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domingo, 14 de noviembre de 2021

El Instituto, seis años que cambiaron mi vida. Pero, ¿fue a mejor?

Todas estamos de acuerdo en que el tipo de enseñanza que se imparte en los Centros de Enseñanza Secundaria es esencial para nuestra formación humana como personas y como ciudadanos o sujetos políticos.

Decía Jardiel Poncela que uno no es de donde ha nacido, sino de la ciudad donde ha estudiado la secundaria. Sus palabras ponen de relieve la importancia excepcional de estos años en la construcción de nuestras ideas, principios, amistades y relaciones, o en el descubrimiento de la sexualidad, y de sentimientos tan importantes como la amistad o el amor de pareja.

El criterio de los que han pasado recientemente por esta experiencia es esencial para reflexionar en torno a las luces y las sombras del sistema educativo español en esta etapa tan crucial.

Le he pedido a vari@s ex alumn@s de secundaria que pongan por escrito sus experiencias vitales y académicas de ese periodo de tránsito de la niñez a la edad adulta, que cuenten lo mejor y lo peor de esos años de Instituto, así como también lo que, en su opinión, debería cambiar en los centros educativos para los años venideros.

Dicha reflexión puede abordarse desde múltiples aspectos. Entre otros:

-Contenidos estudiados, metodología empleada por el profesorado, criterios e instrumentos de evaluación aplicados, optatividad en el currículo. Las enseñanzas artísticas, de la filosofía y la ética, o de las lenguas clásicas. La enseñanza de aspectos prácticos para la vida (educación emocional, formación alimentaria, hábitos saludables, etc.).

-Gestión de los Centros: ¿Son útiles y democráticos los órganos de gestión de los centros?, ¿Se facilita la participación del alumnado y/o de las familias en la toma de las decisiones?, ¿Existen vías adecuadas para la evaluación y/o la crítica del sistema por parte del alumnado y/o sus familias?

-Atención a la diversidad: El modelo integrador que persigue la igualdad de oportunidades para todas es uno de los signos de identidad de la escuela pública frente a la red de escuelas privadas o concertadas, a menudo segregadoras. La diversidad entendida en el más amplio sentido de la palabra (como diversidad funcional, de intereses, de género, de ideología, proyecto vital, posibilidades económicas, etcétera) es una riqueza y una oportunidad, no un problema. Pero, ¿se acoge y facilita adecuadamente esta diversidad en los centros educativos?

-Condiciones organizativas: la ratio en las aulas, la gestión de los espacios (aulas para uso exclusivo de alumnado, la biblioteca, espacios de encuentro, etc.). La orientación profesional del alumnado.  La formación del profesorado. La existencia o no de personal de apoyo (profesionales de la salud física y psicológica, expertos en la gestión de la biblioteca, animadores socioculturales, etc.).

                Pues bien, este es el resultado.



MARÍA JI GÓMEZ MARTÍN 
(Actualmente estudia el Grado de Filosofía en la Universidad de Granada)

Me llamo María Ji, me han pedido que cuente acerca de mi experiencia en el instituto. Con el objeto de darle alguna estructura, lo voy a ordenar cronológicamente.

Durante la ESO pertenecía al “montón”, la niña que sacaba sietes y ochos: no sobresalía por arriba, ni por abajo. Los profesores no necesitaban prestarme atención. Y yo tampoco la prestaba en gran medida; total, no quería nota, porque en la ESO “la media no cuenta”.

Creo que en estos momentos todos íbamos como ovejas siguiendo el camino marcado por el sistema. Nadie sabía realmente qué estábamos haciendo ahí. “Formarnos para tener un trabajo digno en el futuro”, “formarnos como personas, para arreglar la sociedad” nos decían. Sea como fuere teníamos una educación a la que ninguno de nuestros padres o abuelos pudieron acceder de manera tan sencilla, éramos afortunados. Y, aun así, seguíamos sin saber por qué estábamos allí, trabajando por un futuro que nadie nos había dicho en qué consistía.



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