lunes, 17 de noviembre de 2014

lunes, 29 de septiembre de 2014

Cecilio López-Tercero, el ébola, los misioneros y los sin papeles



Este verano, el Estado español, en medio de los salvajes recortes en Sanidad, contó, sin embargo, con recursos suficientes para repatriar en aviones medicalizados a dos ancianos misioneros, enfermos terminales de ébola, disponiendo para ellos en exclusiva una zona aislada en un hospital público de Madrid. Ellos habían asumido sus riesgos al viajar a África a desempeñar una labor que, en muchos casos, sé que es admirable. Tanto como la que desarrollan millares de voluntarios de ONGs que entregan su juventud y su salud por un mundo más justo e igualitario.

Pero ahora resulta que no hay fondos para rescatar a López-Tercero, un espeleólogo español herido y atrapado en una cueva de Perú desde el día dieciocho de septiembre.
El aventurero Jesús Calleja declara hoy a Público: "Yo soy de los cabreados (con el Ministerio de Asuntos Exteriores). Estoy viviendo de cerca lo que ocurre y es una situación límite. Los voluntarios se están costeando el rescate con su dinero y su tiempo, pidiendo excedencias en los trabajos. Y hacen falta 60 personas."
También la afición de López-Tercero es noble, pues está movida por la curiosidad, y el afán de descubrimiento y aventura: esos impulsos que han permitido a los humanos progresar y mejorar nuestras vidas a lo largo de la historia.

El Ejecutivo se niega a enviar medios y especialistas para su rescate porque, según dice, no hay dinero. Tampoco lo hay, al parecer, para atender a los enfermos sin papeles, aun cuando padezcan enfermedades infecto-contagiosas que, además de acabar con ellos, les convierte en un peligro potencial para el resto de la población.


lunes, 15 de septiembre de 2014

Regeneración democrática: la laicidad pendiente

Portada de las actas del I Congreso sobre la Laicidad en España



            Uno de los pilares básicos de una sociedad democrática es la separación de las religiones respecto del poder político. Las opciones ideológicas personales deben quedar circunscritas al ámbito privado o, en todo caso, al espacio público abierto, es decir, a la vía pública. Es lo que se conoce como LAICISMO, un aspecto fundamental para medir la calidad democrática de cualquier sistema político.
            El laicismo implica la independencia del Estado y sus instituciones de toda influencia religiosa, lo que supone la creación de un espacio público único y compartido con leyes comunes para todos. El Estado laico garantiza la libertad plena, manteniendo a raya cualquier forma de presión corporativista. Implica, asimismo, el reconocimiento de la pluralidad de convicciones, religiosas y no religiosas, y el trato igual a todos los ciudadanos, sean éstos ateos, agnósticos, indiferentes o creyentes en sus diversas vertientes. A todos ellos se les reconoce la libertad de conciencia.
            En España, una serie de circunstancias y hechos acaecidos a lo largo de todo el periplo democrático, comprometen el derecho a la libertad de conciencia y, por consiguiente, la independencia del poder político respecto a las religiones. Cuando las religiones invaden el ámbito del poder civil, aparece el clericalismo que implica una grave merma en la calidad democrática de la convivencia ciudadana. Entre esos hechos caben citarse los siguientes:
-La financiación de las distintas confesiones religiosas con el erario público.
-La presencia de la religión confesional en la escuela pública.
-La implicación religiosa evidente de la familia real.
-La consagración de las Fuerzas Armadas y de Orden Público a vírgenes o santos.
-La presencia de símbolos y de signos confesionales en los organismos públicos y en los colegios electorales.
-Dar nombres religiosos a colegios, hospitales y otras instituciones públicas.
-El juramento de los ministros y otros cargos ante el crucifijo y en presencia de la autoridad eclesiástica.
-La presencia de autoridades políticas en el ejercicio de su cargo en manifestaciones y ceremonias religiosas.
-La existencia de una legislación que privilegia los derechos de los creyentes frente a los agnósticos, ateos, racionalistas, etc.
-La determinación del calendario laboral y escolar por las festividades religiosas.
-La excesiva presencia de las grandes religiones en los medios de comunicación públicos.

           
            Para superar esta situación y contribuir a la efectiva separación de la esfera pública política de toda influencia religiosa, deben ponerse en práctica, al menos, las siguientes medidas:

-Promover una educación pública científica y humanística, donde la formación religiosa confesional quede excluida del currículo escolar oficial en todos los niveles educativos.

-Revisar el código penal para suprimir cualquier consideración punitiva de la blasfemia u ofensa a las creencias religiosas.

-Promulgar una ley de libertad de conciencia que venga a sustituir a la actual Ley de libertad religiosa de 1980.

-Denunciar los Acuerdos del Estado español con la Santa Sede; tanto los que versan sobre enseñanza y asuntos culturales, como sobre asuntos jurídicos y económicos, dado que suponen el reconocimiento de privilegios de diversos tipos para la Iglesia católica.

