in it no shadow of greed. It does not go hunting. It does not suffer the deception brought about by the lust to ‘grasp.’ The tyranny of the concept, which subjugates freedom with the bait of knowledge.”

Considered even briefly, Zambrano’s proposals are revolutionary, calling for the demolition of our staggering civilizational edifice—anxious, conquering, and hurried—in order to rebuild it upon different foundations.

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jueves, 16 de octubre de 2025

Zapatos en el paseo del Danubio

"Zapatos en el paseo del Danubio" (G. Pauer y C. Togay)
© Viajeros Blog
(https://viajerosblog.com/budapest-y-su-monumento-de-los-zapatos.html)
  María Zambrano escribe en El sueño creador (1965): «Más que nunca, ahora, se hace necesario un adentramiento lúcido en la locura y el crimen» 
En una de las orillas del Danubio, en Budapest, muy cerca del Parlamento cuya imagen hace célebre, en el mundo, a la ciudad húngara, hay una suerte de escultura metálica que reproduce varios pares de zapatos. 
Zapatos unidos, unos a los otros, por cordones. Zapatos vacíos, sin un ser humano dentro. Sólo los zapatos, como testimonio de la siniestra matanza de personas judías durante la ocupación nazi. Sí, los ataban de dos en dos, acordonando un zapato de cada uno de ellos. Después, mataban a uno de los miembros de tan patética pareja; el otro, el que aún permanecía vivo, se ahogaba en el Danubio. No estoy segura de que sea suficiente la palabra terror
(Marifé Santiago Bolaños: "Diótima de Mantinea y el nacimiento de Europa", Antígona. Revista de la Fundación María Zambrano. n. 5, 2010. p. 162).

domingo, 21 de septiembre de 2025

Oración por Palestina


La masacre del pueblo palestino por parte del ejército y el gobierno de Israel se prolonga insoportablemente. A los empobrecidos se les oculta, se les niega, se les invisibiliza; y, ahora, se les bombardea y mata de hambre ante el silencio cómplice de los países ricos y civilizados. ¿Cómo podrá recuperarse el mundo, la humanidad, cada uno de nosotros, de esta barbarie?
¡Basta ya! 



A vosotros,
que cortáis la manzana de la muerte
con el anonimato de una guerra,
os pido caridad.

Por un Dios
en el que jamás he creído.
Por una Justicia
de la que desconfío.
Por el orden de un Mundo
que no respeto.

Para que renunciéis a vuestra guerra,
yo renuncio a mis dudas,
que son parte de mí
como la luz amarga
es parte del otoño.

Y escribo Dios, Justicia, Mundo,
y os pido caridad,
y os lo suplico.

Luis García Montero

Amor Fati (Editorial Alhulia)


El próximo martes, día 23, presentaré mi novela Amor Fati en la Biblioteca de Andalucía (Granada). En el acto intervendrá Antonina Rodrigo por quien siento gran afecto, respeto y admiración, tanto por su extensa y excepcional obra como por su compromiso ético constante con la libertad, la igualdad y la justicia. 

También intervendrá Irene San Sebastián, ilustradora del libro. 

Esta novela la escribí hace diez años pensando en mis alumnos de Filosofía de Bachillerato. Hoy publico en Alhulia una nueva edición, revisada y ampliada, dirigida a un público más amplio, interesado por los temas de la filosofía de la existencia: el sentido y el sinsentido, el amor y la amistad, el tiempo y la finitud. . . 

[ACTO APLAZADO PARA EL JUEVES 27 DE NOVIEMBRE, EN EL MISMO LUGAR -BIBLIOTECA DE ANDALUCÍA- Y A LA MISMA HORA -19:00 H.-]

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sábado, 6 de septiembre de 2025

Un paseo por Zumacares

       Rhus coriaria —etimológicamente, cuero rojo—, conocido popularmente con los nombres de rus y de zumaque, es un arbusto que, con un porte de hasta tres metros, da nombre a esta finca pública. A ella se accede a través de un carril de unos 500 metros de longitud que nace a la derecha (en dirección al santuario), en el Kilómetro 10.8 de la carretera A-6177, que une Andújar (Jaén) con el Santuario de la Virgen de la Cabeza. 

      El zumaque, con hermosas flores amarillas en forma de ramillete y bayas rojizas arracimadas, ricas en taninos, se da en diversas zonas de España, silvestre y también cultivada. Se ha utilizado tradicionalmente como pigmento e ingrediente de cocina (acidulante), así como para el encurtido de pieles. De hecho, zumacar significa <<adobar las pieles con zumaque>>...

