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martes, 26 de mayo de 2020

¡POR FAVOR! SIN RUIDO NI FURIA (escrito a modo de exorcismo contra la desolación y el insomnio)

Miguel Ángel Rubio Mirón (Profesor de Enseñanza Secundaria)


         Al dolor inmenso que está provocando en todos nosotros esta pandemia viene a añadirse ahora, en mí al menos, la tristeza y la rabia de una imagen falsa, que, sin embargo, se extiende en la calle. Una especie de mancha de impureza trágica e inevitable que nos define como país: no somos coreanos ni alemanes, eficientes y cumplidores; tampoco portugueses, además de lo anterior, leales y solidarios.
No. En nosotros es congénita la semilla de la división, del egoísmo y la deslealtad; la imposibilidad de un proyecto común. Incluso en estos tiempos de desgarro, huecos de vida.
¿Por qué esa imagen? ¡No es cierta!
En los momentos de peligro absoluto, el alma humana entra en tensión entre dos impulsos. El egoísta del “¡Sálvese quien pueda!” y el de la ayuda mutua. Necesario y natural el primero, el segundo viene a complementarlo pronto, por inteligencia y por solidaridad de grupo. La salvación o es común o no es. Sólo los muy ciegos o los cegados no lo entienden.
Contra esa imagen, lo que yo he visto y veo muy mayoritariamente son personas que cumplen y ayudan. Sanitarios a la cabeza, y también los demás colectivos. Por hablar del mío, el docente, que es el que mejor conozco, los profesores estamos poniendo nuestro tiempo, nuestros medios y nuestra salud en el empeño, sin el mayor aliciente para nosotros, que es ver el brillo del conocimiento en los ojos de nuestros alumnos y sentir su cercanía atenta o bulliciosa, pero reconfortados en nuestro esfuerzo por su respuesta y la de sus familias –que nosotros también tenemos, por cierto. (Se me ocurre ahora que el beneficio que les estamos generando con nuestro trabajo a compañías eléctricas y de telefonía podría revertir, por ejemplo, en las arcas del Estado. ¿A nadie en los distintos gobiernos se le ha ocurrido?).
Esta es la realidad social que observo. En el trabajo en los campos -¡qué bien ahora los trabajadores migrantes, eh!-, en las tiendas y mercados, en las terrazas que vuelven a servir, en los servicios de limpieza, en los transportistas… en la solidaridad vecinal con las personas de riesgo.
Es cierto que hay actitudes minoritarias de los “ciegos” o “cegados” de los que hablaba arriba, que nos ponen en peligro a todos, pero esto no debe hacernos olvidar lo general. Es cierto también que algunos lo hacen organizados. Y esto es más preocupante porque inocula miedo, desconfianza y disgrega cuando necesitamos unidad.
Patriotas de sus privilegios y voceros de machismo y xenofobia ocupan el espacio público esparciendo ruido y odio, pavoneándose en actitud chulesca. Con banderas que vejan al apropiarse de ellas de forma espuria, para desánimo de los ciudadanos que sienten que es la de todos. Banderas humilladas y ruido, porque de los bulos y falsedades que generan ellos y sus medios, y de los que en un círculo vicioso se alimentan, no pueden surgir argumentos, ni siquiera lemas. Lo importante es derribar al Gobierno. Según ellos, resulta que tenemos un gobierno de incompetentes y asesinos que, además, nos arrebata la libertad. No entiendo cómo no han dicho aún que el virus lo ha fabricado el Vicepresidente Endemoniado en su mansión de la Sierra, fruto de una trama venezolana (“¡No des ideas!” dice Bala, mi perra, que aúlla en latín). –perdón por haber perdido el tono-. 
Sencillamente, es una ofensa para las personas que nos han dejado y, por desgracia, para las que todavía nos van a dejar, para sus familias y para los ciudadanos que las acompañamos en el dolor. Una ofensa de ellos, a quienes tanto les preocupan sus caídos.
Estas marchas, en coches no porque no tengan conciencia ecológica, sino porque no las pueden hacer a caballo, las hacen apoyándose en la “libertad de expresión” y en la “democracia”, libertad y democracia que sólo respetan cuando alcanzan el poder los suyos.
La democracia de verdad, la que integra en la discrepancia mediante el debate es inclusiva, no excluyente. “Diferenciar amigo y enemigo es contrario al espíritu democrático” (J. L. Villacañas, Imperiofilia y el populismo nacional-católico). Es lo más valioso para una comunidad de ciudadanos justa y libre. Y hay que defenderla. La Atenas clásica, que inició el camino, en la que la parrhesía, la libertad de palabra, era el cimiento de la democracia, castigó a Frínico por poner en escena el dolor de la ciudad de Mileto tomada por los persas. Nuestras leyes, porque la nuestra quiere ser una democracia avanzada, ¿no?, no permiten actuar así con quienes se quieren aprovechar del dolor de sus conciudadanos. Pero estos desalmados deben merecer nuestra reprobación moral desde el conocimiento y desde las convicciones democráticas. Y como auténticos demócratas tenemos la obligación y el derecho de hacer esa reprobación de forma individual y colectiva, dentro de las normas que hemos acordado, a no ser que queramos ser simplemente unos idiotaien griego, de nuevo, “quienes se despreocupan de los asuntos públicos y sólo atienden a lo particular”).
En esta cuestión de la defensa de la democracia y de nuestra propia imagen tienen un papel fundamental los medios de comunicación (conocimiento) y las formaciones políticas (fortaleza democrática).
