jueves, 23 de enero de 2025

Judíos, gitanos, mexicanos

FUENTE: launion.com.mx

En los años treinta del pasado siglo fueron los judíos (y también los gitanos) el colectivo señalado para que quienes, tras la fiesta, suelen (solemos) pagar los platos rotos (las clases medias y los más empobrecidos) se desahogaran dirigiendo su frustración y su rabia hacia esa diana. Se lograba un doble objetivo: dividir a los de abajo,  enfrentándolos entre sí, y neutralizar cualquier atisbo de revolución contra los poderes fácticos, responsables del crack del 29 y de la desigualdad y miseria que vinieron después. La estrategia, tan simple como eficaz, es siempre la misma: se fabrica una crisis generando una burbuja especulativa en el gran monopoli global; o bien, desatando una guerra, sea esta fría, caliente o templada. Las bolsas suben porque los señores de la guerra sanearán sus cuentas. Tras unos años, viene la paz y la reconstrucción ("Gaza es un lugar interesante para hacer cosas: buen clima, extensa costa..." - decía hace unos días un babeante Trump). Vuelven a subir las bolsas. Ahora serán las entidades financieras, las empresas inmobiliarias y las de la construcción quienes hagan caja porque toca reparar infraestructuras, casas, hospitales y escuelas; incluso levantar hoteles y campos de golf donde antes había un barrio. Para evitar las protestas, dos armas infalibles: el miedo (ya tenemos al lobo en casa) y la catatonia (generada por el consumo compulsivo y por el dulce suero de las redes sociales). Ya solo queda dirigir el odio, el miedo y la frustración acumulados hacia el lugar adecuado. ¿Contra quiénes? Se trata de elegir a una víctima, cabeza de turco o chivo expiatorio al que endosar todas las culpas: judíos, moriscos, gitanos, negros, jesuitas, masones, disidentes, vagos, homosexuales... A través de las épocas, las posibilidades han sido siempre estimulantes y variopintas. ¡Y vuelta a repetirse el ciclo! Hoy los señalados por el dedo acusador de los magnates son los migrantes (en Europa, magrebíes, africanos y sudamericanos; hispanos, en EEUU). Tal vez en un mañana que yo ya no conoceré (¿o, tal vez, sí?), la minoría repudiada sea el grupo del que tú o yo formamos parte hoy: ¿andaluces, extremeños, escépticos, onanistas, zurdos, albinos, católicos...?¡Qué sé yo! ¿Recuerdas el poema de Brecht (...luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío...)?  La historia da muchas vueltas, pero siempre en torno al mismo cuento.

lunes, 6 de enero de 2025

España, terraza de Europa


"
Plaza de La Romanilla (Granada),
okupada por terrazas de bares
¿Cuánta agua tiene que caer para admitir que está lloviendo?
". 

Así nos interpela el Niño de las Pinturas desde un muro del Realejo granadino.