-Suprimir aquellos otros acuerdos y normas que supongan un trato de favor para las confesiones religiosas u otras opciones ideológicas, como el que regula la presencia de clérigos en las Fuerzas Armadas y en los hospitales públicos; el que establece la asistencia religiosa y los actos de culto en las escuelas; o la Ley orgánica sobre el derecho de asociación que permite a “las iglesias, confesiones y comunidades religiosas regirse por su legislación específica”.

-Poner fin a los privilegios económicos concedidos a las confesiones religiosas con las que hay establecidos acuerdos, como la exención del pago del IBI o del impuesto de sucesiones, donaciones y transmisiones patrimoniales.

-Para que sean los propios creyentes quienes sufraguen económicamente sus iglesias, suprimir el sostenimiento de cualquier confesión religiosa con fondos del erario público. Así, ahora el Estado abona las nóminas de capellanes castrenses u hospitalarios o de los profesores de religión.

-Que en las instituciones públicas y en los colegios electorales no haya símbolos religiosos.

-Suprimir las ceremonias religiosas oficiales, como los funerales de Estado.

-Prohibir que los cargos públicos puedan asistir de manera oficial y en el ejercicio de sus funciones representativas, a ninguna ceremonia o manifestación de cualquier confesión religiosa.

miércoles, 4 de junio de 2014

La agonía del régimen del 78



¿ABDICACIÓN? DESGRACIADAMENTE, LO HAN ENTENDIDO TODO

El régimen del 78 se ha erosionado a marchas forzadas y todas sus instituciones están debilitadas, como
confirman las encuestas del CIS: partidos, sindicatos, jueces, medios de comunicación o monarquía (en Abril de 2013 se desplomó hasta el 3,89 de valoración). Los escándalos de corrupción de la Infanta Cristina y Urdangarín o las salidas de tono de Juan Carlos lo han puesto más fácil pero, estrictamente hablando, todo eso ya sucedía antes. Antes del 15M, ningún juez les habría juzgado (sólo hay que ver las presiones al juez Castro) ni ningún medio de comunicación se habría hecho eco. Y es que la llegada de los ‘indignados’ hizo a (algunos) jueces más valientes y obligó a los medios a informar. En ese contexto de crisis institucional, el rey Juan Carlos (y Rubalcaba) ha dejado de ser funcional y su presencia era más un lastre que una ayuda al proyecto de las elites y del FMI o el BCE. Con limitado apoyo social y frágil salud, no podía ser un revulsivo. Aunque, ¿es su abdicación una derrota del régimen? Rotundamente no: Es una reacción al asedio a las castas del 78, un movimiento en un tablero de ajedrez ante una (esperada) creciente ola de movilizaciones.

¿Es su abdicación una derrota del régimen? Rotundamente no: Es una reacción al asedio a las castas del 78¿Por qué ahora? Nada volverá a ser lo mismo

Rajoy ha anunciado que la decisión fue tomada en enero. Quiso decir: ‘la decisión lleva planificándose desde enero’, porque la realidad es que el 25 de mayo ha precipitado los acontecimientos y ha activado su plan de emergencia. No es casual que fuera el propio presidente quien anunciara la abdicación. Que la mayoría social (ya existente) pretenda ser mayoría electoral también en las instituciones es un motivo de preocupación para las elites. Pero lo que a la casta más les preocupa es que se ha abierto un nuevo ciclo de movilización, con consecuencias impredecibles. Lo decía Madrilonia hace un mes. La irrupción de una candidatura rupturista el 25M podría romper la resignación instalada a nivel social y abrir un nuevo ciclo. La reacción de los medios de comunicación con furibundos ataques dirigidos a Pablo Iglesias y Podemos (“Dinamita antisistema” tituló el periódico La Nueva España su especial sobre este movimiento) revelan su nerviosismo. Los círculos de Podemos se han multiplicado (su reciente asamblea en Valencia reunió a un millar de personas), Izquierda Unida saldrá reactivada con Alberto Garzón, la movilización social crecerá al acercarse las elecciones generales, municipales y autonómicas, y activistas como Ada Colau darán el paso a lo institucional. Es decir, las cosas podían ponerse más feas para el régimen del 78. ¿Podría en ese contexto haberse realizado una sucesión monárquica pactada? No. Sin embargo, a día de hoy Rajoy sabe que las protestas sociales exigiendo un referéndum (que no se realizará, porque desangraría nuevamente al PSOE), no evitarán la sucesión. En un año y con poder institucional, ¿quién sabe? Por ello, se lleva a cabo un cambio en el juego de tronos ahora que se puede y se controlan las instituciones.

