domingo, 17 de agosto de 2025

Andújar, tierra de tradición jabonera

Estado actual de la fábrica de jabón
Joaquín Llaguno de la Haza
en el Paseo de las Vistillas
Una vieja leyenda vincula el origen del jabón con el Monte Sapo, junto al Tíber, lugar donde los primitivos romanos realizaban sacrificios a los dioses. La mezcla de grasa animal con las cenizas de las incineraciones y la lluvia, daba como resultado una pasta similar al jabón, dado que, al disolverse en agua, la ceniza produce hidróxido de sodio, o sea, sosa cáustica. "Jabón" procede, así, del latín "saponem", acusativo de "sapo", sustancia untuosa. 
Suelo usar para mi higiene personal un buen jabón artesanal hecho a base de aceite de oliva y sosa. Es menos agresivo y contaminante que los geles y jabones de la cosmética moderna confeccionados con sulfatos, conservantes, parabenos químicos y fragancias sintéticas. El caso es que hace unos días leí un artículo de prensa histórica fechado en Madrid a principios del siglo pasado, que elogiaba la calidad del jabón que se hacía en Andújar, cuyas fábricas estuvieron activas desde el siglo XIX hasta los años setenta del XX. 

En mi opinión, sería interesante recuperar esta industria tan vinculada a nuestra olivarera tierra. Históricamente, junto al aceite, la actividad comercial e industrial iliturgitana se completaba con la cerámica —de tradición milenaria desde la sigillata romana, y aún viva, aunque con bastante menos pujanza que hace unas décadas—, y con los productos de la apicultura: nuestros cirios de pura cera de abejas alcanzaron renombre internacional —La cerería Corazón de Jesús, en la calle Ramón y Cajal, fue proveedora oficial del Vaticano a partir de 1905—, y la miel y el polen de nuestras colmenas siguen exportándose hoy. Tal vez el Ayuntamiento o la Diputación provincial podrían convocar algún tipo de cursos de formación profesional, escuelas-taller o fórmula similar para recuperar la producción jabonera a partir del aceite de oliva. 



Francisco Ramírez Díaz (Andújar, ca. 1880), mi abuelo paterno, formó parte de esta tradición artesana. Fue maestro jabonero y, como tal, trabajó en la fábrica de Joaquín Llaguno de la Haza, al final del Paseo de las Vistillas, donde da comienzo la Cuesta de Castejón. Aún se conserva el viejo edificio industrial que la albergó. En 1904, viajó a Palencia con el encargo de formar allí a quienes debían trabajar en una nueva fábrica que se acababa de inaugurar. Por este motivo, mi padre nació en esa tierra en 1905 y fue bautizado con el nombre de Antolín, patrón de la vetusta ciudad castellana, en su catedral homónima. Ya de regreso a Andújar, mi abuelo y su familia ocuparon la vivienda aneja a la fábrica de las Vistillas durante algunos años. En ella creció mi padre y sus hermanas. Él me contaba sus recuerdos de esa casa. Un día, mientras jugaba descalzo en el patio de la fábrica, un carro vino a descargar sosa cáustica, producto utilizado en la elaboración del jabón. Algún pequeño trozo cayó al suelo y quedó adherido a la planta de su pie sin que él lo advirtiera. Cuando llegó la hora de acudir a la sesión vespertina del cole, se calzó a toda prisa... El sudor fue humedeciendo la sosa, provocando la consiguiente reacción química que él notó como una dolorosa e inexplicable quemazón; pero la timidez le hizo aguantar hasta la salida del colegio para quitarse el zapato y descubrir la profunda herida que había causado el ácido. 

Las ventanas de esa casa, más de cien años después, siguen mirando hacia el bosque en galería de fresnos y álamos que jalonan el cauce de un Guadalquivir, caudaloso y sereno, señor de la fértil vega que abraza la ciudad. En el alféizar de una de esas ventanas, mi padre y sus hermanos dejaban cada enero sus zapatos para recibir sus regalos de Reyes, pues en ese lugar de severos afanes de adultos, también moraban sueños de niños. Y un recuerdo triste: mi abuelo, al que, por meras razones de cronología biológica, no pude conocer, sufrió las presiones del caciquismo del voto, propio de la Restauración borbónica y muy frecuente tras el Desastre del 98. Según mi padre, él resistió con dignidad. También fue víctima de un accidente laboral cuando una caldera estalló y le abrasó los ojos. El maestro jabonero, además de realizar las mezclas en proporciones pertinentes, vigilaba la presión de las calderas y valoraba en cada momento si el color y la textura de la masa resultante eran las adecuadas. 

Como consecuencia, quedó ciego y esta desgracia le quebró el ánimo. También le provocó problemas nerviosos con desvanecimientos frecuentes, uno de los cuales le sorprendió en plena calle, teniendo que soportar algún comentario malintencionado sobre su supuesta embriaguez. Fue un hombre emprendedor, que sacó adelante a sus seis hijos —el más pequeño de ellos, Rafael, adoptado— y seis sobrinos carnales. Varios de ellos recibieron formación musical, algo infrecuente en esos años. Mi padre —que abrió su primera sastrería en 1927 en la calle Santa Engracia de Madrid y un segundo negocio, la "Sastrería Antolín", en 1933 en la Plaza Vieja de Andújar (1)—, cursó solfeo y violín —entonces el estudio del lenguaje musical se hacía en cuatro cursos previos al aprendizaje del instrumento—; mi tía Josefina, piano. —Ella, pintora y escultora, expuso en varias ediciones del Salón de Otoño de Madrid en el Círculo de Bellas Artes de la calle de Alcalá—. Mi tío Rafael, fraile capuchino, fue organista en el monasterio de Guadalupe (2); y mi tía Clara, franciscana, profesora de piano en la convento de Llanes (Oviedo), donde pasó buena parte de su vida y donde murió. 

Entre las muchas fábricas que funcionaron en Andújar estaban la de San Antonio, la de Pablo Jiménez y Cñía. —que elaboraba los Jabones de tocador Ancora y Castilla—, la de A. Rodríguez y Cñía., José de la Torre Rubio, la de Miguel Gavilán y Cñía., Gregorio Ortega de la Haza, Ángel de la Haza y Cñía., La Purificación Jabonera de Francisco Garrido, Bernardo Estepa Gómez, José Sáenz de Tejada, José Llaguno Garma, Sucesor de Alejo Gallego, Jabones Victoria de Luis Benayas Fernández, José Plaza López, Francisco de la Torre Estepa, Ángel Bellido Robles, José A. Buitrago Montes, Vicente Lillo Pérez, o la de Juan Martínez y Martínez. 

La jabonera de Sáenz de Tejada, anunciaba en su publicidad que desde 1872 producía el mejor jabón: «elaborado exclusivamente con aceite puro de oliva, produce un lavado excelente e inmejorable, además de ser el que menos destruye las ropas y de estar considerado como un gran desinfectante de ellas». Su producción anual superaba las mil toneladas.

También se asentaron empresas foráneas como Bilore y Lizariturri, procedentes del País Vasco. Los jabones de Bilore alcanzaron una gran popularidad en los años setenta, con potentes campañas publicitarias en la monolítica y omnipotente televisión de la época. 

En la fábrica de Lizariturri y Rezola, se producía el conocido jabón Lagarto, también muy popular, y las barras de jabón de afeitar Flores de Gurys. Estaba en Santa Úrsula, en el espacio que hoy ocupa el Parque Comarcal de Bomberos. 

En 1920 aún había diecisiete fábricas de jabón activas en la ciudad con 150 empleados (Garrido González, 2003). 

Pero la aparición de la lavadora, máquina que vendría a aliviar el duro trabajo doméstico en los primeros años setenta, marcó el fin del uso del jabón común y la consiguiente crisis de los escasos negocios jaboneros que aún subsistían. Una de los últimas fábricas en cerrar estaba entre las calles del Pino y Lope de Vega. Eran estas las primeras vías de la ciudad viniendo de la sierra, pues el barrio del Polígono Puerta de Madrid aún no existía. Recuerdo de niño el intenso y penetrante mal olor que percibíamos al pasar junto a ella con el Seiscientos de mi padre de regreso de las Viñas. Y es que la decadencia propia de los postreros estertores nos había devuelto a los orígenes remotos, sustituyendo el aceite de oliva por malolientes grasas animales, supongo que con el disgusto de los últimos maestros jaboneros. 

