Páginas

viernes, 23 de diciembre de 2022

RECETA DEL POTAJE DE GARBANZOS

        

   

     Cuánta verdad y cuánto amor contienen estas pocas letras de trazo inseguro. Verdad y amor en la austera sencillez del plato, un potaje de garbanzos (o de habichuelas, aclara su autora) y en sus ingredientes; en el esfuerzo por hacerse entender a pesar del escaso trato con la escritura que delatan; en el afán de proteger al hijo que va a partir, pues a él iban dirigidas estas recetas, para que sepa valerse por sí mismo.

Es una nota hecha a vuela pluma, sin tiempo para pensar, para corregir. Retrata a una mujer esmerada, atenta al cuidado de los suyos, pero también muy ocupada, tal vez estresada...

Al observar con atención, vemos cómo sus fallos ortográficos quedan amortiguados por la perfecta ejecución de las tes, sus personales jotas, sus barrocas íes griegas o incluso el afán estético que encierran sus esmeradas bes. Y por la horizontalidad y equidistancia entre líneas, vestigio de aquella niña aplicada que muy pronto tuvo que abandonar el cole al quedar huérfana en una España que ajustaba cuentas a tiro limpio. Esa pericia frustrada que, a pesar de todo, aún adivinamos en el dibujo de sus letras es resultado, tal vez, de la disciplinada repetición de los ejercicios de caligrafía, pensados para domesticar la mano inquieta de una niña como ella en una escuela pobre, de urgencias.

Es la escritura de una mujer que llevaba una casa muy poblada de hijos, y que, durmiendo poco, también tiraba de su negocio, una modesta tienda de papelería con juguetes y regalos. Antes había sido oficiala en la sastrería de mi padre, en la que entró de aprendiz con catorce años.

Con setenta años volvió, con alegría y determinación, a la escuela de mayores Pedro de Escavias. Y también aquí encontró Concha hueco para acudir cada mañana al albergue San Vicente de Paúl, donde ayudaba a preparar los desayunos.

Había mujeres que, despojadas de otras ocupaciones u oficios, reinaban desde las cocinas de sus casas. Entre sartenes y peroles, ejercían su magisterio y desarrollaban su creatividad. Y, aunque a mi madre no le gustó especialmente cocinar, nunca faltó en casa un plato para comer y para cenar cada día. Sus comidas predilectas eran la cocina de berenjenas, el estofado de ternera, las croquetas de bacalao o de pescada, las habas (con sus sabrosos y aterciopelados cascarabitos) con cebolla o las patatas en adobillo; y, en fiestas, se atrevía con sus maravillosos pestiños y sus gachas dulces con canela, tostones y matalahúva.

   

    El aliño de aceitunas era cosa aparte. Constituía todo un ritual, pues, como aperitivo o acompañamiento, estaban presentes en la mesa todo el año. La recuerdo sentada ante orzas repletas de aceitunas cubiertas de agua, clasificándolas por grado de maduración. El viejo mazo de madera para machacar unas, la tabla con agujeros y cuchillas para sajar otras. Y las más verdes se guardaban para el verano con un aliño que, por ser tan bravío, cayó en desuso. Machacadas en adobo las unas, sajadas con hinojo y tomillo las otras; y las amargas o de verano que, tras seis meses de espera en salmuera (para neutralizar en parte el amargor del alpechín), limón y clavo, bullían como un cava descorchado al ser abiertas en julio.

Como se ve, en estas recetas antiguas no había siempre medidas exactas de cantidades ni de tiempos. En todo caso, se añadían indicaciones por aproximación (un rato, un puñado o una pizca), confiando en el buen criterio del ejecutor.

Recuerdo leer en un recetario antiguo escrito por la tía de un amigo muy querido: "Harina Lacarmita". Pensábamos que era alguna marca o tipo de harinas. Pero acabamos cayendo en que era una mala transcripción de "Harina: la que admita".

Documentos que, como palimsestos, atesoran la infrahistoria familiar de estas mujeres que con sus manos sostienen el mundo.