Repliegue u ofensiva: las estrategias de las elites pre y post-25M

La estrategia pre-25M era replegarse y aguantar el chaparrón, como si nada estuviera pasando. Lo había dicho el activista asturiano Emilio León tras la derrota en las movilizaciones mineras de 2012: la pugna no era por la represión sino por la depresión. Por eso Rajoy no cedió con los mineros, ni con los funcionarios, ni con la PAH, ni con el 15M. ‘Ya se cansarán, no hay alternativa’, decía. Mientras, pseudo-regeneracionistas como Rosa Díez o Albert Rivera (el político con mayor apoyo mediático) recogían el descontento ante PP y PSOE. El 25M rompe eso y la estrategia de repliegue ya no es posible. A partir de ahora, cada día con TVs de plasma, corrupción y Rubalcabas abrían el espacio político a las fuerzas rupturistas en las instituciones, que demostraron que ‘sí se puede’. La ventana de oportunidad es aquí clave: Si quedaran 4 años para las siguientes elecciones, el régimen optaría por el desgaste progresivo a esas formaciones y el ataque sutil en los mass-media, para hacer virar la opinión pública. Pero las elites están asustadas: en 1 año habrá un nuevo ciclo electoral y Pablo Iglesias o Ada Colau son más influyentes en las redes sociales que el propio presidente del Gobierno.
Daniel Ripa –Redacción Asturies- Diagonal Global

domingo, 18 de mayo de 2014

POR UNA REGENERACIÓN DEMOCRÁTICA DEL SISTEMA



PRINCIPIOS GENERALES
-La libertad es el derecho absoluto de todo hombre y de toda mujer adultos de no juzgar sus actos más que según su propia conciencia y su propia razón; haciéndose responsables primero de sí mismos y luego de la sociedad que ellos han aceptado voluntariamente.
-El ser humano no es realmente libre más que entre personas igualmente libres; la esclavitud de un solo ser humano ofende a la humanidad y niega la libertad de todos.
-La libertad de cada uno, en consecuencia, sólo es posible mediante la igualdad de todos. La realización de la libertad por medio de la igualdad, en principio y de hecho, es justicia.
-El orden en la sociedad debe ser el resultado de la libertad individual mayor posible, así como de la libertad a todos los niveles de la organización social.
-La organización política y económica de la vida social no debe estar dirigida, como sucede ahora, de arriba abajo (del centro a la periferia) imponiendo la unidad por medio de una centralización forzada. Por el contrario, debe reorganizarse para dirigir de abajo arriba (desde la periferia al centro) según el principio de asociaciones y federaciones libres.
-Proclamamos a la razón humana como único criterio de verdad; la conciencia humana como base de justicia; la libertad individual y colectiva como única fuente de orden en la sociedad.

ORGANIZACIÓN POLÍTICA
-Es imposible determinar una norma concreta, universal y obligatoria para el desarrollo interno y la organización política de cada nación. No obstante, sin ciertas condiciones
absolutamente esenciales, la práctica de la libertad sería imposible. Estas condiciones son:
1. Libertad absolta de culto. Abolición de todas las religiones estatales y de toda las iglesias privilegiadas, incluyendo aquéllas mantenidas o apoyadas por subsidios estatales.
2. Las religiones no deben disfrutar de los mismos derechos políticos que se dan a las asociaciones de producción; tampoco se les puede confiar la educación de los niños, ya que simplemente existen para negar la moral y la libertad y para hacer ganancias con la actividad lucrativa de la brujería.
3. Abolición de la monarquía.
4. Absoluta igualdad de derechos políticos para todos los hombres y todas las mujeres.
5. Abolición, disolución y desmantelamiento del Estado centralizado, alter ego de la Iglesia. Abolición del poder judicial estatal: todos los jueces deben ser elegidos por el pueblo. Abolición de los bancos y demás instituciones de crédito. Abolición de toda administración centralizada, de la burocracia, de todos los ejércitos y policías estatales permanentes.
6. Reorganización interna de cada país sobre la base de la libertad absoluta de cada individuo, de las asociaciones produtivas y de las comunidades. Reconocer el derecho de secesión y el derecho absoluto a la autodeterminación.
7. Derechos individuales:
-Derecho de todo hombre y toda mujer, desde el nacimiento hasta la mayoría de edad, a todos los gastos de entretenimiento, ropa, alimentos, vivienda, cuidados y formación (escuelas públicas, educación primaria, secundaria y superior, artística, industrial y científica), todo ello a expensas de la sociedad.
-La libertad de los adultos de ambos sexos debe ser absoluta y completa.
-Libertad ilimitada de propaganda, de opinión, de prensa, de reunión pública o privada. Libertad absoluta para organizar asociaciones.
-La libertad puede y debe defenserse únicamente mediante la libertad: proponer la restricción de la libertad con el pretexto de que se la defiende es una peligrosa ilusión.
8.La unidad básica de toda organización política en cada país debe ser la comunidad completamente autónoma, constituida por el voto mayoritario de todos los adultos de ambos sexos. Esta elije a todos sus funcionarios, legistadores y jueces.
9.La provincia no debe ser otra cosa que una federación libre de comunidades autónomas.
10.La nación no debe ser otra cosa que una federación de provincias autónomas.
11.Principios de la Federación Internacional. La unión de naciones que forme la Federación Internacional estará basada en los principios enunciados anteriormente.