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sábado, 23 de agosto de 2025

Remotas infancias

 

En la infancia, vivimos y, después, sobrevivimos

Leopoldo María Panero

 

Los veraneos de mi infancia eran tres meses sin cole, trece semanas de feliz y absoluta irresponsabilidad. Sí, eran noventa días jugando y soñando entre polvo, pinos, chaparros y jaras bajo un sol ardiente, sin más indumentaria que las alpargatas y un pantalón corto, con la piel quemada y la quemazón aliviada con vinagre, el mismo que aderezaba los huevos fritos con ajos y picatostes de los desayunos.

El colérico Cronos dejaba, por una temporada, de devorar a sus hijos y los días se volvían infinitos. Todos semejantes, pero especial cada uno. Al atardecer, tras la película vespertina, nos aguardaba un limpio y alto cielo azul que asistía gozoso a nuestro partidillo de fútbol. Acudían a jugar vecinos de otras viñas: Antonio y Miguel, los sevillanos; Pepito —hijo único de la maestra de la escuela de verano—, Luis y Andrés, y algunos más que ya he olvidado.

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domingo, 17 de agosto de 2025

Andújar, tierra de tradición jabonera

Estado actual de la fábrica de jabón
Alejo Gallego
en el Paseo de las Vistillas
El origen del jabón, cuenta una vieja leyenda, está en las ofrendas que los primitivos romanos hacían a sus dioses en el Monte Sapo, junto al Tíber. La mezcla de la grasa animal con las cenizas de las incineraciones y la lluvia, daba como resultado una pasta con propiedades higienizantes, dado que, al disolverse en agua, la ceniza produce hidróxido de sodio, o sea, sosa cáustica. "Jabón" procede, así, del latín "saponem", acusativo de "sapo", sustancia untuosa. 
Suelo usar para mi higiene personal un buen jabón artesanal hecho a base de aceite de oliva y sosa. Es menos agresivo y contaminante que los geles y jabones de la cosmética moderna confeccionados con sulfatos, conservantes, parabenos químicos y fragancias sintéticas. El caso es que hace unos días leí un artículo de prensa histórica fechado en Madrid a principios del siglo pasado, que elogiaba la calidad del jabón que se hacía en Andújar, cuyas fábricas estuvieron activas desde el siglo XIX hasta los años setenta del XX. 

Fábrica de Lizariturri y Rezola
en Santa Úrsula
(Años 70) 

En mi opinión, sería interesante recuperar esta industria tan vinculada a nuestra olivarera tierra. Históricamente, junto al aceite, la actividad comercial e industrial iliturgitana se completaba con la cerámica —de tradición milenaria desde la sigillata romana, y aún viva, aunque con bastante menos pujanza que hace unas décadas—, y con los productos de la apicultura: nuestros cirios de pura cera de abejas alcanzaron renombre internacional —La cerería Corazón de Jesús, en la calle Ramón y Cajal, fue proveedora oficial del Vaticano a partir de 1905—, y la miel y el polen de nuestras colmenas siguen exportándose hoy. Tal vez el Ayuntamiento o la Diputación provincial podrían convocar algún tipo de cursos de formación profesional, escuelas-taller o fórmula similar para recuperar la producción jabonera a partir del aceite de oliva. 

Francisco Ramírez Díaz (Andújar, ca. 1880), mi abuelo paterno, formó parte de esta tradición artesana. Fue maestro jabonero y, como tal, trabajó en la fábrica de Alejo Gallego (muy próxima a la de Joaquín Llaguno de la Haza, en la calle La Quinta), al final del Paseo de las Vistillas, donde da comienzo la Cuesta de Castejón. Aún se conserva el viejo edificio industrial que la albergó. En 1904, viajó a Palencia con el encargo de formar allí a quienes debían trabajar en una nueva fábrica que se acababa de inaugurar. Por este motivo, mi padre nació en esa tierra en 1905 y fue bautizado con el nombre de Antolín, patrón de la vetusta ciudad castellana, en su catedral homónima. Ya de regreso a Andújar, mi abuelo y su familia ocuparon la vivienda aneja a la fábrica de las Vistillas durante algunos años. En ella creció mi padre. Él me contaba sus recuerdos de esa casa. Un día, mientras jugaba descalzo en el patio de la fábrica, un carro vino a descargar sosa cáustica. Algún pequeño trozo cayó al suelo y quedó adherido a la planta de su pie sin que él lo advirtiera. Cuando llegó la hora de acudir a la sesión vespertina del cole, se calzó a toda prisa... El sudor fue humedeciendo la sosa, provocando la consiguiente reacción química que él notó como una dolorosa e inexplicable quemazón; pero la timidez le hizo aguantar hasta la salida del colegio para quitarse el zapato y descubrir la profunda herida que había causado el ácido. 