Notas:

(1)   El joven soñador e impetuoso que entonces era mi padre, se había afiliado a Falange. Al estallar la guerra en julio de 1936, abandonó Madrid para trasladarse a Andújar, donde tenía vivienda y su segundo negocio de sastrería. Buscaba refugio en la familia, pero enseguida fue detenido con la acusación de pertenecer a dicho partido. Su casa y negocio fueron requisados para confeccionar uniformes para los soldados del frente en la cercana provincia de Córdoba. Él pasó por las cárceles de Martos y Jaén, salvando su vida gracias a las gestiones de su hermana Josefina, enfermera en el Hospital Municipal. Cuando finalizó la guerra, mi padre fue concejal de la primera corporación municipal, constituida el 19 de abril de 1939 con Tomás Escribano Soriano como alcalde (Córdoba Ortega, 1977, pág. 313). Enseguida evolucionó hacia actitudes moderadas, negándose a testificar contra los republicanos detenidos bajo la acusación de pertenecer a sindicatos o partidos de izquierda. Tal fue el caso de Santiago de Córdoba, afiliado a la UGT, por quien mi padre intercedió, salvándole de los trabajos forzados a los que había sido condenado en la reconstrucción del Santuario de la Virgen de la Cabeza (Córdoba Ortega, 1977, pág. 577). A ese Antolín moderado, respetuoso, exponente de una derecha liberal e ilustrada, que congeniaba con las propuestas de Adolfo Suárez y Gutiérrez Mellado, fue al que yo conocí como padre casi tres décadas después. 

(2)   Durante sus años de vida en este monasterio, fray Victorino conoció y tutorizó al notable pianista Esteban Sánchez, quien, con dieciséis años ganó el Premio “Eduardo Aunós” que concedía el Círculo de Bellas Artes de Madrid (Carlos Cordero, 2011, págs. 246 y sigs.)

Bibliografía:

-Cordero, Carlos: “Esteban Sánchez en el recuerdo con Guadalupe al fondo”. Boletín de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes. T. XIX (2011). Págs. 233-249.

-Córdoba Ortega, Santiago de: Historia y memoria de Andújar (1931-1977). Andújar (Jaén): Alcance Editorial, 1977.

-Garrido González, Luis, y Chamorro Cantudo, Miguel Ángel: "Reflexiones sobre el cambio productivo de la economía jiennense en el siglo XX al hilo de la Historia industrial y mercantil de Andújar de Antonio Herrero Cortés (1978)", Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, número 185 (2003), págs. 183-228.

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domingo, 20 de julio de 2025

Espacio disponible

EDUARDO NAVE y GILLES LIPOVESTSKY en el museo JOSÉ GUERRERO (Granada)

Folleto de la exposición en el José Guerrero

Hasta el 12 de octubre, se exponen en el José Guerrero, junto a la Alcaicería granadina, las excelentes fotografías de Eduardo Nave (Valencia, 1976). Espacio disponible es el evocador y descriptivo título de esta exposición. Su contenido encaja perfectamente en las diáfanas salas de este edificio que, en sus pilares metálicos y sus grandes ventanales a la calle Oficios, conserva aún el sabor de su primitivo uso industrial y comercial para el que fue concebido hace más de cien años.

Abundan en las fotografías los suelos de tierra descarnada y los páramos estériles que, con las ruinas de edificios comerciales o industriales que los habitan, contemplan la silenciosa desolación de los esqueletos de las vallas publicitarias, a la vez que dan testimonio del desorden generado por los excesos que dichos cadáveres escenifican.

Acompaña la exposición un texto del filósofo francés Gilles Lipovestski (París, 1940) del que recojo algunos fragmentos:

«¿Hay algo más ominipresente en nuestra vida cotidiana que los objetos, las imágenes y las exigencias del consumo? (…) Ahora, de la mano de internet y las tecnologías digitales está surgiendo un nuevo vector publicitario. (El) declive de los grandes soportes de exhibición impresa —cuando no su desaparición anunciada— es lo que muestra el proyecto fotográfico de Eduardo Nave.

Fotografía de Eduarde Nave
(Incluida en el folleto de la exposición)
»Este retroceso no es en absoluto una señal del principio del fin del consumismo. Nada más lejos; este sigue alimentando las pasiones de los individuos de forma masiva. No seamos ingenuos: la crisis ecológica y climática no acabará con el frenesí consumista, que cada vez pasa más por internet y las compras en línea y sigue manifestándose mediante la inagotable afición por los viajes, el turismo, los restaurantes, los espectáculos, las películas y las series.

»Sin embargo, ¿cómo no ver al mismo tiempo que su momento de gloria ya ha quedado atrás?

»La serie de Nave muestra esas ruinas de la modernidad que son las vallas publicitarias a la antigua usanza, dotadas de estructura material y de un imponente armazón metálico rectangular. De ello, como de todas las ruinas, se desprende un espectáculo no exento de nostalgia y melancolía. Pero ¿melancolía de qué? ¿De los propios soportes materiales, denunciados durante mucho tiempo por su fealdad y su efeto de contaminación visual del paisaje? Tal vez, pero en mi opinión es otra nostalgia la que está en juego, a saber, la de la época utópica, alegre, eufórica, desenfadada, «inocente» del consumo, de la que las grandes vallas publicitarias «agresivas» encarnaron una de sus manifestaciones más emblemáticas.


»
Oferta en rojo
(José Guerrero, 1988)
Comer carne, viajar en avión, vestirse con «moda rápida», no separar y reciclar la basura: todo es motivo de preocupación para la salud y la preservación del planeta. El consumo festivo ha sido sustituido por un consumo considerado peligroso, «criminal» e irresponsable (…) La muerte de las vallas publicitarias clásicas es una metáfora de la muerte de este tiempo esplendoroso del consumismo, del presentismo hedonista.

» (Es) lo que impregna de nostalgia las fotos de las vallas abandonadas y despojadas de su antiguo triunfalismo, que poseen el encanto de un pasado presuntamente feliz en el que el consumo se asimilaba a una «fiesta frívola y alegre» que imaginábamos interminable.»


           
El cuadro Oferta con rojo (J. Guerrero, 1988) se exhibe en la sala de la tercera planta, reservada para exposición permanente de la colección del propio museo. Con esas negras y vacilantes gotas incapaces de salvar el hiato de un fulgurante telón rojo sobre fondo oscuro, expresa bien —ya desde su propio título— la desazón y el vacío de un consumismo roto, atroz y castrante.


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viernes, 18 de julio de 2025

Cosmos


Contemplo extasiado las estrellas en la noche de la Sierra Morena andujareña. La virginal oscuridad de sus cielos, un valioso patrimonio inmaterial cada vez más amenazado*, me permite gozar de este espectáculo sin parangón. Me viene ahora a la memoria la majestuosa sentencia kantiana: "Dos cosas llenan mi ánimo de admiración y de respeto: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí". Desde el agreste otero donde quisiera reposar, alcanzo a divisar algo más de la mitad de este hemisferio norte. Ahí están, como en los veranos de mi lejana niñez, la Osa Mayor, la Estrella Polar o Thuban, que marcaba el norte a los antiguos egipcios, y el grácil destello de alguna estrella fugaz. En este océano sin fondo, además de la trayectoria clara de un brazo de la Vía Láctea que, con la imaginación encendida, llamábamos el camino de Santiago, se percibe la luz de miles de astros que titilan más débiles tras el fulgor de los que solemos ver incluso en los miopes cielos urbanos, como Venus o Júpiter, Arturo o Vega. 
Una estrella es algo misterioso y, como la lluvia borgiana, una cosa que sin duda sucede en el pasado. 

"Cosmos" tituló Carl Sagan la serie documental donde nos paseaba por los prodigios de este universo desconocido de parpadeantes cuásares, galaxias extremadamente lejanas, desafiantes agujeros negros que atrapan la luz, enanas blancas o gigantes rojas, colisiones galácticas y estallidos estelares de viejas supernovas. "En este viaje, conoceréis maravillas", nos anunciaba su voz trémula. Y nos mostraba mundos complejos que danzan sutilmente en el vacío sideral, pero que se conducen como sistemas caóticos, a pesar de la música de las esferas, o del número arjé, y a pesar del tetraktys de los pitagóricos, los primeros en sustituir "caos" por "cosmos" (orden) para nombrar a este universo inmenso, cíclico, eterno, pero más desordenado de lo que aparece ante nuestros asombrados ojos. 