FILOSOFÍA Y LAICISMO

 

jueves, 15 de diciembre de 2022

NIÑOS LUCHANDO


Calle Niños Luchando -Granada-
    Hay en Granada una antigua calle de trazado errático que lleva el inquietante y evocador nombre de Niños Luchando, que nos sorprende por resultarnos propio de una época arcaica, ya felizmente superada. Alguien que pasee por ella, quizá se traslade con la imaginación a un mundo más violento y primitivo donde los niños tuvieron que tomar las armas para defenderse. Pero el origen del nombre es bastante más prosaico, a pesar de la leyenda que circula al respecto y que lo relaciona con niños buscadores de tesoros escondidos. Su origen, digo, está en un bajorrelieve hoy desaparecido, que lucía adosado a la fachada de la casa ubicada a la altura de la Plaza de la Encarnación, sustituida hace décadas por un anodino edificio de viviendas. La imagen representaba a unos niños 
enredados en un ancestral tipo de lucha griega, conocida como pancracio, en la que los combatientes usaban los puños y las piernas para abatir al contrario. Eran, pues, dos niños jugando al pancracio; aunque hoy nadie llamaría juego a una lucha. La imagen procedía, a su vez, de un conjunto escultórico con ese mismo tema ubicado en el patio de un palacio del XVIII. Este, que hacía esquina con la calle de que hablamos, tenía el acceso por la calle Arandas. Esta casona fue derribada y reconstruida en el XX. El edificio está actualmente ocupado por una sede de los Registros de la propiedad.
Permítaseme aquí un inciso: en esta misma calle de Niños Luchando, en la fachada del convento de las Siervas de María, colindante con la casa desaparecida, había otra placa que recordaba a otro joven luchador, el estudiante de medicina Ruiz de Peralta, que encontró la
Fuente:Granada Hoy

muerte ante este convento el 11 de febrero de 1919. Formaba parte del grupo de estudiantes que se atrincheró en el Rectorado –actual Facultad de Derecho- en la huelga convocada contra el caciquismo y fue abatido por la Guardia Civil. Aunque la placa fue retirada por alguien aprovechando una reforma de la fachada, aún permanece el vestigio de los cuatro tacos que la sujetaban a la pared junto a la puerta de acceso al convento. Bien podría haber sido en su memoria que llamaran a esta calle así. (La joven de la esquela de la izquierda de la imagen también perdió su vida ese día, como consecuencia del impacto de una bala perdida que recibió estando asomada a la ventana de su propio domicilio).

    A pesar de los cambios, nuestros niños siguen hoy luchando en nuestras civilizadas sociedades. Luchan, compiten entre sí y contra ellos mismos, enfrentados a los fantasmas interiores que nuestro mundo alimenta.

   Así lo delatan las elevadas cifras de niños y jóvenes afectados por enfermedades mentales que alcanzan las dimensiones de una pandemia. Otra. La ansiedad, la depresión, el aislamiento, el suicidio y los trastornos alimentarios son un signo de nuestra época y una consecuencia de, al menos, dos características propias de la misma: la insana competitividad y la excesiva valoración de la imagen.
    
    La sobrevaloración de la imagen corporal y del éxito económico asociados a una sobreexposición en las redes sociales tiene que ver con este estado de cosas, en especial entre los jóvenes más vulnerables. Y los trastornos alimentarios, que afectan a todos los grupos sociales, así lo prueban. Son enfermedades de nuestra época, que vienen a desmentir el aforismo según el cual no hay nada nuevo bajo el sol. 

        Se genera un marco donde todo se monetariza y en el que nadie parece poseer nunca lo suficiente en dinero, belleza o juventud. Es un escenario proclive a la frustración crónica que espera en falso ser calmada con nuevas compras y con más exhibición en la plaza pública de Instagram o twitter. El dogma del crecimiento y el pánico no ya a la contracción, sino al mero mantenimiento de las cifras de negocio, lleva a los economistas a referirse a la disminución de los parámetros con el ridículo oxímoron de "crecimiento negativo".

      Una sociedad altamente competitiva destierra valores como la empatía, la solidaridad o la colaboración, y los sustituye por sus contravalores. Síntoma de ello es el abundante buenismo que, en forma de tómbolas televisadas o lacrimógenos anuncios publicitarios que vuelven en Navidad, inunda nuestras pantallas. Formas superficiales y poco molestas de encubrir o disimular nuestra pasividad culpable.