Las ventanas de esa casa, más de cien años después, siguen mirando hacia el bosque en galería de fresnos y álamos que jalonan el cauce del Guadalquivir, caudaloso y sereno, señor de la fértil vega que abraza la ciudad. En el alféizar de una de esas ventanas, mi padre y sus hermanos dejaban cada enero sus zapatos para recibir los regalos de Reyes, pues en ese lugar de severos afanes de adultos, también moraban sueños de niños. 

Y algún recuerdo triste: mi abuelo, al que, por meras razones de cronología biológica, no pude conocer, sufrió las presiones del caciquismo del voto, propio de la Restauración borbónica y muy frecuente tras el Desastre del 98. Según mi padre, él resistió con dignidad. También fue víctima de un accidente laboral cuando una caldera estalló y le abrasó los ojos. El maestro jabonero, además de realizar las mezclas en proporciones pertinentes, vigilaba la presión de las calderas y valoraba en cada momento si el color y la textura de la masa resultante eran las adecuadas. 


Sastrería Antolín Ramírez
(Plaza Vieja de Andújar. Años 30).
En la fachada se anuncia la sucursal madrileña
de Santa Engracia, 27

Como consecuencia, quedó ciego y esta desgracia le quebró el ánimo. También le provocó problemas nerviosos con desvanecimientos frecuentes, uno de los cuales le sorprendió en plena calle, teniendo que soportar algún comentario malintencionado sobre su supuesta embriaguez. Fue un hombre emprendedor, que sacó adelante a sus seis hijos —el más pequeño de ellos, Rafael, adoptado— y seis sobrinos carnales. Varios de ellos recibieron formación musical, algo infrecuente en esos años. Mi padre —que abrió su primera sastrería en 1927 en el número 27 de la calle Santa Engracia de Madrid (aún se conserva el local comercial), y un segundo negocio, la "Sastrería Antolín", en 1933 en la Plaza Vieja de Andújar (1)—, cursó solfeo y violín —entonces el estudio del lenguaje musical se hacía en cuatro cursos previos al aprendizaje del instrumento—; mi tía Josefina, piano. —Ella, pintora y escultora, expuso en varias ediciones del Salón de Otoño de Madrid en el Círculo de Bellas Artes de la calle de Alcalá—. Mi tío Rafael, fraile capuchino, fue organista en el monasterio de Guadalupe (2); y mi tía Clara, franciscana, profesora de piano en la convento de Llanes (Oviedo), donde pasó buena parte de su vida y donde murió. 

Sastrería Antolín 
en la Plaza Vieja de Andújar. 
Año 1970
Entre las muchas fábricas que funcionaron en Andújar estaban la de San Antonio, la de Pablo Jiménez y Cñía. —que elaboraba los Jabones de tocador Ancora y Castilla—, la de A. Rodríguez y Cñía., José de la Torre Rubio, la de Miguel Gavilán y Cñía., Gregorio Ortega de la Haza, Ángel de la Haza y Cñía., La Purificación Jabonera de Francisco Garrido, Bernardo Estepa Gómez, José Sáenz de Tejada, José Llaguno Garma, Sucesor de Alejo Gallego, Jabones Victoria de Luis Benayas Fernández, José Plaza López, Francisco de la Torre Estepa, Ángel Bellido Robles, José A. Buitrago Montes, Vicente Lillo Pérez, o la de Juan Martínez y Martínez. 

La jabonera de Sáenz de Tejada, anunciaba en su publicidad que desde 1872 fabricaba el mejor jabón: «elaborado exclusivamente con aceite puro de oliva, produce un lavado excelente e inmejorable, además de ser el que menos destruye las ropas y de estar considerado como un gran desinfectante de ellas». Su producción anual superaba las mil toneladas.
Mural de azulejos conmemorativo que
se conserva en la calle Ramón y Cajal

También se asentaron empresas foráneas como Bilore y Lizariturri, procedentes del País Vasco. Los jabones de Bilore alcanzaron una gran popularidad en los años setenta, con potentes campañas publicitarias en la monolítica y omnipotente televisión de la época. 

En la fábrica de Lizariturri y Rezola, se producía el conocido jabón Lagarto, también muy popular, y las barras de jabón de afeitar Flores de Gurys. Estaba en Santa Úrsula, en el espacio que hoy ocupa el Parque Comarcal de Bomberos. 

En 1920 aún había diecisiete fábricas de jabón activas en la ciudad con 150 empleados (Garrido González, 2003). 