El cielo alto y frío, tan sereno y profundo, insondable para las hechuras humanas, cuajado de astros que son otros mundos y universos, también me hace evocar la angustiada exclamación de Blaise Pascal, enfermo, tal vez, de acrofobia: "Le silence éternel de ces espaces infinis m'effraie". Pascal, el filósofo que nos igualaba a una caña pensante, sencilla y discreta. 

En el lapso de tiempo de una hora, veo circular por este abismo cinco luces blancas. Cruzan la gigantesca pantalla de la bóveda celeste trazando órbitas en distintas direcciones. Son satélites artificiales. 

He pensado, entonces, en esos reductos de culturas indígenas que aún perviven con sus usos y costumbres en recónditos rincones de nuestro cada día más inverosímil Planeta. Pigmeos de Nueva Guinea, piaroa y yanomamis del Amazonas; sioux y dakotas de las praderas norteamericanas; bravos koori de Nueva Gales del Sur o elegantes y risueños rapanui polinésicos. Sus arcaicas miradas, hechas a la imperturbabilidad de la esfera de estrellas fijas, han interpretado cualquier cambio en el firmamento, sea una lluvia de estrellas, sea el eventual paso de un errante cometa, como el anuncio de algún acontecimiento comprometido, crucial para sus vidas. ¿Con cuánta inquietud mirarán ahora cada noche el triste discurrir mecánico de estos nuevos viajeros, frutos de la codicia y la hybris tan humanas y tan trágicas? 

Los imagino en esta misma noche estrellada entregados a sus cánticos y danzas en el shabono, el ágora circular yanomami. Oigo bajo este silencio sagrado sus tambores rituales y suplico desde mi precario escepticismo que sus ceremonias sean eficaces y conjuren este mal transfronterizo que nos atosiga sin tregua. 

* Ahora, en lugar de "cielo estrellado", lo llaman "reserva Starlight", según la bárbara tendencia de creer que cualquier anglicismo suena más moderno y que, tal vez, atraerá a turistas ávidos de consumir y de consumirse en agotadoras tareas. Y a esto, a su vez, se denomina ahora "poner en valor", otra socorrida expresión a la que se recurre hasta la extenuación, y que, en realidad, quiere decir "poner en el mercado", es decir, prostituir. 

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lunes, 14 de julio de 2025

Emergentismo y caos



Siempre me ha fascinado la teoría emergentista, que establece cómo propiedades o conductas imprevisibles surgen de la interacción de los componentes simples de un sistema complejo, no siendo estas reducibles a los atributos de esos elementos aislados. Aristóteles fue el primero en dar la clave de estos sistemas a través del principio que afirma que el todo es más que el mero agregado o suma de las partes que lo integran. Así, un texto impreso es, para quien lo lee entendiéndolo, mucho más que la suma del papel y la tinta que constituyen sus integrantes físicos. ¿Y qué decir de un cuadro de Picasso?

Las llamadas propiedades emergentes, como su propio nombre indica, aparecen inesperadamente, a diferencia de las aditivas o sumativas, como el peso o la electricidad, que son, digamos, más previsibles. Es la irrupción de lo difícilmente explicable, lo aparentemente azaroso, el misterio en el mismo seno de la materia.

Me gusta explicar esto a mis alumnos utilizando los hormigueros y las colmenas como magníficos ejemplos de sistemas emergentes.

Pensemos en la elegante simplicidad orgánica de una hormiga. Con un sistema nervioso extremadamente sencillo y un minicerebro de unos cientos de miles de neuronas (el de un chimpancé tiene varios miles de millones), no cabe esperar que pueda desarrollar funciones demasiado complicadas y, menos aún, conductas inteligentes. Sin embargo, atendamos ahora al entramado social del hormiguero del que forma parte. En él observamos una compleja y jerarquizada organización, con obreras, zánganos y soldados, todos ellos sometidos al matriarcado de una reina todopoderosa.  En el hormiguero, hay guardería, almacenes de alimento, zonas de cultivo de nutritivos hongos en cámaras especiales escogidas por sus niveles de humedad y de temperatura. Hay etólogos que comparan los hormigueros con cerebros capaces de una inteligencia colectiva que resuelve problemas complejos al modo de una red neuronal. Abundan las investigaciones que atribuyen a las hormigas una capacidad mayor que la humana a la hora de resolver ciertos problemas prácticos relacionados con tareas colaborativas (Revista PNAS, 23 de diciembre de 2024). Pero, ¿de dónde procede este orden inteligente? Del sistema en que estos simples animales viven y en el que interactúan.

La vida puede ser entendida también como una propiedad emergente a partir de reacciones físico-químicas entre átomos y moléculas. En resumen, si disponemos de un sistema lo suficientemente complejo y del tiempo requerido (decenas de miles, millones de años en el caso de la evolución), puede acabar apareciendo un orden con unas cualidades inesperadas y hasta prodigiosas. Parece ser una excepción provisional al segundo principio de la termodinámica, según el cual la entropía aumenta con el tiempo. Y digo provisional porque, al final, sabemos que el desorden tendrá la última palabra. Aquí no podemos darle la razón al imperio de los buenos y bellos fines de la teleología de Aristóteles. 

Pues bien, el cerebro humano es un sistema complejo emergente. Sus decenas de miles de millones de células nerviosas, neuronas y neuroglias, conectadas y asociadas entre sí en ramilletes de decenas de miles de ellas conforman redes neuronales de una plasticidad extraordinaria, capaces de adquirir funciones que, a través del aprendizaje, pueden ser modificadas o sustituidas por otras.  

Las sinapsis, es decir, las conexiones entre los axones neuronales, fueron explicadas por nuestro compatriota Santiago Ramón y Cajal —quien, por cierto, aún espera un museo que honre su monumental obra científica—. (¿Se imaginan lo que lo adularíamos si hubiera nacido británico, francés, alemán o estadounidense?). Su teoría neuronal, base de la neurociencia actual, mereció el Premio Nobel de Medicina en 1906. El cerebro es, así, un laberinto de neuronas, un entramado arquitectónico sin parangón en el universo conocido, capaz de pensar y expresarse, tomar decisiones, recordar, odiar, amar, sentir, y —lo más difícil de todo— de tener conciencia. Que sepamos este es el único lugar donde el universo se piensa a sí mismo, adquiere autoconciencia.

Y es que, en el caso de los animales sociales —en especial, el ser humano—, la complejidad es de segundo grado, pues al soporte sistémico cerebral hay que sumarle la interacción con el entorno y, en particular, con otros cerebros en el medio social. Solo así se explica el lento y gradual proceso de aparición de pensamiento y lenguaje simbólicos. De hecho, un cerebro aislado es incapaz de desarrollar las competencias necesarias tanto para el pensamiento abstracto como para los lenguajes naturales o artificiales.

Una turba y una bandada de aves, también son sistemas complejos, aunque caóticos. De ellos también surgen conductas colectivas como la hermosa danza aérea de miles de estorninos o el feroz linchamiento de un ser humano, comportamientos que los individuos no serían capaces de ejecutar por sí solos.

El conjunto de los sistemas complejos incluye el subconjunto de los sistemas caóticos, estudiados por la teoría del caos. Estos, aun siendo deterministas —es decir, someterse al principio de causalidad—, muestran un comportamiento aleatorio debido a su extrema sensibilidad a la modificación de características en las condiciones implicadas. No obstante, tienen patrones subyacentes y obedecen a determinados factores causales. Los ejemplos clásicos son el clima, el movimiento de las bandadas o los bancos de peces, y ¡ay!, también los mercados financieros o la propagación de epidemias.

Ahora sabemos que también una ciudad es un sistema emergente.

Leo en el diario El País una entrevista a Jorge Almazán Caballero, arquitecto español afincado en Tokio desde hace dos décadas. Almazán denomina «urbanismo emergente» al modelo de ciudad que predomina en los barrios de la capital nipona, y explica cómo, partiendo de una situación de caos o desorganización, pueden surgir modelos urbanos de una eficacia sorprendente. 

«Los jokocho son distritos de microbares que surgieron en la posguerra. Para mí es el paradigma del orden emergente. Tienes la unidad más pequeña posible, un dueño y un espacio pequeño (a veces solo caben cinco personas), pero cada zona tiene un cierto carácter. La suma no es desorden», afirma el arquitecto, autor de Tokio emergente. Diseñar la ciudad espontánea, publicado por la editorial Satori, especializada en cultura japonesa. 