        Y esto también lo observamos en los modelos educativos que se vienen imponiendo y que pretenden trasladar a las aulas el discurso del éxito profesional o empresarial. Aulas demasiado cerradas en las que se imparten asignaturas y áreas de conocimiento demasiado constreñidos desde un dirigismo estatal que desconfía de la capacidad de los docentes. Contenidos clausurados y niños encerrados y hacinados en aulas con ratios descabelladas durante seis o más horas diarias, entregados a hacer o a preparar exámenes (ese añejo instrumento de evaluación tan denostado por los buenos docentes y pedagogos). Son niños sin tiempo para pensar, descansar, pasear, distraerse, jugar... y protestar.

        Escuelas así son centros de clausura más que espacios para la alegría, el diálogo y un equilibrado desarrollo de los talentos o inteligencias múltiples. En un contexto así es fácil que germinen conductas inadaptadas que, en unos casos serán de agresividad y en otros de inhibición.

        Se excluyen la improvisación, la diversidad, o la mera posibilidad de generar huecos en nuestras apretadas agendas escolares para cultivar eso que Nuccio Ordine exalta y que, bajo el apelativo de lo inútil, engloba cosas tan necesarias. Inútiles por no rendir provecho material inmediato: la filosofía, las lenguas clásicas, la música, el teatro y las artes en general; o el mismo juego, tan intrascendente como creativo y formativo. O también la simple curiosidad, facultad esencial por humanizadora. Casi ausentes todos ellos en un grisáceo sistema educativo, ahogado en farragosos documentos, siglas y abigarrados conceptos que desaniman al maestro más que ayudarle en su difícil misión.

      Pero no podemos olvidar ese elenco de saberes y talentos "inútiles" si queremos preparar a nuestros alumnos para otra sociedad posible, que no para esta. Pues, a veces, casi siempre, los docentes estamos para formar contra los valores que nuestra sociedad encarna. Solo así cabe el progreso humanista, capaz de desterrar el cansancio y el miedo que generan la ignorancia supersticiosa, los bulos que se imponen en las redes de la posverdad y el consumo desaforado (Bernat Castany, Filosofía del miedo, 2022).

    Hace ya algún tiempo, en mi Instituto, llevamos a cabo una innovadora experiencia pedagógica. Éramos un grupo de profesoras entusiastas. Contamos para ello con el apoyo del alumnado y sus familias. En un viaje a Limoges en el marco del programa educativo europeo Arión, había visto cómo trabajaban "les ateliers" en un liceo, y me pareció trasladable a mi instituto. Y nos pusimos manos a la obra. Se trataba de crear talleres impartidos por el profesorado del centro, mas también por el alumnado de más edad y sus familias, en función de las capacidades e inquietudes de cada cual. Cada semana se escogía un día distinto para no afectar siempre a las mismas materias. Ese día les restábamos diez minutos a cada una de las seis clases de la mañana, y obteníamos así 60 maravillosos minutos, ¡una hora para hacer otras cosas y hacerlas de otra manera! Se impartían talleres de yoga, de ajedrez, de teatro, de fotografía, de diseño, de dibujo, de alimentación saludable y de otras mil cosas más. Los alumnos elegían los talleres, indicando hasta cinco según sus preferencias. Luego se distribuían de manera que en cada grupo no hubiera más de quince. Cada tres meses, rotaban de taller. No había criterio de edad o de nivel, de manera que durante esa hora se mezclaban todos en los diferentes espacios educativos: el patio, el salón de actos, los laboratorios, el gimnasio, la cafetería, la Biblioteca o las aulas. En ellos se encontraban con compañeras a las que les unía un interés común. Os aseguro que era una fiesta. El centro cambió y todos esperábamos con ilusión ese momento semanal de aprendizajes sin corsé, sin libro de texto, sin examen. Pero la alegría duró poco, pues esta experiencia sobrevivió solo un curso. Al siguiente, la autoridad competente entendió que no estaba justificado restar esos pocos minutos semanales al currículo oficial. Aquí terminó la tan traída y llevada autonomía de nuestro centro educativo.

