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lunes, 30 de julio de 2012

Puntadas de verano

Metateatro

Que esta vida es sueño y teatro pocos lo ponen en duda. Somos personajes en una farsa que adquiere distintos tonos y así es comedia, drama, tragedia o tragicomedia según los casos. En medio de este engaño en el que nada es lo que parece, salvo el desenlace final, la filosofía y la ciencia constituyen loables esfuerzos por aprehender una porción de la realidad más verosímil. Pero esta se esconde, es escurridiza, poliédrica e incluso camaleónica. La religión viene a ser aquí un teatro dentro del teatro: una sobreactuación que pretende imponerse como verdad única tanto a quienes entran en el juego como a quienes no entramos. En la religión, en sus rituales, todo parece doblemente falso a quien mira desde fuera.

Mártires

No debiera alardear la Iglesia católica de sus mártires, pues esta institución ha sido siempre (o casi, o sea, desde que ostenta el poder político a partir del siglo IV de nuestra era) una máquina de ejecutar disidentes. Ya en este siglo son abundantes los casos, incluso en la Hispania romana. Pero el más conocido es la de la filósofa Hipatia, directora de la Biblioteca de Alejandría a finales de este mismo siglo IV. Acusada de impiedad fue desollada viva, arrastrada por la ciudad, descuartizada y quemada por las hordas cristianas alentadas por el obispo Cirilo, proclamado después santo. Toda la obra de esta mártir del conocimiento fue destruida. La Biblioteca, con sus riquísimos fondos, quemada. Comenzaba la Edad Media.

El arzobispo y los funcionarios

Dispara el señor arzobispo de Granada a todo lo que se mueve. Por sus palabras lo conocemos y creemos que reúne méritos suficientes para ser acusado ante un juez de diversos delitos.  Habló el eximio representante del poder religioso, económico y mediático sobre la ley del aborto, a la que comparó con el régimen de Hitler. Por si sus feligreses no entendían, añadió que esta ley justifica la violencia contra las mujeres 'argumentando' (no son argumentos, sino falacias) que alguien que aborta da a los varones “la licencia absoluta, sin límites, de abusar” de su cuerpo. Ahora arremete contra los jóvenes que pretenden convertirse en funcionarios: les falta espíritu emprendedor, son síntoma de una enfermedad social. No entiende la función pública como sostenedora de servicios sociales básicos porque él no los necesita ni ha creído nunca en ellos: la escuela pública, la sanidad universal y gratuita.

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