Pero la aparición de la lavadora, máquina que vendría a aliviar el duro trabajo doméstico en los primeros años setenta, marcó el fin del uso del jabón común y la consiguiente crisis de los escasos negocios jaboneros que aún subsistían. Una de los últimas fábricas en cerrar estaba entre las calles del Pino y Lope de Vega. Eran estas las primeras vías de la ciudad viniendo de la sierra, pues el barrio del Polígono Puerta de Madrid aún no existía. Recuerdo de niño el intenso y penetrante mal olor que percibíamos al pasar junto a ella con el Seiscientos de mi padre de regreso de las Viñas. Y es que la decadencia propia de los postreros estertores había devuelto la producción a sus orígenes remotos, sustituyendo el aceite de oliva por malolientes grasas animales, supongo que con el disgusto de los últimos maestros jaboneros. 

Notas:

(1)   El joven soñador e impetuoso que entonces era mi padre, se había afiliado a Falange. Al estallar la guerra en julio de 1936, abandonó Madrid para trasladarse a Andújar, donde tenía vivienda y su segundo negocio de sastrería. Buscaba refugio en la familia, pero enseguida fue detenido con la acusación de pertenecer a dicho partido. Su casa y negocio fueron requisados para confeccionar uniformes para los soldados del frente bélico situado en el cercano límite de la provincia de Córdoba. Él pasó por las cárceles de Martos y Jaén, salvando su vida gracias a las gestiones de su hermana Josefina, enfermera y boticaria en el Hospital Municipal. Cuando finalizó la guerra, mi padre fue concejal de la primera corporación municipal, constituida el 19 de abril de 1939 con Tomás Escribano Soriano como alcalde (Córdoba Ortega, 1977, pág. 313). Enseguida evolucionó hacia actitudes moderadas, negándose a testificar contra los republicanos detenidos bajo la acusación de pertenecer a sindicatos o partidos de izquierda. Tal fue el caso de Santiago de Córdoba, afiliado a la UGT, por quien mi padre intercedió, salvándole de los trabajos forzados a los que había sido condenado en la reconstrucción del Santuario de la Virgen de la Cabeza (Córdoba Ortega, 1977, pág. 577). A ese Antolín moderado, respetuoso, exponente de una derecha liberal e ilustrada, que congeniaba con las propuestas de Adolfo Suárez y Gutiérrez Mellado, fue al que yo conocí como padre casi tres décadas después. 

(2)   Durante sus años de vida en este monasterio, fray Victorino conoció y tutorizó al notable pianista Esteban Sánchez, quien, con dieciséis años ganó el Premio “Eduardo Aunós” que concedía el Círculo de Bellas Artes de Madrid (Carlos Cordero, 2011, págs. 246 y sigs.)

Bibliografía:

-Cordero, Carlos: “Esteban Sánchez en el recuerdo con Guadalupe al fondo”. Boletín de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. T. XIX (2011). Págs. 233-249.

-Córdoba Ortega, Santiago de: Historia y memoria de Andújar (1931-1977). Andújar (Jaén): Alcance Editorial, 1977.

-Garrido González, Luis, y Chamorro Cantudo, Miguel Ángel: "Reflexiones sobre el cambio productivo de la economía jiennense en el siglo XX al hilo de la Historia industrial y mercantil de Andújar de Antonio Herrero Cortés (1978)", Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, número 185 (2003), págs. 183-228.

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domingo, 20 de julio de 2025

Espacio disponible

EDUARDO NAVE y GILLES LIPOVESTSKY en el museo JOSÉ GUERRERO (Granada)

Folleto de la exposición en el José Guerrero

Hasta el 12 de octubre, se exponen en el José Guerrero, junto a la Alcaicería granadina, las excelentes fotografías de Eduardo Nave (Valencia, 1976). Espacio disponible es el evocador y descriptivo título de esta exposición. Su contenido encaja perfectamente en las diáfanas salas de este edificio que, en sus pilares metálicos y sus grandes ventanales a la calle Oficios, conserva aún el sabor de su primitivo uso industrial y comercial para el que fue concebido hace más de cien años.

Abundan en las fotografías los suelos de tierra descarnada y los páramos estériles que, con las ruinas de edificios comerciales o industriales que los habitan, contemplan la silenciosa desolación de los esqueletos de las vallas publicitarias, a la vez que dan testimonio del desorden generado por los excesos que dichos cadáveres escenifican.

