domingo, 24 de noviembre de 2019
Y ahora, España
Ya están en las instituciones los que nunca se habían ido. ¡Ha transcurrido tan poco tiempo desde el sueño del 15-M a la pesadilla de VOX! Teníamos, sí, la crisis-estafa, con su correlato de empobrecimiento y desigualdad; teníamos el nacionalismo (el catalán y el españolista), que agita banderas al grito de 'prietas las filas' ante los intentos de disgregación y la llegada de inmigrantes que huyen de infiernos de guerra y sociedades empobrecidas y desestructuradas. Pero faltaba el partido del discurso del odio sin tapujos. Ya está también aquí. Y ha entrado por el sur, la tierra más azotada por los problemas sociales.
Hemos desarrollado una democracia que ha obtenido notables logros como el Estado descentralizado de las autonomías y la victoria sobre el terrorismo etarra; pero también con notables déficits crónicos como la desigualdad territorial, un modelo económico demasiado dependiente del sector servicios, la ausencia de políticas de vivienda social, el olvido de las víctimas de la dictadura, la ínfima inversión en educación, un necesario referéndum sobre la monarquía, la corrupción rutinaria en el ejercicio del poder o las hipotecas de la Iglesia católica con unos acuerdos vaticanos vergonzosos heredados de la dictadura franquista.
Como advertía el poeta, la historia y la morcilla están hechas de sangre y se repiten.
Necesitamos una Europa de los pueblos. Urge una izquierda fuerte y reconocible, con un PSOE renovado, unos sindicatos comprometidos y un Podemos sin esos caudillos que imparten lecciones de democracia asamblearia desde sus cátedras, pero imponen sus listas-plancha. Esperamos que políticos y sindicalistas oigan el clamoroso silencio de la mayoría que ya no acude a votar. Mientras tanto, volvamos a las calles.
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