La infraestructura de Internet, la red de redes, es también un sistema complejo del que cabe esperar resultados sorprendentes; algunos de ellos tal vez indeseados, en este futuro próximo en el que ya estamos sumidos. La IA podría ser, en este sentido, una propiedad emergente más.  

Según el matemático David John Hand, un conjunto de leyes matemáticas —conocidas como «principio de improbabilidad»— nos dice que no tendríamos que sorprendernos tanto por ciertas coincidencias. Es más, deberíamos esperar que sucedan. Uno de los aspectos clave de dicho principio está en la ley de los grandes números, que asegura que, si disponemos de un número suficiente de oportunidades, antes o después, sobrevendrá cualquier suceso posible, con independencia de lo improbable que éste sea. («Nunca digas nunca», en Investigación y Ciencia, mayo de 2014).

Esa ley puede aplicarse también para arrojar alguna luz a estas propiedades emergentes tan extraordinarias como la aparición de la vida a partir de la materia o de la inteligencia en seres vivos. ¿Explicaría también la repetición de nuestras vidas como sucesos harto improbablesad infinitum dado que el tiempo no tiene límite? No lo sabemos, aunque esto es lo que parece indicar la teoría del eterno retorno del enamorado vitalista que fue Friedrich Nietzsche.

Así como en el ámbito subatómico existe un hiato de indeterminación que le hace escapar a las leyes causales, en el contexto macro de los sistemas complejos aparece también lo fortuito. Aunque las series causales sigan teniendo aquí un valor explicativo, dejan de ser totipotentes, anidando resquicios donde la superposición casi infinita de factores opaca la luminosidad teórica de las leyes mecánicas convencionales. 

Frente a una metafísica esencialista de la sustancia, adquiere inusitado protagonismo lo accidental. Emerge así lo imprevisible en el seno de una complejidad que lo sostiene todo, desde la vida y el clima hasta la inteligencia y la sociedad.

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jueves, 10 de julio de 2025

Veremos a ver si nazco...


ARM, Invierno
Oigo con frecuencia expresiones incorrectas que son fruto del cruce de otras que, en principio, poco tienen que ver; o bien, de la deriva jocosa de frases hechas. Así, el “buscarle los tres pies al gato” una frase absurda a poco que se piense, deformación del original “buscarle el traspié al gato”, que denuncia el empeño de alguno por acabar con la paciencia de un tercero o el esfuerzo baldío por cogerle en un renuncio, tan inútil como es pretender que un gato tropiece y caiga. 
Cabe también la posibilidad de que con "los tres pies" nos estemos refiriendo a las sílabas de la palabra "gato" (en el contexto de la métrica poética); en cuyo caso "gato" tiene solo dos pies. Pero, en este caso, la expresión correcta sería "No le busques tres pies a 'gato' ".
Sin embargo, no ha sido todo esto impedimento para que aparezca en la versión espuria en el mismísimo Quijote.

Me viene a la memoria un artículo hilarante que hace años publicó Manuel Rivas en un periódico. Era una antología de la frase (des)hecha, que es síntoma de la deserción del pensamiento riguroso. “Antes de hablar, enfatizó el presidente, quiero decir unas palabras” acompañaba a frases deformes como “ahora vienen las hostialidades” o “venimos de caspa caída”.
Veremos a ver” es un enunciado incorrecto por cacofónico, amén de absurdo, que nos acompaña con persistencia irritante en medios diversos —los deportivos son una cantera inagotable en este terreno—. Es fruto del cortocircuito producido entre dos expresiones prospectivas como “ya veremos” y “vamos a ver qué pasa”, perfectamente lógicas dichas así, por separado.
Pero mi estupor y decepción fueron supremos cuando lo encontré escrito en el final de una maravillosa carta de Federico García Lorca dirigida a su amigo Regino Sainz de la Maza, que comienza con un inquietante “Ahora he descubierto una cosa terrible (no se lo digas a nadie). Yo no he nacido todavía.” Tras detallar en freudianos términos los síntomas de un desdoblamiento de personalidad (“Había mil Federicos Garcías Lorcas, tendidos para siempre en el desván del tiempo”), concluye con un “Yo vivo de prestado, lo que tengo dentro no es mío, veremos a ver si nazco.”
Federico vuelve a utilizar esta expresión en una carta que dirige a sus padres y hermanos a finales de octubre o principios de noviembre de 1933, desde Buenos Aires. En ella les da cuenta, con orgullo, del rotundo éxito de "Bodas de sangre" en el Teatro Avenida con Lola Membrives. Su escrito concluye con estas palabras: "De España leo noticias desagradables. Estas elecciones van a ser terribles... ¡Veremos a ver qué pasa! ¡Yo tengo verdadera ansiedad por todos esos movimientos políticos!".
Se refiere a las elecciones generales del 19 de noviembre de ese año. Son las primeras con participación femenina y darían una estrecha mayoría del 31,02% a la coalición de derechas de la CEDA. 
Todo esto solo me permite concluir que, en el uso de este artefacto prodigiosamente complejo que es el lenguaje natural, voz directa de la materia pensante, hemos de ser siempre indulgentes hacia las erratas propias y ajenas.


miércoles, 9 de julio de 2025

Almagro y su Corral de Comedias

 


Un clásico de ANTONINA RODRIGO reeditado cinco décadas después. 

Más de cincuenta años después, vuelve a reeditarse esta importante obra sobre Almagro y su Corral de Comedias. La primera edición, de 1971, a cargo del Instituto de Estudios Manchegos (CSIC), se agotó pronto. El libro conoció dos ediciones más, en 1977 y 1982. Todas ellas resultan hoy inencontrables.
Tras el redescubrimiento del Corral para su uso escénico y su declaración como monumento nacional en 1955, el de Rodrigo es el primer estudio histórico que se realizó sobre tan singular y notable espacio. 
Antonina Rodrigo acude a las fuentes primarias y consulta documentos, algunos inéditos en ese momento, procedentes de diferentes archivos históricos. Su prosa luminosa y elegante, y su rigor investigador resultan hoy tan estimulantes y tan necesarios como lo eran entonces.

«Alcemos un telón imaginario para presentar a la curiosidad pública unos personajes reales, que surgen de viejos y amarillentos infolios de archivo, y pueblan el tabladillo del Corral de Comedias de Almagro, y que nos explican antiguas rencillas de las que fue principal protagonista el propio corral»

Brindando con Antonina
por la nueva criatura


Abascal y los moriscos

 

"Otrosí por obviar y remediar los daños e inconvenientes que se siguen de continuar los dichos nuevamente convertidos a hablar arábigo, mandamos que ninguno de ellos ni sus hijos ni ninguna otra persona alguna de ellos, no hable de aquí adelante en arábigo ni se haga escritura alguna en arábigo y hablen todos la lengua castellana " (Junta de la Capilla Real de Granada, 1526) 

En 1502, los musulmanes que viven en Granada y Castilla son obligados a convertirse al cristianismo o a partir al exilio. 

Más de cinco siglos después, las huestes abascalienses anuncian la misma y tiránica alternativa a los que viven y trabajan entre nosotros, en nombre de una identidad nacional que solo existe en sus estrechas cabezas.

Miseria moral, empobrecimiento cultural y ruina económica son las secuelas de estas expulsiones masivas.

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jueves, 3 de julio de 2025

Palabras envenenadas


No son inocentes las palabras, mas tampoco son culpables. Pero siendo instrumentos tan poderosos, habría de reflexionar quien las usa sobre lo que significan, la cosmovisión que entrañan y el poso que dejan tras de sí. 

Una palabra puede herir, como otra puede sanar. Una voz causa un conflicto, que un susurro logra apaciguar.

Un padre sin recursos y su hijo, que se instalan en una vivienda (propiedad, pongamos, de un fondo de inversión) que lleva años cerrada, ¿pueden ser despachados como "okupas" en el contexto de la urgencia habitacional que padecemos, y quedarnos tan panchos? Es más, ¿puede hacerlo un periodista? ¿Y un representante público? 

¿No es un fenómeno de okupación más sangrante la instalación sin orden de terrazas, veladores, sillones, sillas y taburetes, mesas auxiliares, refresqueras, pérgolas, jardineras, sombrillas, cartelones de muy mal gusto, luces, duchas vaporizadas y demás cachivaches en nuestras calles y plazas, espacios públicos que los vecinos ya no podemos pasear, para que unos pocos hagan negocio con las hordas de foráneos invasores? 