Acompaña la exposición un texto del filósofo francés Gilles Lipovestski (París, 1940) del que recojo algunos fragmentos:

«¿Hay algo más ominipresente en nuestra vida cotidiana que los objetos, las imágenes y las exigencias del consumo? (…) Ahora, de la mano de internet y las tecnologías digitales está surgiendo un nuevo vector publicitario. (El) declive de los grandes soportes de exhibición impresa —cuando no su desaparición anunciada— es lo que muestra el proyecto fotográfico de Eduardo Nave.

Fotografía de Eduarde Nave
(Incluida en el folleto de la exposición)
»Este retroceso no es en absoluto una señal del principio del fin del consumismo. Nada más lejos; este sigue alimentando las pasiones de los individuos de forma masiva. No seamos ingenuos: la crisis ecológica y climática no acabará con el frenesí consumista, que cada vez pasa más por internet y las compras en línea y sigue manifestándose mediante la inagotable afición por los viajes, el turismo, los restaurantes, los espectáculos, las películas y las series.

»Sin embargo, ¿cómo no ver al mismo tiempo que su momento de gloria ya ha quedado atrás?

»La serie de Nave muestra esas ruinas de la modernidad que son las vallas publicitarias a la antigua usanza, dotadas de estructura material y de un imponente armazón metálico rectangular. De ello, como de todas las ruinas, se desprende un espectáculo no exento de nostalgia y melancolía. Pero ¿melancolía de qué? ¿De los propios soportes materiales, denunciados durante mucho tiempo por su fealdad y su efeto de contaminación visual del paisaje? Tal vez, pero en mi opinión es otra nostalgia la que está en juego, a saber, la de la época utópica, alegre, eufórica, desenfadada, «inocente» del consumo, de la que las grandes vallas publicitarias «agresivas» encarnaron una de sus manifestaciones más emblemáticas.


»
Oferta en rojo
(José Guerrero, 1988)
Comer carne, viajar en avión, vestirse con «moda rápida», no separar y reciclar la basura: todo es motivo de preocupación para la salud y la preservación del planeta. El consumo festivo ha sido sustituido por un consumo considerado peligroso, «criminal» e irresponsable (…) La muerte de las vallas publicitarias clásicas es una metáfora de la muerte de este tiempo esplendoroso del consumismo, del presentismo hedonista.

» (Es) lo que impregna de nostalgia las fotos de las vallas abandonadas y despojadas de su antiguo triunfalismo, que poseen el encanto de un pasado presuntamente feliz en el que el consumo se asimilaba a una «fiesta frívola y alegre» que imaginábamos interminable.»


           
El cuadro Oferta con rojo (J. Guerrero, 1988) se exhibe en la sala de la tercera planta, reservada para exposición permanente de la colección del propio museo. Con esas negras y vacilantes gotas incapaces de salvar el hiato de un fulgurante telón rojo sobre fondo oscuro, expresa bien —ya desde su propio título— la desazón y el vacío de un consumismo roto, atroz y castrante.


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viernes, 18 de julio de 2025

Cosmos


Contemplo extasiado las estrellas en la noche de la Sierra Morena andujareña. La virginal oscuridad de sus cielos, un valioso patrimonio inmaterial cada vez más amenazado*, me permite gozar de este espectáculo sin parangón. Me viene ahora a la memoria la majestuosa sentencia kantiana: "Dos cosas llenan mi ánimo de admiración y de respeto: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí". Desde el agreste otero donde quisiera reposar, alcanzo a divisar algo más de la mitad de este hemisferio norte. Ahí están, como en los veranos de mi lejana niñez, la Osa Mayor, la Estrella Polar o Thuban, que marcaba el norte a los antiguos egipcios, y el grácil destello de alguna estrella fugaz. En este océano sin fondo, además de la trayectoria clara de un brazo de la Vía Láctea que, con la imaginación encendida, llamábamos el camino de Santiago, se percibe la luz de miles de astros que titilan más débiles tras el fulgor de los que solemos ver incluso en los miopes cielos urbanos, como Venus o Júpiter, Arturo o Vega. 
Una estrella es algo misterioso y, como la lluvia borgiana, una cosa que sin duda sucede en el pasado. 

"Cosmos" tituló Carl Sagan la serie documental donde nos paseaba por los prodigios de este universo desconocido de parpadeantes cuásares, galaxias extremadamente lejanas, desafiantes agujeros negros que atrapan la luz, enanas blancas o gigantes rojas, colisiones galácticas y estallidos estelares de viejas supernovas. "En este viaje, conoceréis maravillas", nos anunciaba su voz trémula. Y nos mostraba mundos complejos que danzan sutilmente en el vacío sideral, pero que se conducen como sistemas caóticos, a pesar de la música de las esferas, o del número arjé, y a pesar del tetraktys de los pitagóricos, los primeros en sustituir "caos" por "cosmos" (orden) para nombrar a este universo inmenso, cíclico, eterno, pero más desordenado de lo que aparece ante nuestros asombrados ojos. 