Hay que ser escrupulosamente profesional -y sabemos lo que eso significa- al abordar la realidad para transformarla en noticia. En todos los medios y especialmente en los públicos. En La 1, el tratamiento de la “marcha por la libertad” de ayer, sábado 23 de mayo, ocupó un espacio exagerado y tuvo un tratamiento casi apologético por, espero, purismo mal entendido. Muchos coches, mucho color, calles colapsadas, pero ¿Cuántas personas participaron? ¿Qué efecto sobre la ciudadanía? ¿Qué pretendían los participantes? ¿Ser objetivos es poner un micro al alcance, de quiénes? Me temo que los “marchadores” estarán encantados. ¿Críticas u oposición a la marcha? Alguna, para que no se diga.
A mí me ha llegado un vídeo en el que unos jóvenes, “agresivamente” armados con textos contrarios a la marcha –imagino- escritos en cartones, intentan hacerse visibles a los manifestantes, que guardan, ¡naturalmente!, la distancia física. Son rechazados, porra en mano, por dos policías, que no son La policía democrática, pero son policía democrática, entre vítores vergonzosos. Parafraseando a Galeano, “pajarillos de la subversión disparando a las escopetas de la libertad”. Ahí hay noticia, sólo son cuatro jóvenes, pero defendiendo la democracia.
No les habrá llegado a los responsables de los Informativos o puede que hayan pensado que es un bulo… Igual que el del asunto del palo de golf o la escoba, tratado frívolamente en RNE1. ¡Personalmente me importa un pito que sea una cosa u otra el instrumento con el que el borjamari de turno ataca la señal de tráfico! Me importa el gesto y lo que significa.
Y por seguir con noticias… Muchas me han conmovido en este tiempo: imágenes de los hospitales colapsados, fallecidos sin acompañantes, ancianos en sus residencias, colas de personas esperando comida… Todas dolorosas y cubiertas informativamente con la profusión y la sensibilidad obligadas. Se me han quedado grabadas en la memoria también, sin saber muy bien por qué, dos menos impactantes, pero asimismo significativas: la queja-petición de un migrante recordando su trabajo en los campos y pidiendo derechos básicos, y la súplica de una señora del barrio de Salamanca de que no se les estigmatice a todos los vecinos por lo que hacen unos energúmenos en su barrio. Todos unidos por el dolor y la injusticia. De los dos últimos casos también se puede hacer un buen tratamiento informativo.
Otro lugar común muy extendido y al que se echa en buena medida la culpa de nuestra imagen negativa son nuestros políticos, movidos sólo por sus intereses de partido, incapaces de consensuar medidas, alejados de los ciudadanos… ¡Todos por igual! ¿Para qué la democracia?
La equidistancia es siempre interesada, o el refugio del perezoso intelectual. Tiene vacuna: se llama conocimiento y preocupación por la verdad y su difusión. Espero que el tiempo, con el testimonio de expertos y científicos, y no sólo del equipo gubernamental, ponga a cada uno en su sitio y cada uno cargue con su responsabilidad. Responsabilidad en el origen de la crisis, en su actitud política ante ella y en su manera de afrontar la salida, si es que esta llega.
Por supuesto que la crítica es necesaria: los errores en las decisiones tomadas, graves; la falta de transparencia en la toma de decisiones, la imposición incluso, posibles. Pero esto no justifica la deslealtad de apoyar y alentar operaciones de acoso y derribo al gobierno legítimo sea como sea.
Nunca he votado, ni creo que lo haga, al partido mayoritario en el Gobierno de la nación. Por muchos motivos: OTAN, privatizaciones, casos de corrupción… pero, sobre todo, por haber permitido que la Educación Pública, el elemento principal de integración democrática y de promoción de la igualdad entre los ciudadanos, haya terminado cayendo, en una parte importantísima, en manos de una iniciativa privada que en nombre de la “libertad de elección” consigue la financiación de sus privilegios con el nombre de conciertos. Tampoco que en la Educación Pública no se haya apostado por la integración de la diversidad que nos constituye como nación de naciones. ¿Por qué en todo el tiempo de democracia bajo gobiernos socialistas no se ha diseñado, por ejemplo, una asignatura común a todos los futuros ciudadanos que sencillamente a mí, que soy extremeño de origen, me permita pedir el pan en catalán en Besalú, en gallego en Cambados o en euskera en Etxalar? “El fascismo también es un virus” dice con razón Rufián. También puede llegar a serlo el nacionalismo. Y ambos tienen también vacuna en una Educación Pública al servicio de la democracia. Y en cambio, en las aulas se sigue adoctrinando.
Pocas simpatías por el principal partido del Gobierno; tampoco entusiasmo por su aliado principal. Pero están actuando con decisión y medida; con voluntad de atender todos los frentes con todos los medios disponibles; elaborando disposiciones legales –ley climática, renta mínima, becas, cambios en la reforma laboral… y todo ello, en medio de esta situación crítica. ¿Carta blanca? No. ¿Apoyo crítico a un gobierno legítimo? Sí.
Y también pensar y repensar cómo estamos. ¿Por qué hemos llegado a esta situación? ¿Cómo evitar que vuelva a darse? ¿Cómo redefinimos los servicios esenciales? 
Un economista hablaba ayer en RNE1 de reactivar la economía propiciando el consumo. ¿Será una reactivación ligada a unas prácticas de economía ecológicamente sostenible? ¿Volveremos a un turismo de masas que invada las ciudades y deteriore el medio ambiente? Supongo que todos hemos notado, en medio de este desastre, el placer de unas calles sin tráfico, con un silencio sólo amenizado por el bullicio de los niños jugando, por los trinos de los pájaros volviendo a sus hogares de fronda renovada… Muchos retos.
Prudencia y mucho estudio necesario. Porque vuelve el fútbol, que entretiene, pero poco enseña. Estudio de la realidad y de la Historia que enseña y, además, entretiene, y que, entre otras cosas, nos advierte de que la serpiente nace de un pequeño huevo.

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