Llamar 'rico' ("el hombre más rico del mundo") a quien solo posee dinero, fama y codicia -tres plomos para un vida libre-; denominar 'okupa' al desahuciado que malvive en un edificio propiedad de una multinacional que, por pura estrategia especulativa, lo abandona a la ruina; referirse a un menor desamparado que huye de la miseria, con el término 'MENA', un acrónimo manoseado sin compasión; o, en fin, llamar delincuente o ilegal al desgraciado ser humano que, exponiendo su vida, lo deja todo atrás huyendo de la guerra, la persecución o la miseria resulta tan cruel como servil a los poderes económicos, esos que desacreditan a las instituciones democráticas y a los poderes públicos, sin someterse jamás a la voluntad popular. Pero que pretenden doblegar la voluntad de todos. Esos que rechazan los impuestos que mantienen becas, hospitales y escuelas públicas, pero que, cuando vienen mal dadas, son los primeros en reclamar y recibir ayudas del Estado, que nos pertenecen a todos, pero acaparan ellos. 

¿Devolvieron los bancos -como prometió De Guindos que harían- los  cincuenta mil millones de dinero público que recibieron tras la crisis de 2008? 

Las miles de viviendas que enajenaron entonces podían servir ahora para remediar en parte la lacra de la escasez, y, de paso, devolver algo de lo que nos deben a todos. 

Muchos de ellos medraron en autocracias que siguen vivas en sus oscuros inventarios, mas acusan a los oponentes de déspotas. Militan en partidos cuyo signo de identidad tradicional ha sido la absoluta falta de transparencia, pero tachan de corrupto al adversario. Han sido antiliberales y censores a ultranza, pero endosan a cualquier intervención de los poderes públicos (aunque sea para ejercer un arbitraje que aminore desigualdades extremas) el sambenito de socavar la libertad; han sido belicistas; han sido antisemitas... Pero son hábiles retóricos y embisten con sus sofismas a los desventurados.

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El quid de la cuestión


Instalaciones del edificio UGR Inteligencia Artificial en el PTS (www.elindependientedegranada.com). INDEGRANADA 









Aquí estaba el quid de la cuestión: Moreno Bonilla, investido con su buen talante de nuevo Don Tancredo, va a privatizar hasta el aire que respiramos. 

El tan deseado grado en IA se impartirá en una universidad privada de Sevilla, la Alfonso X el Sabio. La acaban de crear y ya compite con los 500 años de la UGR, una de las universidades españolas con mayor índice de impacto a nivel nacional y la primera de Andalucía. Y la mejor situada en computación, con equipos de investigación que llevan años trabajando en la IA. 

Dice el Consejero que la Agencia Evaluadora que ha tomado la decisión es independiente. Pero ha olvidado añadir que la preside él mismo. 

Es un ponzoñoso brebaje de sevillanismo centralista (o centralismo a secas), afán privatizador y nepotismo económico. 

La alcaldesa de Granada guarda un esperpéntico silencio. 

Varios miles de euros cuesta la matrícula en el nuevo grado, para el que la UGR ya contaba con cientos de solicitudes. 

 Pero lean, lean... 

https://www.elindependientedegranada.es/economia/junta-autoriza-universidades-privadas-impartir-titulaciones-estrategicas-que-deniega-ugr


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lunes, 16 de junio de 2025

Casta, caspa, corrupción

©El País

Los que, a pesar del acoso mediático y judicial al que vienen sometiendo a Pedro Sánchez y a su entorno, seguíamos pensando que el gobierno que él preside es el más progresista de los cincuenta años de democracia, y que su gestión resulta imprescindible para acometer leyes y reformas necesarias para avanzar hacia un mejor reparto de los impuestos y de la riqueza, un mayor respeto al medioambiente o una consolidación y mejora de la igualdad, nos hemos quedado consternados con el informe de la UCO, que extiende el manto de corrupción a Santos Cerdán y mancha por igual al Secretario General de PSOE y al Presidente del Gobierno. Como mínimo, le cabe una grave responsabilidad in vigilando. Sus disculpas del viernes se parecieron demasiado al "Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir" del Emeritísimo. 

¿Se puede seguir adelante con ministros como Óscar Puente,  achicharrado por la trama de adjudicaciones, o Marlaska? Yo creo que no. 

Sin una remodelación profunda del PSOE en un Congreso federal extraordinario (más allá de la reforma de su Ejecutiva en julio), una renovación a fondo del gobierno y el sometimiento a una cuestión de confianza ante la Cámara por parte del presidente Sánchez, cualquier otra medida que plantee sonará a pura cosmética o a mera estrategia de supervivencia. 

Pero, ¡ay!, si alguien considera poco viable petender que la inaplazable reforma ética de las instituciones la haga Pedro Sánchez, pensar siquiera en que la lleve a cabo el PP junto a Vox es una bagatela. 

Los casos de corrupción del primero se cuentan por decenas. Pero el segundo, que casi acaba de incorporarse a las instituciones, ya tiene pedigrí que exhibir, cosa nada extraña en un partido que se deja mandar por quien en toda su vida no ha hecho otra cosa que vivir a costa de cargos políticos de libre designación y sufragados con los impuestos de todos. ¡Hasta de la mili se libró este que presume de ardor guerrero y de patriotismo! 

Por eso, creo que disolver ya las Cortes sería adelantar dos años la catástrofe moral y social que se avecina. Sin embargo, urge tomar esas medidas que he mencionado u otras similares.

Descenderé ahora al ámbito de la política local, para hacer en él una cata que muestre la salud de nuestro malherido Estado de derecho (¿No será él por entero quien requiera de una refundación?). Ayer, mientras en el mirador de San Nicolás, el movimiento vecinal "Albaicín Habitable" nos convocaba contra la destructiva turistificación, unos cientos de metros más allá, en la Plaza de la Universidad, centro histórico de Granada, se celebraban por vez primera las fiestas del barrio. Precisamente aquí que, por mor del turismo masivo, invasivo y abrasivo, estamos de celebración permanente, de lunes a lunes. Cabe preguntarse si son las actuales asociaciones de vecinos meros instrumentos de las políticas municipales. ¿No deberían ejercer, más bien, como un contrapeso a las mismas? Sobre todo, cuando los ayuntamientos parecen dispuestos a vender el alma de las ciudades, nuestras calles y plazas al mejor postor, es decir, a las empresas vinculadas de una u otra forma al negocio del turismo. También venden, en connivencia con las autoridades autonómicas, estatales y europeas, nuestra vega del Genil a las multinacionales energéticas, para instalar en ella sus parques de molinos o de fotovoltaicas, en una muy mal gestionada transición a otras fuentes de energía menos contaminantes.  

Y vuelvo a la castiza fiesta. Esta regaló más ruido a los sufridos vecinos y más okupación (porque esto sí es ocupación ilícita) del ya exhausto espacio público, y se prolongó desde las 14:00 hasta las 23:45 h. del domingo. Entre otras actividades, la rediviva Asociación vecinal entregó menciones de reconocimiento a entidades y personas que, según sus cábalas, se han destacado por un "trabajo desinteresado" por el barrio. El primer galardón, cómo no, fue para el Ayuntamiento de Granada. Agradecieron también su colaboración a la alcaldesa, a la que el periodista Pozo Felguera llama "Mariplacas" en un artículo del Independientedegranada.com de hoy. Según Felguera, Marifrán Carazo (PP) ha colocado en Granada en sus dos años de mandato más placas con su nombre que todos los alcaldes de la democracia juntos. La última, junto a la Puerta de Elvira, con motivo de la reapertura del remozado pilar de la Virgen (obra que, para más inri, acometió y concluyó en 2023 la anterior corporación socialista). La inscripción conmemorativa reza así: "... siendo alcaldesa la Excma. Sra. Doña María Francisca Carazo. Granada y este barrio de Elvira en el Bajo Albayzín agradecido y ennoblecido por su recuperación". 

¡Señero ejemplo de trasnochado lapidario! Por cierto, la nueva pintura que adorna el pilón (una Virgen de las Angustias con un Cristo yacente trazado según los cánones de la mejor escuela de los Ecce Homo de Borja) ha sustituido a la que había era una copia del original del siglo XVII y es un espanto. 