El cielo alto y frío, tan sereno y profundo, insondable para las hechuras humanas, cuajado de astros que son otros mundos y universos, también me hace evocar la angustiada exclamación de Blaise Pascal, enfermo, tal vez, de acrofobia: "Le silence éternel de ces espaces infinis m'effraie". Pascal, el filósofo que nos igualaba a una caña pensante, sencilla y discreta. 

En el lapso de tiempo de una hora, veo circular por este abismo cinco luces blancas. Cruzan la gigantesca pantalla de la bóveda celeste trazando órbitas en distintas direcciones. Son satélites artificiales. 

He pensado, entonces, en esos reductos de culturas indígenas que aún perviven con sus usos y costumbres en recónditos rincones de nuestro cada día más inverosímil Planeta. Pigmeos de Nueva Guinea, piaroa y yanomamis del Amazonas; sioux y dakotas de las praderas norteamericanas; bravos koori de Nueva Gales del Sur o elegantes y risueños rapanui polinésicos. Sus arcaicas miradas, hechas a la imperturbabilidad de la esfera de estrellas fijas, han interpretado cualquier cambio en el firmamento, sea una lluvia de estrellas, sea el eventual paso de un errante cometa, como el anuncio de algún acontecimiento comprometido, crucial para sus vidas. ¿Con cuánta inquietud mirarán ahora cada noche el triste discurrir mecánico de estos nuevos viajeros, frutos de la codicia y la hybris tan humanas y tan trágicas? 

Los imagino en esta misma noche estrellada entregados a sus cánticos y danzas en el shabono, el ágora circular yanomami. Oigo bajo este silencio sagrado sus tambores rituales y suplico desde mi precario escepticismo que sus ceremonias sean eficaces y conjuren este mal transfronterizo que nos atosiga sin tregua. 

* Ahora, en lugar de "cielo estrellado", lo llaman "reserva Starlight", según la bárbara tendencia de creer que cualquier anglicismo suena más moderno y que, tal vez, atraerá a turistas ávidos de consumir y de consumirse en agotadoras tareas. Y a esto, a su vez, se denomina ahora "poner en valor", otra socorrida expresión a la que se recurre hasta la extenuación, y que, en realidad, quiere decir "poner en el mercado", es decir, prostituir. 

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lunes, 14 de julio de 2025

Emergentismo y caos



Siempre me ha fascinado la teoría emergentista, que establece cómo propiedades o conductas imprevisibles surgen de la interacción de los componentes simples de un sistema complejo, no siendo estas reducibles a los atributos de esos elementos aislados. Aristóteles fue el primero en dar la clave de estos sistemas a través del principio que afirma que el todo es más que el mero agregado o suma de las partes que lo integran. Así, un texto impreso es, para quien lo lee entendiéndolo, mucho más que la suma del papel y la tinta que constituyen sus integrantes físicos. ¿Y qué decir de un cuadro de Picasso?

Las llamadas propiedades emergentes, como su propio nombre indica, aparecen inesperadamente, a diferencia de las aditivas o sumativas, como el peso o la electricidad, que son, digamos, más previsibles. Es la irrupción de lo difícilmente explicable, lo aparentemente azaroso, el misterio en el mismo seno de la materia.

Me gusta explicar esto a mis alumnos utilizando los hormigueros y las colmenas como magníficos ejemplos de sistemas emergentes.

Pensemos en la elegante simplicidad orgánica de una hormiga. Con un sistema nervioso extremadamente sencillo y un minicerebro de unos cientos de miles de neuronas (el de un chimpancé tiene varios miles de millones), no cabe esperar que pueda desarrollar funciones demasiado complicadas y, menos aún, conductas inteligentes. Sin embargo, atendamos ahora al entramado social del hormiguero del que forma parte. En él observamos una compleja y jerarquizada organización, con obreras, zánganos y soldados, todos ellos sometidos al matriarcado de una reina todopoderosa.  En el hormiguero, hay guardería, almacenes de alimento, zonas de cultivo de nutritivos hongos en cámaras especiales escogidas por sus niveles de humedad y de temperatura. Hay etólogos que comparan los hormigueros con cerebros capaces de una inteligencia colectiva que resuelve problemas complejos al modo de una red neuronal. Abundan las investigaciones que atribuyen a las hormigas una capacidad mayor que la humana a la hora de resolver ciertos problemas prácticos relacionados con tareas colaborativas (Revista PNAS, 23 de diciembre de 2024). Pero, ¿de dónde procede este orden inteligente? Del sistema en que estos simples animales viven y en el que interactúan.