       La implantación del Bachillerato Internacional en el seno de la escuela pública es también buena muestra de lo que vengo hablando y un síntoma de la "tiranía del mérito" (Michael Sandel, 2020 y César Rendueles, 2020). Constituye un desatino que en la escuela pública, tan necesitada de recursos de todo tipo, se dediquen ingentes fondos y esfuerzos personales a un modelo de bachillerato de corte elitista (para acceder no hay más criterio que las calificaciones) y supervisado por agentes externos pertenecientes a una institución privada de solvencia y transparencia más bien escasas. En los centros donde se implanta, se produce una derivación de alumnos brillantes hacia esa modalidad de bachillerato, circunstancia que perjudica al resto de grupos, pues empobrece su diversidad. No obstante, muchos de los escogidos, abandonan pronto por no soportar un nivel de competitividad tan elevado.

    En nuestros centros, vemos con frecuencia a nuestros niños luchando más que colaborando entre sí. Especialmente en los cursos superiores de las enseñanzas medias. No se construye así una escuela enriquecedora y emancipadora, que esté más atenta al matiz y a la disidencia que a la norma; una escuela que sea lugar de encuentro de sensibilidades diversas, compensadora de las desigualdades de partida, pendiente de educar a personas críticas, libres y felices.

        No proponemos aquí una nueva reforma, que ya van ocho en poco más de cuarenta años (LOECE, 1980; LODE,1985; LOGSE, 1990; LOPEG, 1995; LOCE, 2002; LOE, 2006; LOMCE, 2013; y LOMLOE, 2020). Sale a ley por lustro, cuando no es posible hacerse a las prácticas, metodologías y nomenclatura de leyes orgánicas de esta envergadura en menos de una generación. No creo que exista otro ámbito público tan necesitado de estabilidad normativa y tan zarandeado por la incertidumbre constante de reformas y contrarreformas. Fueron leyes que lo cambiaron todo para que casi todo siguiera igual, salvando, claro, algunos avances importantes como la prolongación de la escolarización obligatoria hasta los dieciséis años o el refuerzo y democratización de los órganos colegiados de los centros –hoy ya, de nuevo, muy desdibujados-.

        Se trata de que nuestros niños colaboren y dejen de competir. Es, por tanto, un cambio de paradigma, que confíe más en los docentes, que libere a los discentes y que abandone el valor del crecimiento cuantitativo, mensurable, por el del crecimiento personal, intangible, poco productivo en dinero o especies, pero más conducente a una felicidad frágil, pero serena, y a una sociedad más justa, equitativa, respetuosa y pacífica.

viernes, 25 de noviembre de 2022

PSICOLOGÍA: ACTIVIDAD INTERGENERACIONAL EN UN CENTRO DE DÍA

 

OBJETIVOS DE LA ACTIVIDAD:

Conocer las funciones de una psicóloga en un Centro de Día para personas mayores

Permitir el intercambio de experiencias entre jóvenes y mayores

Conocer la dinámica de grupos

Favorecer la convivencia del grupo y el conocimiento del entorno

Valorar la importancia de la experiencia vital de los mayores

Reconocer el valor del trabajo terapéutico con los mayores desempeñado por los especialistas




El ruido en El Independiente de Granada

El Independiente de Granada, se hace eco de la preocupación del PP municipal por la inacción del gobierno de la ciudad ante la contaminación acústica, un problema que afecta a la salud física y mental, al rendimiento intelectual y al bienestar. La OMS la describe como una auténtica pandemia y como la primera molestia ambiental en los países industrializados. Pero qué más da, insertos como estamos en debates líquidos donde cualquier argumento (por falaz que este sea) en pos de un interés económico resulta irrebatible a priori. 

En vista de la falta de interés de Paco Cuenca, el alcalde, por elaborar un nuevo mapa de ruido que permita determinar las áreas saturadas y proteger los derechos de quienes habitan las calles y plazas (asoladas por terrazas sin control, hordas de turistas, ruidosos festivales para niños y mayores -algunos organizados por el propio Ayuntamiento-), los representantes municipales del Partido Popular han elaborado su propio mapa. Pero olvidan mencionar Bib Rambla y Pasiegas, dos plazas del centro histórico que han dejado de ser lugar de recreo para transformarse en escenario permanente (con megafonía incluida, claro) y espacio de negocio sin ley para la hostelería. Cuando un vecino llama a la Policía Local para quejarse, esta responde que no dispone de medidor de decibelios para levantar denuncia y aconseja al sufrido vecino que acuda el lunes a presentar un escrito ante la Concejalía de Medio Ambiente.  