Como se ve, el laicismo, la neutralidad ideológica de las instituciones públicas, su autonomía respecto a las religiones (incluida, claro, la católica), es otro grave asunto que sigue pendiente. Y llevamos décadas denunciándolo.  Han transcurrido ya 26 años desde la fundación de la Asociación Pi i Margall por la Escuela pública y laica (Motril, 1999) y también de Europa Laica (Talavera de la Reina, 1999). Casi nada se ha avanzado en esto. Ahí está el Concordato (1953 y 1979) o la asignatura de religión (con contenido confesional) en el currículo oficial.

En fin, casta, caspa y corrupción. 

Pura democracia orgánica. ¿Recuerdan? 

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Pilar de la calle Elvira

domingo, 15 de junio de 2025

Andalucía no vive del turismo. El turismo vive de Andalucía

 

Concentración ciudadana convocada por 
"Albaicín habitable"

Hoy en el mirador de San Nicolás. Concentración en protesta por el turismo masivo.

 "Andalucía no vive del turismo. El turismo vive de Andalucía"

Es un no al turismo masivo, invasivo, abrasivo que venimos padeciendo

¡Ha venido hasta el Chorrojumo!

https://www.facebook.com/100083273331258/posts/706718255447279/?mibextid=rS40aB7S9Ucbxw6v

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domingo, 18 de mayo de 2025

Gaza arrasada existe, luego Dios no


 Primo Levi, ingeniero químico y escritor italiano de origen judío, superviviente del Holocausto, estuvo preso en el campo de concentración de Auschwitz durante diez meses. Allí conoció y padeció el más siniestro rostro imaginable de la crueldad humana, que, con absoluta impunidad detiene, tortura y asesina a millones de seres humanos inocentes, sin más excusas ni otros cargos que el pertenecer a un grupo étnico, el pueblo gitano o el judío; o bien, tener una determinada adscripción ideológica: haber luchado por la libertad frente al franquismo en la guerra española, haber combatido en la resistencia francesa a la ocupación nazi, o pertenecer a algún partido o sindicato comunista, socialista o anarquista. 

Tal vez como terapia, Levi narró su traumática experiencia en Si esto es un hombre (1947) y reflexionó sobre ella en Los hundidos y los salvados (1986 —poco antes de su suicidio—). Levi explica cómo el primer paso para anular a la víctima era humillarla, erradicar en ella cualquier vestigio de individualidad y de dignidad, convirtiéndola en un mero número dentro de una larga lista. Despojarla de sus vestidos, entregarle un uniforme a rayas, tatuar en su piel una marca y raparla era el primer acto de esta siniestra ceremonia de la despersonalización. El nombre era sustituido por un número porque asesinar a un ser anónimo, sin pasado, sin dignidad es más sencillo. Quienes gaseaban a un niño por la mañana, al regresar a casa, tras el trabajo, acariciaban con ternura a sus hijos o paseaban con sus parejas por el parque. La filósofa Hannah Arendt denominó "banalidad del mal" a este proceso de normalización de la barbarie al que ahora estamos regresando (Eichmann en Jerusalén, 1963). ¿Podrá el mundo recuperarse de tanta iniquidad banal? 

En la desencantada novela La Chute (1956), de Albert Camus, leemos el caso de un preso francés que pide hablar con el responsable del campo de exterminio de Buchenwald para presentar una reclamación. Cuando el funcionario nazi se burla de él y le responde que su petición es inútil, que aquí no se presentan reclamaciones, él replica: "Es que, mire usted, señor, mi caso es excepcional porque ¡yo soy inocente!". Es la ingenuidad a punto de expirar en el umbral del infierno. 

Ya hemos oído a Yohav Galant, que ha sido ministro de defensa del gobierno de Netanyahu, definir a los palestinos como "animales humanos". Ese era el primer acto de esta tragedia que avanza escena a escena sin que ningún poder humano o divino se interponga. 

Levi, respondiendo a los denodados esfuerzos de la Teodicea leibniziana por salvar la inocencia divina ante la evidencia del mal ("Vivimos en el mejor de los mundos posibles" —Ensayo de Teodicea, 1710—), compendia su macabro relato en una sentencia que suena a deducción lógica, a conclusión implacable: "Si Auschwitz ha existido, Dios no puede existir".

Hoy, el pueblo de Israel está en el bando ejecutor. Y, a la vista de su exterminio sistemático de inocentes mediante el bombardeo de sus casas, hospitales y escuelas, las ejecuciones sumarísimas y la hambruna, ante un mundo libre y desarrollado que o bien apoya ese exterminio genocida, o bien guarda un miserable silencio (salvo honrosas excepciones como Sudáfrica y España), podemos decir ahora: "El genocidio de Gaza existe, luego Dios no puede existir".

Pero si la realidad del mal radical y la existencia de un Dios bueno, omnisciente y omnipotente resultan incompatibles, esto no implica que todo esté permitido, como concluye Iván Karamázov, el descreído personaje dostoievskiano. Al contrario, precisamente porque estamos solos en una frágil nave que zozobra perdida en un océano infinito, no hay otra alternativa que apelar a principios éticos basados en la dignidad compartida, en la universalización de los derechos fundamentales, como única vía posible para un mundo que tenga presente y futuro. 

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martes, 13 de mayo de 2025

Granada, en bucle


 

Hay asuntos en Granada que van y vienen en bucle a lo largo de los años sin encontrar solución o soslayándola una vez hallada. 

Un periódico granadino titula hoy: "La renaturalización del río Genil a su paso por Granada vuelve a escena: IU pide que se limpie y exige al Ayuntamiento su cambio".

El caso de la renaturalización del Genil es emblemático. En varias ocasiones se han aprobado por amplio consenso propuestas viables que incluso contaban con el visto bueno de vecinos, técnicos y grupos ecologistas. Pero años después, sigue en suspenso. 

Ecologistas en Acción presentó un amplio informe al respecto en septiembre de 2019, donde se fijaba como ejemplo a seguir la recuperación del río Manzanares a su paso por la capital de España, y se acompañaba de una detallada memoria económica. En realidad, se trataba de un viejo proyecto que ya había encontrado el beneplácito de la corporación municipal. 

Mas cuando llegó la hora de la verdad, en este caso, la de solicitar subvenciones europeas para llevarlo a cabo, mientras que Ayuntamientos como el de Fuente Vaqueros y el de Loja, ciudades bañadas por este mismo afluente del Guadalquivir, presentaron propuestas que cumplían los criterios de viabilidad económica y sostenibilidad medioambiental; el de Granada, gobernado en minoría por Paco Cuenca (PSOE), se enredó, para sorpresa de incautos, en una propuesta inviable por ser muy cara y por llevar más cemento aún del que ya había a un cauce que había sido convertido en un canal de hormigón sin alma con motivo del Mundial de Esquí de 1996. Era el mes de abril del 2022, y, con ensañamiento, fue bautizado por sus padrinos como “Genil vivo”. El invento ascendía a más de cuatro millones setecientos mil euros, con un coste de mantenimiento anual superior a los cien mil. 

Elaborado por la empresa de aguas Emasagra, aspiraba a financiarse con los Fondos Next Generation convocados para la recuperación de cauces fluviales urbanos. Los ecologistas advirtieron entonces que ese proyecto "se pretendía hacer pasar por un intento de renaturalización", pero solo "añadía más cemento" e  incluía medidas "sorprendentes", como "sustituir" la vegetación de ribera por "maceteros regados por goteo".

Lo sorprendente es que no hacía falta elaborar un nuevo proyecto, pues el diseñado por Ecologistas de Acción había sido aprobado hasta tres veces en plenos municipales en los años 2002, 2006 y 2018. Y además contaba con el apoyo y asesoramiento del Departamento de Ecología de la Universidad de Granada. Todo esto no fue suficiente para su inmediata puesta en práctica en los primeros años dos mil. El proyecto UGR-Ecologistas estaba presupuestado en 717.548,00 € para la ejecución de las obras, y en 14.555,50 €, para las actuaciones anuales de mantenimiento.

Entre tanto, en junio de 2022, ante la tozudez gubernamental, diez grupos y asociaciones firmaron una Declaración por la renaturalización del Genil. La suscribieron el Ateneo de Granada, Árboles contra el cambio climático, Extinction Rebellion Granada, Juventud por el Clima-Fridays for Future Granada y Ecologistas en Acción, entre otros colectivos ciudadanos. 