ORGANIZACIÓN SOCIAL
-La igualdad política sólo será posible cuando haya igualdad económica y social.
-La igualdad económica y social significa la nivelación de la riqueza personal, pero sin restringir lo que una persona pueda dquirir por su propia capacidad, energía productiva y economía.
-La igualdad y la justicia exigen únicamente que la sociedad esté organizada de tal modo que cada ser humano –desde su nacimiento, pasando por la adolescencia y la madurez- encuentre medios idénticos, primero para la manutención y educación y, más tarde, para el ejercicio de todas sus capacidades y aptitudes naturales.
-Abolición del derecho de herencia.
-El trabajo es la base de la dignidad y de la moral humanas.
-La tierra y todos los recursos naturales son propiedad común de todos, pero sólo serán utilizados por aquellos que los cultiven con su propio esfuerzo. Sin expropiación, tan sólo con la poderosa presión de las asociaciones de trabajadores, el capital y los medios de producción caerán en manos de aquellos que producen la riqueza con su propio trabajo.
-Abolición, no de la familia natural, sino de la familia legal, basada en la propiedad y la ley. El matrimonio civil y religioso será reemplazado por el matrimonio libre.
-Los padres tienen derecho a cuidar y orientar la educación de sus hijos bajo el control último de la comunidad que se reserva el derecho y la obligación de quitar los hijos a aquellos padres que, por su ejemplo, trato cruel o inhumano, desmoralicen o perjudiquen el desarrollo físico y mental de sus hijos.
-Los niños no pertenecen ni a sus padres ni a la sociedad. Se pertenecen a sí mismos y a su propia futura libertad. Hasta tener la edad suficiente para ocuparse de sí mismos, los niños deben criarse según la orientación de sus mayores.
-La escuela laica debe reemplazar a la Iglesia. La razón, la verdad, la justicia, el respeto por sus semejantes, el sentido de dignidad personal, que es inseparable de la dignidad de los demás, el amor a la libertad personal y la libertad de todos, la convicción de que el trabajo digno es la base y la condición de los derechos: éstos deben ser los principios fundamentales de toda educación pública. A medida que los niños crecen, la autoridad dará lugar siempre a mayor libertad, de modo que, cuando llegue a la adolescencia, sea completamente libre y olvide que, en la infancia, tuvo que someterse inevitablemente a una autoridad. La esencia de toda educación moral es la siguiente: inculcar a los niños el respeto por la humanidad para hacer de ellos mujeres y hombres buenos. La sociedad esperará de ellos que cumpla únicamente estas tres obligaciones: que permanezcan libres, que vivan de su propio trabajo y que respeten la libertad de los demás.
-Los ancianos y los enfermos disfrutarán de todos los derechos políticos y sociales y serán mantenidos generosamente por la sociedad.
-La "Santa Alianza" de la contrarrevolución mundial y la conspiración de los reyes, el clero, los nobles y la burguesía, constituye una fuerza abrumadora. Contra esta reacción la revolución aislada de un solo pueblo nunca tendrá éxito. Semejante revolución sería una locura, una catástrofe para el país aislado y constituiría un crimen contra todas las demás naciones. De ello se desprende que el levantamiento de un solo pueblo no debe tener un objetivo particular, sino el de todo el mundo. Esto exige un programa mundial a fin de canalizar las pasiones de todas las masas populares de Europa, prescindiendo de la nacionalidad. Este programa sólo puede ser el de la revolución social y democrática, cuyo objetivo es: libertad para todos, para los individuos y las corporaciones colectivas, las asociaciones, las comunidades, las provincias, las regiones y las naciones.

Mijail Bakunin, Catecismo revolucionario [1866]  (Fragmentos), Tusquets. Barcelona, 1977 (Edición a cargo de Sam Dolgoff). Págs. 84-107.

domingo, 27 de abril de 2014

Lúcidos (II)