Pues eso, veamos cuánta agua.
En el entorno inmediato a la catedral de Granada, se han inaugurado en los últimos cuatro años cuatro grandes hoteles -que vendrán a sumarse a los muchos que ya había- (y hay al menos dos más en proyecto o en ejecución); asimismo, se han abierto otros tantos edificios dedicados en exclusiva a apartamentos turísticos. Hablamos de más de mil nuevas camas en este reducido espacio urbano.
Una mañana de domingo, al pasar por la catedralicia plaza de las Pasiegas, vi salir a una anciana de su portal y, al paso de un nutrido grupo de guiris, exclamó con descaro y amargura "¡Vamos a comer maletas! ".
Ahora soy yo quien desea preguntar con el Niño.
¿Cuántos nuevos negocios de comida rápida y souvenires que desplazan al comercio tradicional se abrirán al calor de esas nuevas plazas hoteleras? ¿Y cuántos nuevos bares y restaurantes con sus correspondientes terrazas? ¿Cuántas personas dejarán de comprar o alquilar una vivienda en el barrio por la subida de precios que ocasionará la compra masiva por parte de grandes inversores atraídos por el olor del negocio inmobiliario?
Gentrificación llaman ahora a los efectos de este renovado vandalismo.
Tras la pandemia, nos pedían solidaridad con los bares. Bien, pero no a cualquier precio. ¿Quién se solidariza con el anciano cuyo último tramo de vida se ha vuelto un infierno por el bar que le pusieron en la plaza donde vive o porque esa misma plaza se ha convertido en un recinto de usos múltiples para verbenas, conciertos, mítines, procesiones y demás eventos? ¿O con la madre que cada día, al salir de casa con su bebé, debe sortear a varias hordas de energúmenos embutidos en un ridículo disfraz de pene?
Para un sufrido vecino de nuestros centros históricos, la definición del silencio es menos ruido.
Mural de El Niño en el Realejo (Granada) 
No, esto no puede estar pasando.
Y, sin embargo, ¡cómo llueve!
Pero hay más preguntas: ¿Cuántas terrazas más hay que instalar en la Plaza de Bib-rambla de Granada para hacer de ella, no ya un lugar inhabitable para sus residentes, sino intransitable e inhóspito para cualquiera que guste pasear por un entorno histórico hermoso donde pararse a contemplar, a conversar, a ver jugar a los niños, a oír su fuente u oler sus tilos en primavera o tan solo a leer? Es un claro ejemplo de okupación de un espacio que, por esencia, es y debe ser público. 
¿Cuántos días de aire irrespirable han de soportar los ciudadanos de una urbe turística para que su Ayuntamiento ponga coto a los hoteles, bares y apartamentos turísticos que atraen una ruidosa legión de visitantes, que, ávidos de consumo, llegan en aviones, autobuses y demás vehículos contaminantes?
¿Cuántas familias y ancianos tienen que verse obligados a abandonar sus hogares en los barrios históricos para que cese esta nueva invasión bárbara?
Pero sigamos con más preguntas, con permiso del Niño.
¿Quién es más patriota, quien denuncia esta realidad demencial o quien aprovecha para hacer su agosto en ganancias (ya sea en dinero o en votos) sin importarle el quebranto de un modus vivendi y un entorno que es precisamente lo que ha atraído a ese turismo desconsiderado?; ¿quien defiende esos valores no monetizables o quien se entrega a esa realidad líquida del dinero que solo atiende a la inmediatez del propio beneficio?

