Decía Jardiel Poncela que uno no es de donde ha
nacido, sino de la ciudad donde ha estudiado la secundaria. Sus palabras ponen
de relieve la importancia excepcional de estos años en la construcción de
nuestras ideas, principios, amistades y relaciones, o en el descubrimiento de
la sexualidad, y de sentimientos tan importantes como la amistad o el amor de
pareja.
El criterio de los que han pasado recientemente por
esta experiencia es esencial para reflexionar en torno a las luces y las
sombras del sistema educativo español en esta etapa tan crucial.
Le he pedido a vari@s ex alumn@s de secundaria que
pongan por escrito sus experiencias vitales y académicas de ese periodo de
tránsito de la niñez a la edad adulta, que cuenten lo mejor y lo peor de esos
años de Instituto, así como también lo que, en su opinión, debería cambiar en
los centros educativos para los años venideros.
Dicha reflexión puede abordarse desde múltiples
aspectos. Entre otros:
-Contenidos estudiados, metodología empleada por el profesorado, criterios e instrumentos de evaluación aplicados, optatividad en el currículo. Las enseñanzas artísticas, de la filosofía y la ética, o de las lenguas clásicas. La enseñanza de aspectos prácticos para la vida (educación emocional, formación alimentaria, hábitos saludables, etc.).
-Gestión de los Centros: ¿Son útiles y democráticos los órganos de gestión de los centros?, ¿Se facilita la participación del alumnado y/o de las familias en la toma de las decisiones?, ¿Existen vías adecuadas para la evaluación y/o la crítica del sistema por parte del alumnado y/o sus familias?
-Atención a la diversidad: El modelo integrador que persigue la igualdad de oportunidades para todas es uno de los signos de identidad de la escuela pública frente a la red de escuelas privadas o concertadas, a menudo segregadoras. La diversidad entendida en el más amplio sentido de la palabra (como diversidad funcional, de intereses, de género, de ideología, proyecto vital, posibilidades económicas, etcétera) es una riqueza y una oportunidad, no un problema. Pero, ¿se acoge y facilita adecuadamente esta diversidad en los centros educativos?
-Condiciones organizativas: la ratio en las aulas, la gestión de los espacios (aulas para uso exclusivo de alumnado, la biblioteca, espacios de encuentro, etc.). La orientación profesional del alumnado. La formación del profesorado. La existencia o no de personal de apoyo (profesionales de la salud física y psicológica, expertos en la gestión de la biblioteca, animadores socioculturales, etc.).
Pues bien, este es el resultado.
MARÍA JI GÓMEZ MARTÍN
Me llamo María Ji, me han pedido
que cuente acerca de mi experiencia en el instituto. Con el objeto de darle
alguna estructura, lo voy a ordenar cronológicamente.
Durante la ESO pertenecía al
“montón”, la niña que sacaba sietes y ochos: no sobresalía por arriba, ni por
abajo. Los profesores no necesitaban prestarme atención. Y yo tampoco la
prestaba en gran medida; total, no quería nota, porque en la ESO “la media no
cuenta”.
Creo que en estos momentos todos
íbamos como ovejas siguiendo el camino marcado por el sistema. Nadie sabía
realmente qué estábamos haciendo ahí. “Formarnos para tener un trabajo digno en
el futuro”, “formarnos como personas, para arreglar la sociedad” nos decían.
Sea como fuere teníamos una educación a la que ninguno de nuestros padres o
abuelos pudieron acceder de manera tan sencilla, éramos afortunados. Y, aun
así, seguíamos sin saber por qué estábamos allí, trabajando por un futuro que
nadie nos había dicho en qué consistía.
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