Si la historia no fuera siempre una teodicea cristiana disfrazada, si se hubiera escrito con más justicia y más fervor de simpatía, estaría muy lejos de poder prestar hoy el servicio para el que se emplea, a saber, como opio contra toda tendencia revolucionaria e innovadora. 
NIETZSCHE, Consideraciones intempestivas, 3, IV

jueves, 10 de abril de 2014

Todo lo que era sólido



Vengo de leer la última obra de Antonio Muñoz Molina, Todo lo que era sólido (Seix Barral. Barcelona, 2013). Su autor, emulando al Tábano ateniense, se embarca en una reflexión lúcida, rebelde y, en
Antonio Muñoz Molina
ocasiones, amarga acerca de lo que comenzó siendo un proyecto de país. Condensan sus páginas el desengaño de las ilusiones que prendieron en los jóvenes corazones que soñaban con un futuro de libertad y justicia en las puertas de nuestra truncada Transición desde las tinieblas de la dictadura. La democracia no podía ser sino un sistema que garantizara la igualdad de oportunidades, la justicia social, la libertad y la participación ciudadana, la ilustración popular y el premio al esfuerzo y al mérito. Pero vino a ser una democracia sin alma y con rostro de cemento; un gigante de plomo que ignora a los débiles y protege a los poderosos.
Muñoz Molina indaga en las causas de esa estafa moral y muestra la sensación de extrañeza de quienes no se suman al fiestorro de lo folclórico, de lo cañí-autonómico, a los fastos del nacionalismo legañoso (el españolista o el de los otros), a romerías y procesiones o a funerales de Estado.
El diálogo sereno de las ideas, atento a las razones del otro y sujeto a las normas de la honestidad intelectual en la búsqueda generosa del bien común, ha dado paso a un guirigay de monólogos simultáneos que no sostienen ideas sino creencias con argumentos tan efectistas como falaces, del tipo “y tú más” o “si me atacas no eres patriota”.
El darwinismo social, el triunfo de los fuertes, es la clave del neoliberalismo que todo lo impregna: la lógica depredadora y competitiva de los negocios se pretende trasladar a la educación y a la sanidad. Se criminaliza a los ciudadanos que se manifiestan en las calles para expresar su disidencia, se silencia el arte crítico y alternativo, se arrolla al periodismo independiente. Crece la exclusión de los pobres y los inmigrantes, al tiempo que se acrecienta el discurso de la caridad o el limosneo compasivo que sustituye a la exigencia de justicia social.
Las razones para el desencanto son muy variadas.  
Duelo a garrotazos (Goya)
            El país sigue funcionando con cierto orden y eficacia: los panaderos hacen el pan cada mañana, los médicos atienden a sus pacientes, los parados buscan su sustento, los padres llevan a sus hijos cada día al colegio, donde los maestros les enseñan, en general, con profesionalidad –no confiéis en PISA, ni en la aplicación de las pruebas, ni en la presentación de los resultados-. Una ciudadanía en general honesta y laboriosa, se ve confrontada a la malversación del dinero público, al éxito de los trepas o a la renuncia a los principios (el laicismo, entre otros) de una buena parte de la izquierda; o bien al blindaje de los privilegios de la Iglesia católica que bendijo al dictador y que, luego, trazó las líneas rojas en la senda política a seguir; o al desprecio por el trabajo y el mérito anónimos, a la conversión de los partidos en bastiones del nepotismo donde no se esperan otros cambios que los de caras; al populismo, al culto al líder, a los nuevos caciques; a la incompetencia, a la codicia sin límites, a la demagogia; a la confabulación de los necios, a las oligarquías impunes, a la economía de casino; o, finalmente, a la conversión de la Constitución en un texto sacrosanto que no se toca, salvo para perjudicar a la inmensa mayoría, a los paganos de siempre (trabajadores, comerciantes, estudiantes, pensionistas, parados).
            Tenemos un país esquilmado por el latrocinio canalla de algunos y la incompetencia culpable de otros. La decadencia moral e intelectual de nuestros dirigentes contrasta con esa laboriosidad honesta de la ciudadanía que, cada vez más harta, se aleja de las urnas: éstas son las dos Españas, no las que añora el
discurso en blanco y negro de Rouco y sus adláteres.
Cuarenta años después de la muerte del dictador, decenas de miles de víctimas del franquismo siguen sepultadas en escondidas fosas comunes, mientras en calles, plazas e iglesias permanecen incólumes placas, estatuas y panteones en homenaje a sus verdugos; y cuando los hijos, nietos o hermanos de esos muertos amordazados claman justicia, se les llama resentidos y oportunistas desde el partido en el gobierno, pues, al parecer, son ellos quienes deciden qué víctimas son genuinas y cuáles no lo son.