A pesar de la enorme diferencia de población, Granada es ya la tercera ciudad más contaminada de España, por detrás de Madrid y Barcelona. Y, respecto al litoral -el otro gran destino-, España contó este pasado verano con 48 playas con bandera negra a causa de los desechos que origina el turismo masivo. El paraje natural de Maro-Cerro Gordo de Nerja recibió tan siniestra insignia por una acumulación de cremas solares tal que resulta peligrosa para la salud humana y para la biodiversidad de sus fondos marinos.
Pero, cuando hablamos de contaminación no nos referimos solo a corrupción de aguas o a polución atmosférica, sino también acústica, espacial, visual y hasta anímica: calles de hermosos nombres, como Silencio, Soledad o Estudio, convertidas en decorados con figurantes y tramoya. Hablamos de un espacio urbano sucio, masificado, hostil, monetizado hasta la extenuación, transformado en un gran mercado, sometido al infierno de lo igual e irreconocible para sus habitantes. Y esto vale para las ciudades ya mentadas como para Córdoba, Toledo, Valencia, Pamplona, Palma, Sevilla y tantas otras.
Obviamente, el turismo genera puestos de trabajo y riqueza, pero hay que reflexionar y decidir qué modelo de ciudad queremos. Y ahí la participación de todas es crucial. Las sucesivas crisis nos han mostrado con claridad lo vulnerable que es una economía que dependa tanto del turismo como la nuestra, que no es capaz de diversificar las fuentes de generación de trabajo y de riqueza, no solo de tipo material o tangible, sino también intelectual, moral y cultural.
Mural de El Niño en el Realejo (Granada) 
Ahora al turismo lo llaman 'industria' para envolverlo en ese halo de progreso con el que solemos adornar a los laboriosos germanos. Quien pone nombre a las cosas, manda. Y así pretenden obnubilar a quienes han padecido el paro y la precariedad laboral durante decenios. Pero no, no es industria. Y menos aún este turismo de selfi, consumo compulsivo y parque temático. A mí me enseñaron que el turismo estaba en el sector terciario, el de los servicios. ("Aprender más para servir mejor", es el lema de una escuela concertada granadina, dicho sea esto de paso.)
Y es que tenemos otro grave problema demográfico junto al de la España rural: se vacían los cascos históricos para llenarlos de juerga y polución de todo tipo.
El objetivo, tal vez compartido tanto por las autoridades de aquí como las de Bruselas, es hacer de España la gran terraza de Europa. Un lugar de diversión y despedidas de soltero para jóvenes, y de salud y karaoke para los mayores de la rica Europa del norte. En el sur, todos camareros, guías, kellys o bien hosteleros. Los del norte que piensen y produzcan, que luego nosotros les daremos diversión en nuestras exhaustas ciudades y playas.
Pero solo un turismo regulado, así como el fomento de otros modelos turísticos más responsables, serán compatibles con entornos urbanos habitables y con un medio ambiente limpio y protegido. Y estos son valores esenciales para una vida digna y sostenible en el tiempo.
Urge una racionalización del masivo flujo turístico, tanto a nivel municipal como autonómico, nacional y europeo. Se trata, sobre todo, de educar, pero también de establecer normas que, por otra parte, ya se han aplicado en diversos países. Como, por ejemplo, poner límites al número de plazas hoteleras en función de la población; o aplicar un impuesto al viajero para que contribuya al mantenimiento del lugar que visita y a los servicios que recibe; o limitar por zonas el número de establecimientos de ocio y hostelería y terrazas, además de establecer horarios y umbrales de sonido que sean respetuosos con el bienestar del vecino, sin que este tenga que recurrir a instancias judiciales para ver reconocidas cosas tan elementales como su derecho al descanso.
La sostenibilidad, nuestra salud, el futuro de nuestros jóvenes, de nuestro campo y de nuestras ciudades se juegan en buena medida en este turbio negocio del turismo.
Pues eso, que sí, que está lloviendo, y no precisamente agua.

miércoles, 1 de enero de 2025

Andújar

Buen día de Año Nuevo a todos. Mañana de concierto desde Viena que mi padre disfrutaba cada año sentado al brasero del comedor, iluminado por el gran ventanal del patio, prodigio de macetas y oscuras orzas preñadas de aceitunas, mientras mi madre trajinaba alegre, como siempre, en la cocina. 

Torre del Reloj. Plaza de Santa María (Andújar) 

Comparto con vosotros este hermoso texto de Alfredo Ybarra (autor de "Esta vigilia de silencio", 1987), sembrado de recuerdos que, seguramente, reconoceréis. 


"Elegía de fin de año"

Alfredo Ybarra

ZAGUÁN (Ideal) Domingo, 29 de diciembre de 2024

Desde el pasado día 21 nos encontramos ciertamente en el invierno astronómico, que se basa en el movimiento de la Tierra. Ya saben, lo de que ese día comienza el solsticio de invierno, con tanta ascendencia en nuestros simbolismos y ritos. De hecho a lo largo de estos días celebramos las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Es un tiempo de búsqueda de la luz, de espiritualidad, de relatos míticos, de creencias ancladas en lo profundo de nuestra historia y de nuestra alma. Y es así que al punto me detengo en el difuminado altozano del verdadero acontecer, tan agraviado, de esta ciudad que adoro y que tengo enredada en el alma para siempre.

