EDUCACIÓN O EXÁMENES
“La
supresión del examen representa el más profundo cambio de
orientación en la enseñanza”
FRANCISCO GINER DE LOS RÍOS
Tal vez en más de una ocasión
hayamos oído a nuestros hijos lamentarse angustiados: “Mamá,
estoy cansada: hoy he tenido dos exámenes y mañana tengo otros
dos.” Creo que nuestro sistema adolece de una examencitis
aguda que debería hacernos reflexionar.
Soy de la opinión de que a mayor
calidad del sistema educativo, menos necesidad de exámenes hay. En otras palabras, de hacer exámenes, los menos; a ser posible, ninguno.
Y son muchos quienes así opinan. Ya vemos lo que
escribía el maestro Giner de los Ríos en artículos de
títulos tan significativos como “O educación, o exámenes”
(Revista Pedagogía Universitaria), donde reniega del que
llamaba “sistema corruptor de los exámenes”. Así describía sus demoledores efectos en el alma de un niño: “Conocemos
perfectamente lo que los malhadados exámenes traen consigo: apenas
hay maestro que no lo lamente. La obsesión de los infelices niños,
obligados a llevar lecciones que estudiar en su casa después de seis
horas de escuela divididas en dos periodos, durante los cuales es muy
raro alternen con sus trabajos el descanso, y más raro aún que este
descanso consista en juego al aire libre; el odioso cultivo de la
memoria mecánica, a fin de que en los exámenes puedan las juntas
quedar contentas al oír a los niños responder 'de corrido', como
papagayos; la extenuación intelectual, moral y física que de tal
sistema resulta...” Y no se refería
sólo a las enseñanzas elementales ni tampoco a las medias, también
a las universitarias. En otro lugar lamenta que en la Universidad de Valencia se suspendan las clases durante un mes para dedicar todo ese tiempo a realizar exámenes -"uno de los mayores cánceres de nuestra organización universitaria"-, práctica habitual hoy en Universidades como la de Granada ("Carta a Adolfo Posada". Ver en la página "Luces y palabras" en este mismo blog).
Testimonios semejantes hallamos en otros grandes docentes, como Ferrer i Guardia quien diseñó su Escuela Moderna sin exámenes. Éstos serían sustituidos por exposiciones de trabajos por parte de los alumnos. También recomendaba el contacto con la naturaleza, los paseos y las excursiones como parte esencial del proceso educativo. Más recientemente, Paulo Freire sostuvo que los exámenes acentúan la pasividad en la adquisición de los conceptos depositados a través de una serie de pruebas denominadas “objetivas”.
Testimonios semejantes hallamos en otros grandes docentes, como Ferrer i Guardia quien diseñó su Escuela Moderna sin exámenes. Éstos serían sustituidos por exposiciones de trabajos por parte de los alumnos. También recomendaba el contacto con la naturaleza, los paseos y las excursiones como parte esencial del proceso educativo. Más recientemente, Paulo Freire sostuvo que los exámenes acentúan la pasividad en la adquisición de los conceptos depositados a través de una serie de pruebas denominadas “objetivas”.
De vuelta a la prosaica realidad, los recortes educativos
propuestos por el ministro Wert suponen más grupos y más
alumnos por profesor. Esto se traducirá en más exámenes aún, pues
un sistema masificado obliga al docente a buscar argumentos para
calificar a sus alumnos a través de las llamadas “pruebas
objetivas” que, como todo lo objetivo, son también impersonales.
Es obvio que el seguimiento personalizado (que es el ideal) se hace
inviable cuando el número de alumnos aumenta. Es lo que ocurre hoy
en la mayoría de las facultades universitarias donde, en ocasiones,
el examen es casi el único instrumento de evaluación.
Un profesor de secundaria tiene
actualmente, por término medio, seis grupos de alumnos con una media
de 27 alumnos por grupo o clase. Esto hace un total de 162 alumnos.
Pues bien, si incrementamos en dos las horas lectivas (lo que
supondrá un grupo más de alumnos por profesor en la mayoría de los
centros) y también aumentamos la ratio en un 20 % (6 alumnos más por
aula), el resultado es que ese profesor tendrá a partir de ahora 69
alumnos más, es decir, 231. Hacer un seguimiento personalizado a 162
alumnos (a algunos de los cuales el susodicho profesor tan solo ve
una hora a la semana), supone ya un esfuerzo extra considerable: para
eso dedicará sus tardes y más de un fin de semana a lo largo de los
cuales preparará materiales adecuados y leerá y corregirá los
trabajos de sus alumnos. Pero hacer esto mismo con más de 200
alumnos nos condena irremisiblemente a un trato impersonal y, por
tanto, a más exámenes o, lo que es lo mismo, a fiar nuestra
evaluación a esas pruebas objetivas. A la postre, esto supondrá una
evaluación menos comprensiva, menos equilibrada entre los distintos
elementos que deben evaluarse (no sólo los conocimientos); una
evaluación menos cualitativa, es decir, más cuantificada. En una
palabra, menor calidad educativa.
estoy de acuerdo lo q planteas. algunas veces somos lo propios alumnos quieones pedimos q nos hagan examenes. yo he llegado a tener 3 examenes el mismo dia xq algunos profes hacen uno pro tema
ResponderEliminarYo soy profesor de secundaria y considero que los exámenes son necesarios tal y como están ahora las cosas. Tal vez la cosa vaya a peor como dice el artículo. Este tipo de cosas son las que habría que replantearse para mejorar la calidad del sistema y no el número de alumnos o de horas que impartimos. También habría que racionalizar la distribución de los tiempos de descanso, la implantación de una formación del docente que no sea a costa de su tiempo libre...
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ResponderEliminarOjalá algún día se le diera a la educación la importancia que merece en este nuestro país...
ResponderEliminarEsta noche voy a dormir 5 horas por culpa de tu blog, o gracias a él. Qué razón tienes, me da que a más de uno/a habría que explicarle esto.
Los buenos estudiantes necesitan descansar, contra lo que suponen algunos ignorantes. En todo caso, Pilar, me alegro de que lo que te ha robado parte de tu descanso no haya sido un examen.
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