Vivimos en un país arruinado donde quienes menos tienen han hecho sacrificios que no podían, mientras la Iglesia sigue sin pagar el IBI de su inmenso patrimonio, o el impuesto de transmisiones; un país sin aliento cuyo erario público sostiene a una familia real convertida ya en impávida esfinge, tan inútil como gravosa.  Donde no hay dinero para salvar a los desahuciados, a los parados o los estudiantes, brotan multimillonarias subvenciones para la banca (que desahucia a quienes no pueden ya pagar su casa y ahoga con su usura a quienes mantienen aún su devaluado salario) o para los dueños de unas autovías que nadie necesitaba; donde se suspenden las ayudas de acción social, se mantienen las subvenciones a carísimas y hueras televisiones autonómicas o locales, convertidas en púlpitos de la peor casta política y en escaparates de souvenir de las culturas vernáculas.
El Roto (El País)
La larga tradición del bipartidismo que arranca en el siglo XIX con Narváez y Espartero, se asienta hoy sobre una ley electoral cuyos beneficiarios (PP, PSOE y nacionalistas) no están dispuestos a negociar. No puede ser que la alternativa a este gobierno de la derecha montaraz que, con el tesón y el pulso firme de un cirujano, desmonta derechos civiles y laborales labrados en siglos de luchas luminosas y sacrificios oscuros de los que nada tenían que perder; que la alternativa, digo, no sea otra que la de un partido socialista que se despidió de sus últimos años de gobierno indultando a un banquero corrupto y pactando una infame reforma constitucional (amañada con nocturnidad y alevosía) en favor de quienes se lucran a costa de la inmensa deuda que políticos inmorales acumularon en nuestro nombre; un gobierno socialista que, por no molestar a obispos y cardenales, renunció a derogar los pactos preconstitucionales con el Vaticano, o a sacar adelante una ley de libertad de conciencia que llevamos esperando más de treinta años. Ni tampoco puede serlo una izquierda (llamada unida) que sostiene las políticas neoliberales en Extremadura o guarda silencio en Andalucía donde, después de dos años de gobierno bipartito, sólo han salido adelante dos (Ley de Memoria Democrática y Ley de Transparencia) de las más de treinta propuestas que nutrieron el pacto de gobierno que sostiene en el poder al PSOE en esa Comunidad.
En tan sólo unos días veremos a nuestros alcaldes y concejales, de uno y otro partido, contonearse solemnes en las cabeceras de las procesiones de Semana Santa, en una renovada escenificación de la sempiterna simbiosis que otorga votos y prestigio a quienes, sin escrúpulos, colocan el poder civil (que si es democrático, es laico) al pie del altar.  
Éstos y otros lamentos resuenan en las lúcidas y desesperanzadas páginas de este libro que sólo confía en la revolución operada a través de los principios cívicos, la conciencia formada y una educación pública de calidad para todos. Proyectos de altas miras, complejos y que no ofrecen la cosecha inmediata a que aspiran los tarambanas encorbatados que nos gobiernan y una parte de la ciudadanía que carece del hábito imprescindible de la reflexión.
Pero, pasen, pasen y lean...
Me acuerdo de un Viernes Santo, en Úbeda, quizás en 1973 o en 1974. Encerrados en casa de alguien un grupo pequeño de amigos leíamos por turno en voz alta y comentábamos un documento clandestino, el Manifiesto-Programa del Partido Comunista. Discutíamos sentados en el suelo porque nos parecía menos burgués que sentarnos en sillas o en sofás. Dilucidábamos el significado de la Huelga Nacional Pacífica o de la Alianza de las Fuerzas del Trabajo y de la Cultura. A pesar de nuestra cautela teníamos que levantar las voces para entendernos -en la calle, debajo de la ventana, estaba discurriendo una procesión de Semana Santa, con gran estrépito de trompetas y tambores-. Reunidos en aquel cuarto lleno de humo de tabaco en el que imaginábamos el porvenir con impaciencia apasionada, nada podía resultarnos más lejano que el espectáculo que sucedía en la calle. En la cabecera de la procesión las autoridades del ayuntamiento y de la Falange marchaban al unísono con los curas, escenificando la alianza entre el poder político y la iglesia tan impúdicamente como cuando el dictador entraba bajo palio en una catedral.
Cinco o seis años después de aquella tarde de Viernes Santo, en 1979, en el ayuntamiento de nuestra ciudad gobernaba un alcalde socialista, el primero después de la Guerra Civil. Era un hombre de pelo blanco y aire apacible, el sastre al que iba mi familia a hacerse los trajes formales de las bodas y los entierros. Se llamaba José Gámez, y cuando yo era niño lo rodeaba una confusa leyenda de persecución política. Que un hombre con aquella actitud de absorta mansedumbre hubiera estado en la cárcel era una de esas incongruencias que causan intriga en la imaginación infantil. Era <>, decían los mayores.