No puedo hoy sino fijar la mirada en sus jardines escondidos, en sus fuentes sordas, en sus torres victoriosas y ahora ajadas, en sus fantasmales palacios y señoríos, en sus homéricos relatos, en el eco de sus célebres alfarerías; en sus afanes reivindicativos, liberales, ilustrados y bizarros. ¡Cómo siento la láurea corona de la verdadera grandeza iliturgitana! Me lo cuentan los olivos cargados de esperanzas y ayes, con su celeste copla, tan tergiversados, con su tesoro medular a cuestas, con su temblor de huesos, vuelto hacia la boca de la tierra. En estos días el olivar es un corazón que se derrama, que se hace nuestra patria. Me lo cuenta la sierra, siempre tan cerca, siempre tan alejada de los anhelos andujareños. Sierra de espesuras poliédricas donde el Jándula se hace oración y trino y astrolabio de una frondosa catedral de encinas, pinares y breñas: veletas de altas citas celestes que cantan con el duende de los sonidos negros. La sierra se hace un sagrado cáliz, metáfora que cabrillea sobre mi pecho estremecido. Me lo cuenta el Guadalquivir, alta torre lorquiana, en sus orillas aterido, sin el candor de un abrazo, alentado y fértil, con la Andújar de mirada anchurosa. Betis, con sus manos de plateado exvoto, césar desangrado en su púrpura, generoso, que eleva el sueño navideño con su insondable canción de tañido limpio, con su latido solitario, con el magma que lleva en su caudal, soñándose océano. Me lo dicen las calles de Andújar, sus esquinas y altozanos, que huelen a tradición, a alhucema, a resol, a perrunas, alfajores y roscos de vino y a recuerdos, y a melancolía y a olvido, mientras el aire se queda detenido sobre la Torre del Reloj como un lamento.

Lejos y muy cerca escucho los villancicos de siempre interpretados por voces que se hacen al mismo tiempo escarcha y maná. Miro y me encuentro con aquel puesto de zambombas y panderetas en la Plaza Vieja, o delante de la Plaza de Abastos, o en el 'Peso de la Harina' y aquellos juguetes de la tienda de Suárez, o del supermercado de la Perla, o de los distintos bazares, que avivaban la fantasía infantil y dirigían nuestro balbuciente pulso en la redacción de la carta a los Reyes Magos.


Sí, es fin de año y hoy quiero escribirle a esta Andújar que hace mucho tiempo que me poseyó con su belleza cautiva, con su melodía de versos hechos cal y sacra piedra, con su mirada plenilunea, con ese aroma a vainilla del heliotropo que por dentro la cerca y alza; con su alma, seductora, sensual y patricia. Quiero reflejar ese encuentro apasionado entre una ciudad y una mirada convertida luego en memoria que se resuelve en palabras, casi siempre, de proclamación y de elegía, que quieren a la vez atrapar ese lugar en la fuga del tiempo y volverlo imaginario, salvarlo, inventarlo desde su naturaleza real, hacerlo inmortal.

Dice Antonio Gamoneda que: hoy es domingo y, «me parece que la mañana no está únicamente sobre la tierra, sino que ha entrado suavemente en mi vida».

Sirvan estas deslavazadas palabras para desearles un venturoso, enderezado y saludable, año nuevo.

www.filosofiaylaicismo.blogspot.com

viernes, 20 de diciembre de 2024

Para que no se olvide. Para que no vuelva a ocurrir

Auschwitz (BBC News Mundo

Nacht und Nebel
(Noche y niebla) era la expresión alemana mediante la cual los nazis designaban una clase de prisioneros destinados a perecer sin dejar huella de su paso. Esta locución fue tomada por Himmler del libreto de El oro del Rin (ópera de Richard Wagner) y contiene la réplica de Fafner, que ordena a los enanos: Seid Nacht und Nebel gleich! ("¡Haceos semejantes a la noche y a la niebla!", es decir: ¡desapareced!). 