La vida puede ser entendida también como una propiedad emergente a partir de reacciones físico-químicas entre átomos y moléculas. En resumen, si disponemos de un sistema lo suficientemente complejo y del tiempo requerido (decenas de miles, millones de años en el caso de la evolución), puede acabar apareciendo un orden con unas cualidades inesperadas y hasta prodigiosas. Parece ser una excepción provisional al segundo principio de la termodinámica, según el cual la entropía aumenta con el tiempo. Y digo provisional porque, al final, sabemos que el desorden tendrá la última palabra. Aquí no podemos darle la razón al imperio de los buenos y bellos fines de la teleología de Aristóteles. 

Pues bien, el cerebro humano es un sistema complejo emergente. Sus decenas de miles de millones de células nerviosas, neuronas y neuroglias, conectadas y asociadas entre sí en ramilletes de decenas de miles de ellas conforman redes neuronales de una plasticidad extraordinaria, capaces de adquirir funciones que, a través del aprendizaje, pueden ser modificadas o sustituidas por otras.  

Las sinapsis, es decir, las conexiones entre los axones neuronales, fueron explicadas por nuestro compatriota Santiago Ramón y Cajal —quien, por cierto, aún espera un museo que honre su monumental obra científica—. (¿Se imaginan lo que lo adularíamos si hubiera nacido británico, francés, alemán o estadounidense?). Su teoría neuronal, base de la neurociencia actual, mereció el Premio Nobel de Medicina en 1906. El cerebro es, así, un laberinto de neuronas, un entramado arquitectónico sin parangón en el universo conocido, capaz de pensar y expresarse, tomar decisiones, recordar, odiar, amar, sentir, y —lo más difícil de todo— de tener conciencia. Que sepamos este es el único lugar donde el universo se piensa a sí mismo, adquiere autoconciencia.

Y es que, en el caso de los animales sociales —en especial, el ser humano—, la complejidad es de segundo grado, pues al soporte sistémico cerebral hay que sumarle la interacción con el entorno y, en particular, con otros cerebros en el medio social. Solo así se explica el lento y gradual proceso de aparición de pensamiento y lenguaje simbólicos. De hecho, un cerebro aislado es incapaz de desarrollar las competencias necesarias tanto para el pensamiento abstracto como para los lenguajes naturales o artificiales.

Una turba y una bandada de aves, también son sistemas complejos, aunque caóticos. De ellos también surgen conductas colectivas como la hermosa danza aérea de miles de estorninos o el feroz linchamiento de un ser humano, comportamientos que los individuos no serían capaces de ejecutar por sí solos.

El conjunto de los sistemas complejos incluye el subconjunto de los sistemas caóticos, estudiados por la teoría del caos. Estos, aun siendo deterministas —es decir, someterse al principio de causalidad—, muestran un comportamiento aleatorio debido a su extrema sensibilidad a la modificación de características en las condiciones implicadas. No obstante, tienen patrones subyacentes y obedecen a determinados factores causales. Los ejemplos clásicos son el clima, el movimiento de las bandadas o los bancos de peces, y ¡ay!, también los mercados financieros o la propagación de epidemias.

Ahora sabemos que también una ciudad es un sistema emergente.

Leo en el diario El País una entrevista a Jorge Almazán Caballero, arquitecto español afincado en Tokio desde hace dos décadas. Almazán denomina «urbanismo emergente» al modelo de ciudad que predomina en los barrios de la capital nipona, y explica cómo, partiendo de una situación de caos o desorganización, pueden surgir modelos urbanos de una eficacia sorprendente. 

«Los jokocho son distritos de microbares que surgieron en la posguerra. Para mí es el paradigma del orden emergente. Tienes la unidad más pequeña posible, un dueño y un espacio pequeño (a veces solo caben cinco personas), pero cada zona tiene un cierto carácter. La suma no es desorden», afirma el arquitecto, autor de Tokio emergente. Diseñar la ciudad espontánea, publicado por la editorial Satori, especializada en cultura japonesa. 

La infraestructura de Internet, la red de redes, es también un sistema complejo del que cabe esperar resultados sorprendentes; algunos de ellos tal vez indeseados, en este futuro próximo en el que ya estamos sumidos. La IA podría ser, en este sentido, una propiedad emergente más.  

Según el matemático David John Hand, un conjunto de leyes matemáticas —conocidas como «principio de improbabilidad»— nos dice que no tendríamos que sorprendernos tanto por ciertas coincidencias. Es más, deberíamos esperar que sucedan. Uno de los aspectos clave de dicho principio está en la ley de los grandes números, que asegura que, si disponemos de un número suficiente de oportunidades, antes o después, sobrevendrá cualquier suceso posible, con independencia de lo improbable que éste sea. («Nunca digas nunca», en Investigación y Ciencia, mayo de 2014).

