domingo, 14 de febrero de 2021

¿DE QUÉ SE RÍEN LAS RATAS?

 

Instalación minimalista de Sandback 
Museo José Guerrero (Granada)

       Un estudio llevado a cabo por neurólogos de la Universidad de Humboldt, en Berlín, aparecido en la revista Science en noviembre de 2016, nos sorprendía  al revelar que la risa ha dejado de ser un atributo exclusivo de los primates -Jane Goodal ya nos hizo perder la patente humana en favor de los chimpancés-. Las ratas también ríen.

En este contexto, estimo pertinente preguntar qué hace reír a estas pingües compañeras de ciudad que llevan siglos observándonos desde las alcantarillas y viviendo plácidamente a nuestra costa. Tal vez, nuestra fatua vanidad combinada con la morrocotuda persistencia humana en los errores de siempre sean la causa de su hilaridad.
    Un ejemplo de lo que digo es el debate surgido estos días a partir de las declaraciones del vicepresidente del gobierno a cuenta de la escasa calidad de nuestra democracia. Sus palabras son replicadas con ira al unísono por el ala más conservadora del principal partido de la coalición de gobierno y por los herederos de la rancia caverna Fernandina. Para partirse de la risa en el seguro escondite de un imbornal desde el que, seguramente, nos animan a persistir en nuestra estupidez.

Pero, ¿hay déficit democrático en la España de hoy, cuarenta y cinco años después de muerto el general golpista que impuso su santa voluntad durante buena parte del siglo veinte?

Hay hechos que lo confirman. Sin ánimo de exhaustividad, aquí va una somera enumeración de algunas de estas contumaces evidencias del siglo XXI:

-La defensa a ultranza de una anciana y achacosa Constitución que recoge en sus artículos la inmunidad del rey o la prioridad del varón frente a la mujer en la sucesión de la Corona. O que prohíbe celebrar un referéndum para decidir sobre la secesión de una región del país, a diferencia de lo que sucede en democracias avanzadas como Canadá o Reino Unido.

-El reparto político de puestos en el Consejo General del Poder Judicial y en los tribunales superior y constitucional, que compromete la independencia judicial. Y esto combinado con el aforamiento masivo de cargos públicos que les garantiza ser juzgados en exclusiva por esas altas instancias judiciales, elegidas por sus propios partidos.

-El negar el derecho a votar el modelo de Estado que queremos, para poder escoger entre una monarquía (que como está formulada es heredada del franquismo) y una república federalista y laica. También nuestros vecinos tuvieron monarquías que pasaron a mejor vida.

-La existencia de partidos políticos con responsabilidad de gobierno que se niegan a condenar la dictadura franquista.

-La vigencia de unos acuerdos preconstitucionales con la Iglesia católica que, entre otros muchos privilegios, aseguran la presencia de la enseñanza de la religión católica (y también la musulmana y la judía) en las escuelas públicas; o convierten al Estado en recaudador, a través del IRPF, de fondos para el sostenimiento de esa entidad privada que es la Iglesia católica, o la eximen del pago de determinados impuestos, como el IBI.

-La entusiasta participación de autoridades públicas en manifestaciones y ritos confesionales católicos.

-Las graves deficiencias en la libertad de expresión que mantienen en la cárcel a un buen número de artistas por supuestos delitos de injurias al rey u otras instituciones del Estado.

-Las decenas de miles de víctimas de la dictadura que permanecen aún en fosas comunes aguardando una reparación que no llega.

-La pervivencia de inscripciones de exaltación a fascistas y miembros del régimen dictatorial franquista en fachadas de templos, en calles y plazas.

 -O, en fin, una desigualdad económica que no para de crecer en una sociedad que pretende ser socialista en el reparto de las pérdidas (multimillonarias ayudas públicas a la banca o a las empresas), pero liberal en el reparto de los beneficios.

 La respuesta no puede ser sino afirmativa: sí que hay déficit democrático en nuestro país. Dicho lo cual, debo señalar que los exabruptos de Pablo Iglesias son eso, bravuconadas que solo parecen buscar notoriedad para un ego inflamado, de esos que deben de hacer reír a gusto a nuestras impenitentes compañeras urbanitas.