(Antonina Rodrigo: Mujer y exilio. 1939. Prólogo de Manuel Vázquez Montalbán. Editorial Compañía Literaria, S.L. Madrid, 1999)

He aquí lo que ha estado a punto de dominar el mundo;
pero los pueblos han tenido la última palabra. 
Sin embargo, que nadie cante victoria a destiempo, 
porque el vientre de donde surgió la bestia inmunda 
todavía es fecundo. 

Bertolt BrechtLa resistible ascensión de Arturo Ui (1941)

miércoles, 11 de diciembre de 2024

Volvamos a la calle

Un gimnosofista en una plaza ¡desierta! 

Para Michael Sandel, filósofo de Mineápolis (EEUU), profesor en Harvard (Democracy's Discontent y La tiranía del mérito: ¿Qué ha sido del bien común?), el descontento con la democracia que afecta a un buen número de ciudadanos occidentales se cifra en el deterioro de dos ámbitos: el del trabajo y el de los espacios públicos. La expresión del primer deterioro lo tenemos en el desgaste de la dignidad del trabajador, sumido en el precariado del que hablaba Zygmunt Bauman. Trabajar no tiene como único objetivo ganar el sustento. También puede ser una manera de desarrollar talentos, alcanzar reconocimiento y servir a la colectividad. Pero ello solo es posible en unas condiciones laborales dignas.

Respecto al acceso (y calidad) de los espacios públicos, es esencial para la salud democrática, dado que la democracia requiere de lugares de encuentro e interacción donde dialogar y convivir con el igual y con el diferente. El ágora de las polis griegas.
El espacio público incluye tanto a las instituciones (que podemos denominar lo "público-cerrado": escuelas, hospitales, universidades, bibliotecas públicas, así como asociaciones de índole política -partidos, sindicatos-, y las sedes del poder democrático como juzgados, ayuntamientos, parlamentos, etcétera); como también la vía pública, que podemos denominar lo "público-abierto": caminos, calles y plazas, parques y mercados públicos. La principal diferencia es la formalidad normativa que caracteriza a los primeros frente a la relajada indefinición del espacio público-abierto. La laicidad como neutralidad ideológica debe ser una característica esencial de ese espacio público normativizado frente a la calle que sí admite la exhibición de símbolos y consignas. 

En la era de la posverdad, el desdibujamiento de la división de poderes y la ausencia de unos requerimientos mínimos que hagan posibles los debates constructivos (como el respeto al adversario o el uso honesto de la información) son las polillas que horadan las entretelas de las instituciones. Degradar el parlamento es el paso previo a prenderle fuego. 
Y, respecto a lo publico-abierto, ahora, en especial en las grandes ciudades, la calle se reserva para el turismo y sus necesidades lúdico-festivas y hosteleras más que para el vecino residente, quien, sin embargo, es el que mantiene con sus impuestos ese espacio que no puede disfrutar. En las plazas, llenas de terrazas y cachivaches para solaz del visitante, no queda sitio para el paseante o el vecino que va a la compra o para el juego del niño, que es para lo que deben estar concebidas. Me recuerdo a mí mismo niño: cada tarde me bajaba a jugar a la calle pertrechado con mi balón y mi bocadillo. Y ahí me encontraban mis convecinos que iban y venían de sus asuntos. Ahora, como consecuencia de esa invasión que transforma el espacio público en un lugar hostil concebido para consumir, el encuentro y la interacción tienen lugar en las redes sociales, que vienen a ser una gran Plaza habitada por fantasmas y gánsteres, un entorno donde los poderes ideológicos y económicos ejercen con suma eficacia su estrategia del miedo y su  férreo control de lo que pensamos, sentimos, deseamos, creemos, compramos y consumimos -pidiéndonos siempre, eso sí, nuestro consentimiento de las cookies-. También hay quienes eligen las plazas y calles de plástico de los grandes centros comerciales. Entre compra y compra, pueden sentarse a tragar algo en una terraza con vistas a Vodafone o a Ikea, mientras los niños retozan sobre césped artificial. 
Nuestras gripadas democracias requieren mejorar las condiciones laborales y, al mismo tiempo, recuperar las calles como espacio para el disfrute y la convivencia de quienes viven en ellas. Pero también para la protesta, la rebeldía. Espero que los sindicatos nos convoquen con asiduidad, con nuevas y viejas proclamas, a reconquistar el terreno perdido.