En el otoño del 2022, la autoridad competente da la razón a los ecologistas, y la pormisgüevista propuesta Emasagra-Ayuntamiento —si el tan sensato como divertido urbanista Erik Harley me presta su disruptiva expresión— resulta rechazada, como cabía esperar. El caso es que se aprobó subvencionar un total de treinta y siete proyectos de regeneración de ecosistemas fluviales en España, seis de ellos en Andalucía. Pero el granadino no estaba entre ellos.

Ahí están hoy el burgalés Arlanzón —cuyas riberas, que conocí hace años encementadas, están hoy libres y arboladas— o el madrileño Manzanares, para goce ciudadano y ejemplo de buena gestión de un río en su travesía urbana; o el mismo Guadalquivir, de frondosas y emboscadas orillas a su paso por Córdoba. Pues lo que ha sido posible en Córdoba, Madrid o Burgos parece no serlo en Granada, aunque la película de Sáenz de Heredia ("Todo es posible en Granada" —1954—, que conoció un casposo remake a cargo de Manolo Escobar en 1982) proclamara lo contrario. 

Yo creo que el sepultamiento a finales del XIX de otro río granadino, el Darro, bajo la calzada, que tan airadas protestas provocó en Ángel Ganivet en su Granada la Bella (1896), dejó, tal vez, en la ciudad un trauma paralizante que, por lo visto, la incapacita para una relación saludable con sus ríos: "Yo conozco muchas ciudades atravesadas por ríos grandes y pequeños —escribe el filósofo granadino—: desde el Sena, el Támesis o el Sprée, hasta el humilde y sediento Manzanares; pero no he visto ríos cubiertos como nuestro aurífero Darro, y afirmo que el que concibió la idea del embovedado la concibió de noche, en una noche funesta para nuestra ciudad".

Una visión ganivetiana que el prologuista de la edición que aparece en la imagen denomina "romántica" —para oponerla a "moderna"—, pero que yo calificaré de honesta —para enfrentarla a interesada—. 

Años después, la señora Carazo (PP), que gobierna con una cómoda mayoría, no parece ni tan siquiera acordarse de este asunto que, de realizarse, supondría para la ciudad una superficie arbolada superior en hectáreas al parque Federico García Lorca. 

Algo semejante sucede con otras medidas de habitabilidad y mejora ambiental, que obtuvieron cauce  y solución en otras ciudades, pero que aquí, en el área metropolitana más contaminada de Andalucía*, continúan enfangadas sin remedio: la implantación de la ZBE, que aún sigue pendiente; la disposición de autobuses urbanos y metropolitanos de bajas emisiones, eficaces y a precios asequibles; un servicio público de alquiler de bicicletas; desarrollo de carriles-bici eficientes y utilizables; o la recuperación del entorno del ya mencionado Darro, cuyas márgenes en el Sacromonte llevan años ocupadas ilegalmente por fincas particulares y por un colegio privado... 

Si no fuera porque la incompetencia de algunos políticos ocasiona trágicas consecuencias en la salud de los ciudadanos, todo esto resultaría cómico. 

¡Ay, Granada!, ciudad de causas perdidas que van y vienen sin resolverse jamás. 

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*Granada y su extrarradio ha vuelto a ser en 2024 el área urbana más contaminada de Andalucía, con las concentraciones más altas en dióxido de nitrógeno y entre los valores más elevados en partículas en suspensión PM10 y ozono troposférico (O3). Así aparece en el último informe de calidad del aire publicado por la Junta de Andalucía. (Diario digital ElIndependientedeGranada, 26/01/2025).

domingo, 4 de mayo de 2025

Elogio de la indolencia

Sastrería Antolín
(Plaza Vieja-Andújar) 
en los años 60

Mi padre era sastre, hombre serio, severo y siempre bien vestido. Tan cariñoso con su esposa y sus hijos, como adusto con los extraños y aun, en ocasiones, con los amigos. Muy atento y dedicado a hacer cuanto se podía esperar que hiciera un buen esposo, un cabeza de familia y un profesional de la sastrería. Siempre ponía exquisito cuidado y concentrada atención en lo que hacía, decía o decidía. Antolín era, pues, persona muy responsable. 

EL diccionario de la RAE propone diversos sinónimos para el término "responsable", todos ellos laudatorios, lo que nos permite percibir la atávica aceptación social del mismo: la persona responsable pasa por ser cumplidora, consecuente, formal, seria, sensata, juiciosa, consciente y prudente. ¡Todo un ejemplo a imitar! 

Sin embargo, la familia semántica de su antónimo lo constituye un elenco de palabras bien elocuentes, con una fuerte carga peyorativa, preñadas del poderoso descrédito social que ese término acumula: el  irresponsable es indolente, imprudente, insensato, irreflexivo, inconsciente, loco, desorejado, valeverguista, yoquepierdista... ¡Menuda alhaja! Y, en los alrededores de su campo semántico, como términos afines, nos topamos con negligencia, abandono, desidia, descuido, dejadez, holgazanería, vagancia, pereza, desgana, inapetencia, inconstancia, desinterés, abulia, incuria, boludencia. ¿Quién querría vérselas con un tipo adornado con semejantes entorchados? 

Mi padre, como cabía esperar, nos educó en una responsabilidad cuasi kantiana, que, luego, supimos transmitir a nuestros propios hijos. Recuerdo que Mari Ángeles, la primera maestra de mi hija —que entonces tenía sólo tres tiernos añitos— en una conversación con nosotros, ya pronunció la execrable palabra al advertirnos que nuestra hija era muy responsable. Creo que demasiado —apostilló—. Yo me pregunté en silencio cómo alguien podía ser responsable a tan corta edad. Pensé, para tranquilizarme, que solo sería una manera de hablar. Porque el comentario de la tutora, lejos de sosegarme, me ocasionó perplejidad y preocupación. Pero el tiempo le ha ido dando la razón a la sabia y perspicaz maestra. 

Mi primera vivencia personal de esta virtud (?) fue también precoz, como, de nuevo, cabía esperar. Tuvo lugar a mis poco más de cinco años con el nacimiento de Antonio Gerardo, mi hermano pequeño. Sin saber cómo ni por qué, yo, a iniciativa propia, asumí la protección de ese niño indefenso. Y así fue hasta que él llegó a la adolescencia. Yo tenía ya diecisiete años y él doce. Demasiadas maravillas me aguardaban entonces fuera de casa como para ocuparme de mi hermano. Fue el único espacio de tiempo en que viví en una almibarada irresponsabilidad. Las suculentas urgencias vitales del instante me sustraían a los herrumbrosos imperativos morales. Además, proteger a un adolescente me parecía algo inviable. Sobre todo, si quien pretendía hacerlo era otro náufrago con espinillas. Me dejé el pelo y las patillas largas, me enfundé unos vaqueros, me eché al alcohol y el tabaco (aliñado, a veces), y, embriagado por el profundo aroma del azahar —verdadera música del abril andujano—, salí en busca de amigos y, sobre todo, de dulces y perfumadas amigas. Y así transcurrieron esos pocos años de remisión de condena. 

Pues bien, cuando nació Darío, mi primer hijo, comencé a confundir su nombre, de manera que a Darío lo llamaba Antonio y a este, Darío. No podía evitarlo, y ¡aún sigue ocurriéndome treinta y un años después! A nivel inconsciente mi mente debe de confundir el objeto natural de mi responsabilidad paterna con aquel bebé que, siendo yo mismo un niño, había tomado inopinadamente a mi cargo. 

Para el hiperrresponsable (así, con tres erres), su peor juez es él mismo, de manera que el imperativo categórico* que, según Kant, la razón pura práctica, como magistrado imparcial e implacable, se autoimpone  —la conciencia moral o el superego en la versión freudiana— adquiere en él su más depurada, genuina y cruel expresión. 

Por paradójico que pueda resultar, a las personas responsables nos es muy trabajoso ostentar cargos de responsabilidad y, sobre todo, salir de ellos indemnes. El afán de perfeccionismo, el deseo de agradar, el excesivo amor propio, la fidelísima sujeción a las normas, nos hacen sufrir en demasía, y podemos concluir nuestra experiencia gestora como el rosario de la aurora. Mi padre fue concejal y teniente de alcalde —sea esto lo que fuere— del Ayuntamiento de Andújar durante la posguerra y, al no estar dispuesto a transigir con ciertos enjuagues, acabó teniendo que refugiarse durante una temporada en Madrid (donde tenía negocio y casa) por consejo del alcalde Tomás Escribano. Evitaba así caer víctima de las arteras artimañas que contra él tramaba un alto cargo del autocrático Régimen que no admitía contratiempos ni remilgos morales. Siempre nos recomendó con insistencia vehemente no entrar en política, pues, según nos decía, en ella solo anidan las malas artes. 

