ARM, Invierno |
Cabe también la posibilidad de que con "los tres pies" nos estemos refiriendo a las sílabas de la palabra "gato" (en el contexto de la métrica poética) ; en cuyo caso "gato" tiene solo dos pies. Pero, en este caso, la expresión correcta sería "No le busques tres pies a 'gato' ".
Sin embargo, no ha sido todo esto impedimento para que aparezca en la versión espuria en el
mismísimo Quijote.
Me viene a la memoria un artículo hilarante que hace años publicó Manuel Rivas en un periódico. Era una antología de la frase (des)hecha, que es síntoma de la deserción del pensamiento riguroso. “Antes de hablar, enfatizó el presidente, quiero decir unas palabras” acompañaba a frases deformes como “ahora vienen las hostialidades” o “venimos de caspa caída”.
Me viene a la memoria un artículo hilarante que hace años publicó Manuel Rivas en un periódico. Era una antología de la frase (des)hecha, que es síntoma de la deserción del pensamiento riguroso. “Antes de hablar, enfatizó el presidente, quiero decir unas palabras” acompañaba a frases deformes como “ahora vienen las hostialidades” o “venimos de caspa caída”.
“Veremos
a ver” es un enunciado incorrecto por cacofónico, amén de
absurdo, que nos acompaña con persistencia irritante en medios
diversos —los deportivos son una cantera inagotable en este terreno—. Es fruto del cortocircuito producido entre dos
expresiones prospectivas como “ya veremos” y “vamos a ver qué
pasa”, perfectamente lógicas dichas así, por separado.
Pero
mi estupor y decepción fueron supremos cuando lo encontré escrito en el final de una maravillosa carta de Federico García Lorca
dirigida a su amigo Regino Sainz de la Maza, que comienza con un
inquietante “Ahora he descubierto una cosa terrible (no se lo digas
a nadie). Yo no he nacido todavía.” Tras detallar en freudianos
términos los síntomas de un desdoblamiento de personalidad (“Había
mil Federicos Garcías Lorcas, tendidos para siempre en el desván
del tiempo”), concluye con un “Yo vivo de prestado, lo que tengo
dentro no es mío, veremos a ver si nazco.”
Esto
solo me permite concluir que, en el uso de este artefacto
prodigiosamente complejo que es el lenguaje natural, voz directa de
la materia pensante, hemos de ser siempre indulgentes hacia las
erratas propias y ajenas.
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