El Roto (El País)
El último alcalde franquista de Úbeda había sido un hombre gordo rico y rotundo que iba por la ciudad sentado en el asiento posterior de un Mercedes. Que en 1979 llegara a ser alcalde José Gámez, nuestro sastre de siempre, con sus trajes rozados y sus hombros caídos, era un signo indudable de que a pesar de todas las incertidumbres algo estaba cambiando de verdad en España. Una de las primeras cosas que hizo al tomar posesión fue quitar el crucifijo de su despacho y anunciar que en cumplimiento de la separación entre la iglesia y el estado no volvería a haber representantes municipales en las procesiones de Semana Santa.
José Gámez, socialista austero, republicano laico que jamás quiso cobrar un sueldo como alcalde y que iba cada mañana al ayuntamiento dando un paseo desde la casa modesta en la que había vivido siempre, cumplió sus cuatro años de mandato y no volvió a presentarse a las elecciones. Se había pasado la vida esperando el regreso de la democracia y manteniendo una solitaria dignidad a través de los años negros de la tiranía, pero cuando la democracia vino y su partido pasó de la ilegalidad al poder en un plazo muy breve Gámez descubrió que no había sitio para la gente como él. Al nuevo alcalde, también socialista, mucho más joven, le faltó tiempo para restablecer toda la pompa antigua de la participación municipal en las procesiones: y no sólo las de la Semana Santa, sino también la del Corpus Christi, y la de la Virgen Patrona.
El alcalde socialista de Granada, el profesor que retrasaba un mandato tras otro la vuelta a la universidad, se vestía de gran gala y de collar de oro para subir a la Abadía del Sacromonte a la cabeza de la corporación municipal y besaba con unción el pequeño cofre que contiene las reliquias de san Cecilio. El dirigente socialista andaluz José García de la Borbolla declaraba en una campaña electoral que si salía elegido como alcalde su mayor ilusión era presidir la procesión del Corpus. Igual que había hecho el Generalísimo, el Rey Juan Carlos I se arrodillaba cada año en la catedral de Santiago ante la estatua del Apóstol. Los concejales comunistas de Málaga se declaraban partidarios de la insumisión contra el servicio militar y al mismo tiempo protestaban porque los soldados de la Legión habían dejado de desfilar junto a los tronos de la Semana Santa. Durante la Semana Santa la televisión pública andaluza empezó a transmitir en directo y sin descanso procesiones, cosa que no había hecho nunca la televisión franquista.
La religión ya no era el opio del pueblo. La religión era ahora una parte de las culturas vernáculas, de las identidades colectivas inmemoriales que era preciso rescatar o preservar: incluso inventar, si era preciso, y literalmente al precio que fuera; porque ahora el dinero público que había empezado a fluir con tanta abundancia y a financiar tantos simulacros, fiestas, protocolos, solemnidades, efemérides, también se dedicó a pagar las facturas crecientes de las celebraciones católicas. Por cobardía ideológica, por falta de verdaderas convicciones laicas, por oportunismo electoral, la izquierda en el poder se volvió cómplice de las liturgias aparatosas de la iglesia y secundó y fortaleció su ocupación de los espacios públicos.
Debajo del carnaval de todas las entrañables fiestas y tradiciones católicas se esconde uno de los mayores expolios y de los mayores escándalos de la democracia española: con dinero público se subvenciona al cien por cien la enseñanza religiosa; las escuelas religiosas privadas se sostienen con los impuestos de todos. En financiar el privilegio y la educación religiosa se van los fondos que por ser de todos deberían sostener la enseñanza pública.
Era misterioso que una izquierda que venía del laicismo de la II República abrazara con tanta convicción las celebraciones de la Iglesia, y aceptara tan servilmente respetar cada uno de sus privilegios.