Cuenca debe de estar muy ocupado resolviendo otro gran problema de nuestra querida Granada, la  contaminación ambiental. Granada es la tercera ciudad del país con más sustancias tóxicas disueltas en el aire que respiramos sus vecinos, y la única de sus características sin un parque de bicis públicas de alquiler. 

Están haciendo de nuestros barrios lugares llenos de ruido y de furia. 

AQUÍ ESTÁ EN ENLACE A LA NOTICIA: "El PP exige un nuevo mapa de ruidos"

www.filosofiaylaicismo.blogspot.com

viernes, 23 de septiembre de 2022

Andújar, Ciudad Muy Mariana

El alcalde de Andújar, del PSOE, propone al Pleno municipal añadir a los títulos tradicionales de la ciudad ("Muy noble y muy leal") el de "Muy mariana", dado el gran fervor popular que concita desde hace siglos la afamada romería de la Cabeza. Dice el regidor que el marianismo trasciende lo religioso y se extiende a lo cultural, histórico, antropológico... 

Tal vez, pero, de ser esto como él dice, no entiendo qué necesidad hay de imponer ese sesgo religioso en la nomenclatura oficial de la ciudad, que debe ser espacio de convivencia y respeto por todos, al margen de sus adscripciones ideológicas. 

En tiempos de crisis, los políticos fulleros se inclinan hacia el populismo y la demagogia en una estrategia de cortas miras que, ante todo, busca provechosos caladeros de votantes, amén de hacer lo indecible con tal de vincular sus nombres a la historia local. Trasluce a distancia un afán de protagonismo infantil, pero también peligroso. 

Hay títulos que se ajustan bien a los requerimientos elementales de una democracia y que incluso pueden ayudar a orientar los esfuerzos municipales hacia objetivos loables y comunes: "Ciudad de la enseñanza", por ejemplo, o del deporte, de la cultura, del teatro, o de la música...  Y tantos otros. 

Me pregunto qué aporta su propuesta de cara a hacer de la comunidad que rige un lugar más inclusivo en la diversidad, más abierto y dialogante con el diferente, aunque este represente una exigua (y, me temo, que cada vez más exangüe) minoría. Tampoco creo que satisfaga su ocurrencia a quienes viven sus creencias con una actitud de respeto hacia el vecino que no comparte sus ideas, pero sí sus calles, parques y plazas. 

Desde luego, para quien practica otro credo religioso o sencillamente es agnóstico o ateo, la idea de añadir esa coletilla al nombre de la ciudad que habita, no debe de hacerle ninguna gracia pues es un motivo más para hacerle sentir extraño en su tierra. 

Si estas son las propuestas de un alcalde progresista... Qué cabe esperar de un Juanma Moreno que, cual Robin Hood 3.0, nos quita maestros de las escuelas (Andalucía tiene el récord nacional en ratio de alumnos por aula) y sanitarios de los hospitales (también estamos a la cola de las comunidades en este ránking), para que los que más tienen se ahorren casi 100 millones del impuesto de Patrimonio. Ahora, ya endiosado en su fastuoso Palacio de San Telmo, y arrobado en su flamante mayoría absoluta, hará buena la legislatura pasada en la que dependía de Vox (¿recuerdan nuestros diccionarios escolares?) y Ciudadanos. Cunde el desánimo y hay motivos para ello. 

Nos encontramos en franco retroceso ideológico en lo referente a valores democráticos básicos (y recogidos en nuestra ya achacosa Constitución), como son la necesaria neutralidad ideológica de las instituciones públicas, la preservación de los servicios públicos (la educación y la sanidad, en particular) o la construcción de sociedades inclusivas, no solo desde el punto de vista económico y social, sino también ideológico. 

En estos días difíciles, las democracias no asentadas en un pacto transversal y firme por el estado del bienestar -servicios públicos de calidad-, degeneran con facilidad en demagogias que, a poco que nos descuidamos, desembocan en fatales tiranías, de las que tenemos cada día nuevos ejemplos en todos los continentes. Y éstas no tienen fácil marcha atrás. 

