domingo, 20 de abril de 2025

Mi adiós a las aulas: quien enseña, aprende

          


         PANTA REI, Todo fluye. Con esta sentencia dio comienzo a sus clases, allá por el año 1983, mi profesor Tomás Calvo Martínez en el que era mi primer curso universitario del grado de Filosofía. Se trata de uno de los aforismos más conocidos de Heráclito de Éfeso, apodado El Oscuro. Nada permanece. Y también con ella terminaban mis alumnos de segundo de Bachillerato su exposición acerca de este enigmático filósofo en la que era una de mis últimas clases como profesor en el IES Manjón de Granada.

Antigua Sexi, ese era el sugerente nombre del Instituto de Bachillerato de Almuñécar donde me estrené un 15 de septiembre de 1989. Tenía 24 años y me esperaba un grupo de treinta y ocho estudiantes de COU a los que superaba poco en edad. La perfumada noche mediterránea de la víspera, alojado en un pequeño hostal próximo al rebalaje, dormí poco y mal. Pero amaneció una luminosa mañana de cielo azul y mar en calma, que me levantaron el ánimo. Después de un curso dedicado a las jodidas oposiciones, me reencontraba con ese olor tristón y espeso del aula, con el adobo picante de las saltarinas feromonas adolescentes. Yo iba con tanta ilusión como miedo. Y, para mitigar los nervios, mi hermano Juanfran, que ya era maestro y lo era por vocación, me aconsejó llevar un guion de actividades —con temporalización precisa, me indicó diligente— para esa mi primera vez en un oficio que tiene mucho de ritual, de puesta en escena. Hasta me anudé una corbata al cuello para aparentar más edad. Pronto comprendí que la autoridad —basada en el respeto recíprocoy el poder —asentado en el miedo— son cosas diferentes. De poco servía levantar barricadas, llamando de usted a mis alumnos o exigiéndoles un tratamiento similar hacia mí. Lo importante era no pensar en ellos como en grupos o bandadas, sino mirar a los ojos de cada uno y procurar tener presentes sus particularidades, sus talentos, sus expectativas y su intrahistoria única.

Después de treinta y seis cursos impartiendo en diversos centros las asignaturas de Filosofía, Ética, Educación para la Ciudadanía, Sociología, Psicología, Antropología, Oratoria y Debate, Atención Educativa, Ámbito Sociolingüístico, Proyecto Integrado y algunas materias más —incluso de otros Departamentos, como Francés o Geografía e Historia, con días de bastante miel y otros con alguna ceniza, hoy me despido de las aulas y de mis queridos alumnos.

Parece que fue ayer cuando mi madre me dejó por primera vez en una austera aula de mi desvencijada escuela. Tenía cinco años y ella me acompañó hasta la misma clase de doña Pepita. Solo la dejé marcharse con la promesa de que no se apartaría de la puerta hasta la hora de salida. El niño tímido y atolondrado que yo era entonces lo revela esta pequeña anécdota... (SEGUIR LEYENDO)


7 comentarios:

  1. Preciosa y conmovedora reflexión. Tantas experiencias vividas, tantos momentos... Querido compañero, gracias por haber transmitido sabiduría, amor, compromiso, capacidad crítica y valores a unas cuantas generaciones. He compartido contigo algunos de esos años. Primero como madre y tú, tutor de mi hija y después como compañera en las aulas. A mi hija le dejaste buena huella y a mí otro tanto. Gracias por mencionarne en tus palabras porque soy feliz y estoy orgullosa de saberne una de tus amigas. Disfruta de tu nueva etapa. Te lo has ganado con creces. Aunque la lucha siempre continúa . ¡Salud!

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    1. Gracias, querida Mammen. Excelente compañera, maestra y amiga

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  3. COMENTARIO EN MODO HORACIANO

    Ángel, amigo,
    Ya ves que nuestras horas,
    Como las hojas de aquel olmo machadiano,
    Se van desligando del árbol de la vida
    Y cubren, copiosas, el sendero que pisamos.
    El balón que de niños perseguimos
    Lo evoca la imagen despiadada
    De una esfera en el espejo despojada
    De aquellos rizos otrora seductores.
    ¡Ay! ¿En qué rincón quedaron los amores
    De que gozaba sin parar la edad temprana?
    -Bueno, no tanto-
    La alegría del primer sol en la mañana,
    Tras una noche de soñar sin dormir,
    Entre amigos,
    De reír y cantar,
    De mirar en silencio la negrura estrellada.
    Y el descubrir la belleza en un libro,
    La música en las olas,
    La paz en un paisaje.
    Aquella profesora que te enseñó los clásicos.
    Aprender que la vida tiene también
    Su peaje de dolor, pero vale la pena.

    ¿Acaso se va yendo lo pasado?
    Queda en nosotros. Nos conforma.
    Bien lo sabes.
    Veo en mi frente las arrugas de mi padre.
    En los ojos de asombro de una alumna
    -Incapaz de reprimir un "hala!" muy sentido-
    Veo mi mismo escalofrío de niño
    Ante un hallazgo impensable.

    El tiempo se detiene.

    Cierto que uno teme
    Otro crujido inesperado en las lumbares;
    Que lo que eran guedejas
    Vayan tornándose, con suerte,
    Someras canas.
    Pero ¡Qué importa! Aún conseguimos,
    Después de todo y de vez en cuando,
    Mantener el tipo batallando
    En nuestras camas.

    GRACIAS POR TU SEMBLANZA AUTOBIOGRÁFICA, ENTRAÑABLE, LÚCIDA, LENA DE SABIDURÍA DE AYER, DE HOY Y DE PORVENIR

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    1. Gracias, Miguel Ángel, poeta, amigo querido, por tus alados versos que detienen el tiempo y me dejan absorto, sin palabras. Dichoso el balance que alentó tal poema. Gracias

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  4. Panta rei, esa frase cambió mi vida. Muchas gracias, profesor, por enseñarme el amor a la filosofía, a Heráclito, a Nietzsche, a Ortega y a tantos otros.

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    1. Gracias, María, alumna querida, temprana, brillante. Tú también elegiste el camino de la docencia. Que seas feliz y hagas felices a tus alumnos. Abrazos

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