domingo, 30 de marzo de 2014

sábado, 29 de marzo de 2014

A sus señorías les pone

El Roto (El País, mayo 2012)
'Recorte' es una palabra insulsa, anodina, como aquello que viene a significar. Hasta ahora, este término traía a mi memoria los restos de pan de ángel que comía junto a mis hermanos como golosina pobre, cansados ya de roer a escondidas los jaboncillos de sastre. ¡Nos comíamos los recortes!
Pero entonces, llegaron ellos. Con el anterior ejecutivo su campo semántico comenzó a hacerse monolítico y odioso. A poco que hagamos memoria, recordaremos los recortes del gobierno Zapatero; sí, fue hace solo algunos meses (¡que parecen años!). Quienes ahora se presentan como adalides del estado de bienestar, congelaron las pensiones, bajaron el sueldo a los funcionarios públicos (entre un 5 y un 15%), subieron el IVA del 16 al 18%, y adelgazaron la inversión pública. Sin embargo, ¡ay!, olvidaron recortar algunos privilegios inveterados. Así, la exención de pagar IBI a la Iglesia católica por sus innumerables inmuebles (un regalo de 2500 millones de euros anuales). Asimismo, en 2008 se incrementó del 0,5 hasta el 0,7 el porcentaje que le asigna la casilla del IRPF a esta institución privada y se convirtió en norma definitiva lo que había sido concebido como situación provisional (la aportación del Estado a la Iglesia en tanto ésta alcanzaba su autofinanciación). Otrosí digo que dicho gobierno dio su apoyo a los de arriba sin el menor sonrojo socialista: ahí está el indulto al banquero Sáenz como broche de oro de su gestión transparente. Y quien ahora lidera ese partido se sentaba en el consejo de ministros que llevó adelante casi todos estos desmanes.
Pero con Rajoy llegó el clímax: “No puede ser que sea gratis todito”; “Estoy harto de la milonga de la economía sostenible”; “He encontrado unas partidas maravillosas de donde recortar. Ya les contaré…”; hemos oído decir a sus correligionarios en un tono paternalista que tiene mucho mérito.
Sí, la presidenta de Madrid recorta en escuela pública, pero incrementa en un 2 % las subvenciones a la concertada. Quien quiera una escuela a la carta, que se la pague, digo yo. Y también digo que el Estado sólo debe garantizar una escuela pública de calidad gratuita y para todos, máxime en estos tiempos de escasez y austeridad.
Adelgazar, bajar, recortar, congelar, escasez, austeridad, son palabras que les pone porque siempre han sido otros quienes ponen el lomo para trabajar y el rostro para que se lo partan.
España es el país que más estudiantes Erasmus envía al extranjero y que menos beca paga a cada uno de ellos (una media de 130 € al mes ¡para todo!). Es que ya no hay dinero para becas ni servicios públicos, pero sí para subvenciones a banqueros, ERE fraudulentos, monumentos faraónicos de autobombo o aeropuertos sin aviones (“¿Te gusta el aeropuerto del abuelo?”, le espetó un entrañable Fabra a su indefenso nieto, dejándonos ver la concepción de lo público que ocultaba bajo sus caracolillos atusados y sus sempiternas gafas negras).
Y los bancos, los que causaron la burbuja inmobiliaria con su depredadora política de captar clientes a toda costa, reciben ahora subvenciones públicas multimillonarias. Si nadie lo evita, y no lo evitará, Bankia sumará pronto 50.000 millones de euros de dinero público: casi el doble del montante total de recortes impuestos para todo este año por nuestro gobierno-guillotina, ese que nos conduce con mano certera hacia la noche de los tiempos.
Esos bancos, obedeciendo a su ciego instinto depredador, arrebatan ahora sus viviendas a quienes han sido las víctimas de su pillaje (“usura” se llamaba antes este pecado). Siguen así acumulando patrimonio inmobiliario que, cuando escampe, volverá a engrosar sus suculentos balances de beneficios. Y entonces todo serán facilidades para devolver lo prestado (si es que se devuelve).
Ante tanta falta de sentido de lo común y tanto regocijo en el recorte, uno piensa que lo hacen porque les pone despojar a los que menos tienen de lo poco que habían conseguido tras de años de sacrificios.
Pero ahí está la lección de Grecia: castigo al bipartidismo. Como allí, la derecha pierde votos aquí y el partido socialista (¿socialista he dicho?) tampoco se recupera del batacazo (último barómetro del CIS). Aunque la gran damnificada es la democracia. Ahí está el estremecedor ascenso en Grecia y Francia de los más despiadados cavernícolas que ha conocido la humanidad desde que es humanidad.
Y a estas alturas de la cruenta intervención, cuando ya va quedando poco que amputar a nuestro famélico Estado de bienestar, sigue sin oírse la voz de ningún obispo o alto jerarca de la Iglesia católica. Haciendo gala de una mínima coherencia con los textos que declaman cada domingo desde el púlpito, debían clamar ante el poder político por que pare esta sangría injusta e inmisericorde (¿recuerdan lo del rico, el camello y el ojo de la aguja en el Evangelio de san Mateo?). Esa sangría está poniendo a los pies de los caballos a quienes menos tienen y a los jóvenes. Esta crisis los despoja de su futuro, su trabajo y su casa, y ahora también de la atención sanitaria y de una educación de calidad. Quisiera oír una voz tan firme y clara, al menos, como la del señor obispo de Alcalá. Tal vez sea que a ellos (los prelados) también les pone esta política furiosa con los débiles (parados, estudiantes, pensionistas, inmigrantes, asalariados, enfermos…) y mansa con los poderosos (banqueros, terratenientes, defraudadores, multinacionales, paraísos fiscales…). Algún mal pensado pero bien informado podría gritarles que los pobres son y han sido siempre su gran coartada.
¿Serán todos, políticos, banqueros y obispos, víctimas de lo que H. Arendt llamó la banalidad del mal? ¿O de lo que los psiquiatras denominan el contagio del mal? Sí, ese síndrome que llevó a tantos ciudadanos de a pie, como usted y yo, a colaborar con la estrategia del mal aplicada con meticulosa frialdad por los fascismos en la Europa de hace solo unas pocas décadas. El neurocientífico Simon Baron-Cohen propone en The science of evil que la crueldad humana resulta de una erosión de la empatía que transforma al otro en un mero objeto, que es lo que, para ellos, acabamos siendo usted y yo.