ADDENDA: En el Instituto de Granada donde imparto clases de Filosofía, los grupos de Bachillerato están a 36 alumnos, un número similar al que había en las aulas del Instituto de Andújar donde estudié COU en 1982. ¡Poco hemos adelantado, pues, en 40 años! 

FILOSOFÍA Y LAICISMO

sábado, 10 de septiembre de 2022

Delegaciones encastilladas

Mientras las delegaciones provinciales de la Consejería de Desarrollo educativo y formación profesional permanecen encastilladas en un laberíntico sistema de cita previa que aburre al más animoso -sea este alumno, madre o docente-, y nos trae a la memoria el pavoroso y larriano "vuelva usted mañana" de una burocracia inexpugnable; la inspección educativa emite la instrucción de que este curso se prohíben las reuniones telemáticas en los centros educativos, tanto de los equipos docentes como de estos con las familias del alumnado. El trabajo telemático se ha mostrado eficaz, tanto para la consecución de los objetivos académicos, como para la movilidad sostenible en nuestras exhaustas ciudades, y también para la conciliación familiar. La prueba de su eficacia está en que muchas empresas y administraciones lo siguen manteniendo para sus trabajadores. Al parecer, la administración andaluza no lo entiende así, sino más bien como privilegio exclusivo de unos pocos. Esto sucede en la Comunidad que menos ha reducido la ratio en las aulas después de la pandemia. Es el nuevo Gobierno andaluz del buenazo de Juanma que, como un nuevo don Tancredo, basa su éxito en aparecer cuanto más quieto mejor, dejando chamuscarse a otros.

FILOSOFÍA Y LAICISMO

sábado, 6 de agosto de 2022

COSAS QUE HACER EN LA VIDA CUANDO AÚN NO ESTÁS MUERTO

El Niño de las Pinturas. Realejo (Granada) 
Por KIKO GARCÍA WIEDEMANN
Tan sólo los malvados y los ingenuos consideran que ellos mismos son los autores de su destino. El resto, azacaneamos con el abanico de posibilidades que ofrece la desesperación para aquietar el alma al comprobar, una vez más y siempre, que son las cosas y los momentos los que nos eligen. Desde lo más nimio y trivial a lo más profundo e insondable, serás aquello que te eligió. Serás.