Esa ley puede aplicarse también para arrojar alguna luz a estas propiedades emergentes tan extraordinarias como la aparición de la vida a partir de la materia o de la inteligencia en seres vivos. ¿Explicaría también la repetición de nuestras vidas como sucesos harto improbablesad infinitum dado que el tiempo no tiene límite? No lo sabemos, aunque esto es lo que parece indicar la teoría del eterno retorno del enamorado vitalista que fue Friedrich Nietzsche.

Así como en el ámbito subatómico existe un hiato de indeterminación que le hace escapar a las leyes causales, en el contexto macro de los sistemas complejos aparece también lo fortuito. Aunque las series causales sigan teniendo aquí un valor explicativo, dejan de ser totipotentes, anidando resquicios donde la superposición casi infinita de factores opaca la luminosidad teórica de las leyes mecánicas convencionales. 

Frente a una metafísica esencialista de la sustancia, adquiere inusitado protagonismo lo accidental. Emerge así lo imprevisible en el seno de una complejidad que lo sostiene todo, desde la vida y el clima hasta la inteligencia y la sociedad.

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jueves, 10 de julio de 2025

Veremos a ver si nazco...


ARM, Invierno
Oigo con frecuencia expresiones incorrectas que son fruto del cruce de otras que, en principio, poco tienen que ver; o bien, de la deriva jocosa de frases hechas. Así, el “buscarle los tres pies al gato” una frase absurda a poco que se piense, deformación del original “buscarle el traspié al gato”, que denuncia el empeño de alguno por acabar con la paciencia de un tercero o el esfuerzo baldío por cogerle en un renuncio, tan inútil como es pretender que un gato tropiece y caiga. 
Cabe también la posibilidad de que con "los tres pies" nos estemos refiriendo a las sílabas de la palabra "gato" (en el contexto de la métrica poética); en cuyo caso "gato" tiene solo dos pies. Pero, en este caso, la expresión correcta sería "No le busques tres pies a 'gato' ".
Sin embargo, no ha sido todo esto impedimento para que aparezca en la versión espuria en el mismísimo Quijote.

Me viene a la memoria un artículo hilarante que hace años publicó Manuel Rivas en un periódico. Era una antología de la frase (des)hecha, que es síntoma de la deserción del pensamiento riguroso. “Antes de hablar, enfatizó el presidente, quiero decir unas palabras” acompañaba a frases deformes como “ahora vienen las hostialidades” o “venimos de caspa caída”.
Veremos a ver” es un enunciado incorrecto por cacofónico, amén de absurdo, que nos acompaña con persistencia irritante en medios diversos —los deportivos son una cantera inagotable en este terreno—. Es fruto del cortocircuito producido entre dos expresiones prospectivas como “ya veremos” y “vamos a ver qué pasa”, perfectamente lógicas dichas así, por separado.
Pero mi estupor y decepción fueron supremos cuando lo encontré escrito en el final de una maravillosa carta de Federico García Lorca dirigida a su amigo Regino Sainz de la Maza, que comienza con un inquietante “Ahora he descubierto una cosa terrible (no se lo digas a nadie). Yo no he nacido todavía.” Tras detallar en freudianos términos los síntomas de un desdoblamiento de personalidad (“Había mil Federicos Garcías Lorcas, tendidos para siempre en el desván del tiempo”), concluye con un “Yo vivo de prestado, lo que tengo dentro no es mío, veremos a ver si nazco.”
Federico vuelve a utilizar esta expresión en una carta que dirige a sus padres y hermanos a finales de octubre o principios de noviembre de 1933, desde Buenos Aires. En ella les da cuenta, con orgullo, del rotundo éxito de "Bodas de sangre" en el Teatro Avenida con Lola Membrives. Su escrito concluye con estas palabras: "De España leo noticias desagradables. Estas elecciones van a ser terribles... ¡Veremos a ver qué pasa! ¡Yo tengo verdadera ansiedad por todos esos movimientos políticos!".
Se refiere a las elecciones generales del 19 de noviembre de ese año. Son las primeras con participación femenina y darían una estrecha mayoría del 31,02% a la coalición de derechas de la CEDA. 
Todo esto solo me permite concluir que, en el uso de este artefacto prodigiosamente complejo que es el lenguaje natural, voz directa de la materia pensante, hemos de ser siempre indulgentes hacia las erratas propias y ajenas.