El cemento ha crecido en la pradera
y una guerra ha pasado por Granada.
Obuses de ladrillos levantan su insolencia
y dejan la tristeza de campos arrasados.
Era el verde sereno de los campos abiertos,
tranquilos con el alba de los amaneceres,
era una historia antigua de caminos y acequias
cercando una ciudad con nombre de fruta.
Los espíritus ciegos, señores innombrables,
destruyeron despacio la alegría del árbol
y talaron con saña un centón de alamedas
que quedaron como muertos tendidos en tierra.
Los especuladores llenaron sus bolsillos,
y Granada perdió lo mejor del paisaje,
lo mejor de una tierra centenaria por siglos,
la serena conciencia del trigo y los maizales.
Una pálida luz estremece la tierra,
cristales y ladrillos sobre las calles tristes,
antes una pradera verde como esmeralda
en la que trabajaban unos hombres alegres.
Azahares en flor y limoneros,
manzanos y ciruelos, júpiter y nogales,
flores del pato, acequias, jazmines y rosales,
mastranzos y espiguillas, junto a ríos pequeños.
La ciudad de Granada ha perdido la guerra.
Los especuladores guardarán de por vida
una negra conciencia de destrucción y muerte.
MARI LUZ ESCRIBANO
www.filosofiaylaicismo.blogspot.com
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