A estos sujetos hay que liberarlos de la tiranía del deber que a sí mismos se imponen y que les persigue despiertos y aun dormidos todos los días de su vida, todos y cada uno de ellos. Hay que encomiarles en el dolce far niente, educarlos en una saludable y despreocupada indolencia y liviandad, haciéndoles ver que, a veces, es conveniente incumplir ciertas normas menores, aplazar compromisos, dejar pasar de largo algunos problemas, hacer lo contrario de lo que se espera que hagan y saber que es necesario aceptar sin amargura, con naturalidad, las críticas, el desapego, la disrupción, la entropía, los errores, las imperfecciones... 

Y digo bien, todos los días de su vida. Cuando mi padre, con 92 años, yacía en su lecho de muerte en una larga convalecencia que le mantuvo lúcido, pero casi inmóvil durante siete meses, un médico amigo nos dijo que las personas como mi padre sentían el abrumador peso de la responsabilidad familiar hasta el final, y nos aconsejó que, utilizando las mejores y más amorosas formas, ensayáramos con él la última despedida, haciéndole ver, al mismo tiempo, que podía irse tranquilo, que todo estaba en orden para su partida... Así lo hicimos. Mi padre falleció en paz, mientras dormía, en la mañana del 8 de septiembre de 1997.

* "Obra según una norma de tal naturaleza que puedas desear que se torne en ley universal"; o, dicho de otra forma, que el único móvil de tu acción sea siempre el deber y nada más que el deber. ("Emperro categórico" lo llamaba con atinada guasa un alumno mío. ) 

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jueves, 1 de mayo de 2025

La letra con sangre entra


En la escuela de mi época, un cole sin niñas de los años sesenta y primeros setenta, el castigo era considerado como un recurso educativo necesario y esencial para formar buenos españoles, hombres de provecho. Con frecuencia, se recurría a sentencias bárbaras como si constituyeran todo un programa pedagógico. Hacía furor "La letra con sangre entra" —que María de Maeztu ya había remedado años atrás afirmando que el refrán era cierto, pero aplicado a la sangre del maestro*—, así como "Quien bien te quiere, te hará llorar", "No hay zurdo bueno" o "En boca cerrada no entran moscas".

La palmeta —con distintas versiones en función del material y el grosor del instrumento de tortura, y con la suela de zapato, que, según se decía, picaba aún más, como innovación tecnológica— podía aplicarse con procedimientos diversos, dependiendo del ingenio sádico del cruel docente, al margen de la praxis habitual sobre la palma de la mano completamente extendida o en las tiernas posaderas del crío. Por ejemplo, en las uñas de los dedos, una vez agrupados formando un ramillete —el huevo— presto para recibir el seco y certero golpe. En estos casos, había encendidos debates acerca de si era más o menos doloroso tener las uñas largas o a ras de la yema. Asimismo, corrían bulos sobre cómo aminorar el suplicio untándose las manos de ajos, aceite u otros posibles cauterios. Otra opción de apaleamiento era la regla graduada que se usaba para dibujar en el encerado. Al golpear con ella el cuerpo del niño, que se ovillaba para proteger los órganos vitales, la regleta saltaba por los aires en mil pedazos en un espectáculo sobrecogedor. 

También era castigo usual la reclusión del disruptor en un rincón del aula. Pena que, a su vez, podía tener distintos grados: con el niño-reo arrodillado sin más, o bien arrodillado con los brazos en cruz o así pero con el agravante de sostener uno o más libros en las palmas de las manos dependiendo de la gravedad de su falta. Quienes ejercían esta violencia despreciaban los libros hasta ese extremo. 

Luego estaba el levantamiento de niño cogido por las orejas desde atrás —para, de paso, sorprenderle y proporcionarle un buen susto—. Este procedimiento era también muy temido y provocaba bastante sorna entre los compañeros. 

El sencillo y eficaz coscorrón hacía las delicias de más de uno. Cuando se trataba de una cabeza casi desnuda, rasurada o de pelo extremadamente corto —como era habitual entonces—, los nudillos producían al golpear el hueso un sonido hueco que permitía al ejecutor adornar el castigo con algún comentario jocoso. 

Mención aparte merece la socorrida y pulcra tortura psicológica que iba desde el insulto y el comentario denigrante —que podía comenzar con la amenaza de colocarle al alumno poco avezado unas orejas de burro—, hasta el mote. Recuerdo a un maestro que, cual Homero desorejado, adjudicaba un epíteto a cada uno de nosotros. Así, yo era "Antolín, el verdadero o el falso", unos hermanos se convertían en "el rico y el borrico", y otro alumno en "el preferido de los dioses". Este colérico señor (?), que pasaba con pasmosa facilidad de un "Mírame cuando te hable, capullo" a un "¿Y tú por qué me miras?" —en función de su caprichosa interpretación del hecho mismo de mirar—, también contaba con una palmeta como parte esencial de su ajuar de magisterio. Y, para darle más lustre a la cosa, escribió en ella "Dura lex, sed lex" ("La ley es dura, pero es la ley"). 

Al finalizar las clases, se enfrentaba uno a diversos peligros en el inmediato entorno del centro escolar que, a las horas de salida —sobre todo a la tarde—, se convertía en un territorio minado, propicio a las emboscadas. El más temido era el conocido como "hacer los galgos". La víctima era sujetada por varios agresores que le bajaban pantalones y calzoncillos para, a la vista de todos, rociar de algún líquido (agua en el mejor de los casos) sus genitales. El chico quedaba deshecho, roto, sin otro consuelo que ir a llorar a su casa, donde, quizás, su padre le regañara por no haber sabido defenderse como un verdadero hombre. 

A nadie se le ocurría denunciar la agresión al maestro o al director. Además de ser acusado de chivato, un estigma que convertía al sujeto en un paria, era manifiesto que la autoridad educativa no tomaría medida alguna, con el riesgo añadido para el denunciante de volver a padecer el mismo suplicio. 

Afortunadamente, ya en esos años, comenzaron a llegar al cole maestros con una nueva visión pedagógica, como don Francisco Muñoz o don José Liñán que, seguramente, se avergonzarían de compartir claustro con semejantes energúmenos. 

Aunque tengo que confesar que, cuando mis hijos ingresaron en la primaria, descubrí con desasosiego y enojo que aún quedaban algunos vestigios de aquellos basiliscos que se hacían llamar maestros. 

* La implacable persecución franquista de la escuela republicana vendría a darle la razón a María. 

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lunes, 28 de abril de 2025

Comentario en Modo Horaciano

 (En respuesta a "Mi adiós a las aulas: quien enseña, aprende") 

Por Miguel Ángel Rubio Mirón


Ángel, amigo,
Ya ves que nuestras horas,
Como las hojas de aquel olmo machadiano,
Se van desligando del árbol de la vida
Y cubren, copiosas, el sendero que pisamos.
El balón que de niños perseguimos
Lo evoca la imagen despiadada
De una esfera en el espejo despojada
De aquellos rizos otrora seductores.
¡Ay! ¿En qué rincón quedaron los amores
De que gozaba sin parar la edad temprana?
—Bueno, no tanto
La alegría del primer sol en la mañana,
Tras una noche de soñar sin dormir,
Entre amigos,
De reír y cantar,
De mirar en silencio la negrura estrellada.
Y el descubrir la belleza en un libro,
La música en las olas,
La paz en un paisaje.
Aquella profesora que te enseñó los clásicos.
Aprender que la vida tiene también
Su peaje de dolor, pero vale la pena.

¿Acaso se va yendo lo pasado?
Queda en nosotros. Nos conforma.
Bien lo sabes.
Veo en mi frente las arrugas de mi padre.
En los ojos de asombro de una alumna 
Incapaz de reprimir un "¡hala!" muy sentido—
Veo mi mismo escalofrío de niño
Ante un hallazgo impensable.

El tiempo se detiene.

Cierto que uno teme
Otro crujido inesperado en las lumbares;
Que lo que eran guedejas
Vayan tornándose, con suerte,
Someras canas.
Pero ¡Qué importa! Aún conseguimos,
Después de todo y de vez en cuando,
Mantener el tipo batallando
En nuestras camas.

Miguel Ángel Rubio Mirón