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lunes, 25 de noviembre de 2024

Menos TikTok, más escuelas

Ante el tsunami antidemocrático que nos amenaza y que va ocupando sibilinamente el poder, sigo creyendo que la única revolución posible es la que tiene lugar en las aulas. Solo ellas pueden salvarnos del colapso de las democracias. La historia nos ha dado pruebas de ello. La ILE y las Residencias de Estudiantes y de Señoritas de Madrid, donde se formaron y dieron clases eminentes figuras de la Edad de Plata española, es una de ellas. También sabemos que cuando crece la escolarización, mejoran los indicadores de progreso e igualdad. 


La escuela es un refugio frente al engaño, la demagogia y el odio que enarbolan los extremistas como paso previo a su asalto al poder desde las urnas. Ella ofrece los reductos de silencio que requieren la escucha activa y el intercambio de argumentos, que no de exabruptos. Mas también aporta al niño una experiencia señera de auctoritas frente a potestas, pues el liderazgo del maestro solo es eficaz si va acompañado por la autoridad que le confieren el conocimiento y la virtud en su praxis, frente al poder que se impone a golpes de porras, de dinero, de pedigrí o de mentiras.

Para muchos jóvenes la escuela constituye, además, la única ocasión para la interacción física con sus iguales, para tomar contacto con un mundo real de miradas y rostros, identidades que interactúan, olores intensos y emociones.   

Mientras, en los EEUU, un convicto de delitos contra las personas y las instituciones que son sede de la voluntad popular vuelve a la presidencia. Esto en una de las democracias más antiguas y la más rica -que no la más igualitaria-. Pero también los gobiernos de Putin, Víctor Orbán y Netanyahu han salido de unas elecciones más o menos democráticas. 

Los partidos políticos son incapaces por sí solos de revertir este proceso de descomposición democrática que estamos sufriendo. Ya todos parecen agotados, víctimas de un holístico déjà vu.

La escuela pública,  gratuita e inclusiva, es lugar de transmisión de conocimientos y valores, espacio de encuentro y convivencia de los diferentes, de reflexión y debate sereno, donde nuestros niños y jóvenes pueden alcanzar la formación humana que será el antídoto a los discursos sesgados, excluyentes, supremacistas que pretenden sembrar el desconcierto y la desconfianza en las políticas democráticas para, desde el caos, dar paso de nuevo a la autocracia. 

La prueba de su enorme poder es el asalto permanente de los poderes fácticos a todos los niveles educativos, desde infantil hasta la universidad, bien inoculando la lógica empresarial en el currículum, o bien creando centros privados.     

Los grandes poderes económicos, hartos ya de someterse a las normas del Estado de derecho y a las proclamas del interés común y la igualdad, se afanan en el desahucio de la política, de la buena política, tomando con descaro el poder como está a punto de hacer Elon Musk de la mano de Trump. Ellos y otros millonarios sin más principios que los del libre mercado (que es la ley del más fuerte) y el enriquecimiento personal a toda costa han conseguido hacer creer a una parte importante de los desfavorecidos que son la solución, siendo justamente el problema. Pero, si, a estas alturas de la Historia, consiguen imponer la tesis de que la Tierra es plana, no debe de ser muy difícil extender la idea de que ellos actúan movidos por la filantropía y que Trump es un paladín de la libertad y un nuevo Robin Hood. 

Ya tuvimos pruebas de este canto de sirenas cuando los nazis, servidores de las grandes corporaciones alemanas y de la ideología más clasista y asesina, añadieron los sustantivos "nacionalsocialista" y "obrero" a la denominación de su partido. Y, enfrente, Stalin, otro "socialista" tan sanguinario como ellos. 

En ello estamos, otra vez, acercándonos, de nuevo, al corazón de las tinieblas. 

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