Entre el deseo y el desprecio, el pantalón te mira desde la luz transparente del escaparate, diciendo con suficiencia, «ese pavo es para mí». Lo mismo hace un coche y las chicas del fin de semana. Hasta tu madre, absorta en los trajines de las jornadas inagotables, a veces te mira como si fueras un extraterrestre que la hubieras elegido sin saber muy bien no sólo por qué, sino, sobre todo, para qué.  
Tampoco se elige saberlo. Pero en los días fríos que muestran la cara hueca del vacío, lo comprendes con tan innegable claridad que tan sólo dan ganas de cerrar los ojos. Porque nada hay más triste que la tristeza.
La vida te elige, te trocea, te ajusta, uniforma y disuelve en miles de vidas. Quieto en el círculo infernal de un avispero furioso, cada picadura te descubre el espacio de lo que eres. Al final, tan sólo dos muñones enfebrecidos que intentan aliviar el dolor intolerable. T. W. Adorno dejó escrito un párrafo que siempre me deja atónito: «La vida, mientras lo sigue siendo, pone en evidencia la falsedad de tal escisión; en el lenguaje, la del pensar, el sentir y el querer. Ningún pensamiento lo es, o es algo más que tautología, si no quiere también algo; ningún sentimiento y ninguna voluntad es más que fugaz emoción sin el elemento del conocimiento».  No puedo dejar de temblar cuando la voz íntima del alma me repite una y otra vez: «La vida, mientras lo sigue siendo...»
Las líneas de T. W. Adorno son la exposición más breve que conozco de situar el problema fundamental del ser humano. No vale que a cualquier cosa la llamemos vida; el hecho de vivir no queda garantizado por la simple reproducción vegetativa de las miserables funciones sociales o biológicas. En sus propias palabras queda, sin duda, mejor dicho: «La vida, mientras lo sigue siendo...». Porque hay un momento que, aunque nos cuesta identificar, existe con una brutalidad imposible de cuestionar: ¿Cuándo deja la vida de ser? Empédocles, 2300 años antes que Adorno, dejó dicho: «Hasta que los mortales vivan lo que ellos llaman vida, hasta entonces ellos son, con sus afanes y sus alegrías; pero antes de que se formen como mortales y después de que se disuelvan, son nada».
La sabiduría griega, fundadora de Occidente y cada vez más olvidada, conocía de un modo inmediato algo que parece estúpido tener que recordar: la vida del ser humano sólo es vida en tanto que permanece lo humano en ella, ... mientras lo sigue siendo. Pero no nos lo ponen fácil. Más aún, les interesa ponérnoslo muy difícil. Y peor, a día de hoy, en el luminoso siglo XXI, creemos irracionalmente que jamás en la historia de la Humanidad se ha vivido mejor. Sin pudor, nos hablan de la sociedad del ocio y del tiempo libre, del momento histórico en que vivimos como la culminación de la mayor prosperidad y bienestar del ser humano. Sin embargo ....  
G. K. Chesterton consideraba que no debía confundirse el ocio con la libertad, pues la presencia del primero no asegura la disponibilidad de la segunda. La habitual confusión entre ambas se debe, según Chesterton a que la palabra «ocio» es utilizada para describir tres cosas diferentes: a) poder hacer algo, b) poder hacer cualquier cosa, c) poder no hacer nada». Poder hacer algo, afirmaba, era la forma más común de ocio. La segunda, la libertad de ajustar lo que uno desea dentro del tiempo de ocio, está más restringida, y tiende a limitarse a artistas y otros creadores. Sin embargo, la tercera era su favorita ya que permitía la inactividad, que para Chesterton era la verdadera forma de ocio.
Witold Rybczyniski (Esperando el fin de semana) ha rastreado la historia del tiempo libre hasta nuestros días. El momento de mayor tiempo libre fue conseguido antes de la Depresión americana. Durante la Depresión, tanto los patronos como el gobierno de Roosevelt se opusieron a la semana de treinta horas, y la Ley de la Recuperación de la Industria Nacional terminó con la idea de la disminución del tiempo de trabajo. Antes de la Depresión, un estadounidense que trabajaba cuarenta horas semanales estaba en el lugar de trabajo menos de la mitad de las 5.840 horas en que se hallaba despierto, y el resto del tiempo estaba libre. Cien años antes, el trabajo ocupaba dos tercios de las horas en que una persona estaba despierta. Sin embargo, esta reducción no es significativa pues se hace en el contexto de la Revolución Industrial que supuso el más alto número de horas trabajadas hasta el presente. En una comparación con periodos históricos anteriores, la conclusión es otra: los romanos del siglo IV dedicaban al trabajo menos de un tercio de las horas en que estaba despierto; en la Europa medieval, el año laboral se reducía a menos de dos mil horas.
Las horas laborales llegaron al límite inferior durante la Depresión, y luego comenzaron a subir nuevamente: en 1948, el 13% de los estadounidenses con jornada completa trabajaban más de 49 horas semanales; en 1979, esta cifra había aumentado a un 18%; en 1989 de los 88 millones de estadounidenses con jornada completa, el 24% trabajaba más de 49 horas semanales. Staffan Linder (The harried leisure class) ha puesto de manifiesto esta paradoja: a mayor riqueza, menor tiempo libre. En las sociedades prósperas, existe un conflicto entre la promoción de bienes de lujo en el mercado y el tiempo libre del individuo. Así, cuando se redujo por primera vez el horario laboral, casi no había bienes de lujo disponibles para el público en general, y el tiempo libre era dedicado al ocio. Con el crecimiento de la llamada «industria del ocio», la gente tenía que elegir entre más tiempo libre o más gastos; si un individuo desea dedicarse a actividades costosas (esquiar, navegar, etc.) debe trabajar más, es decir, cambiar las horas libres por horas extras o coger un trabajo adicional. La mayoría de las personas prefieren gastar a tener más tiempo libre. Linder muestra cómo el crecimiento económico ha provocado falta de tiempo, y cómo el aumento de los ingresos per cápita no es necesariamente un signo de prosperidad (la gente gana más porque trabaja más); y un gran porcentaje del tiempo libre se está convirtiendo en lo que él llamó «tiempo de consumo», y refleja un cambio del ocio de «tiempo intensivo» a ocio de «bienes intensivos» (los estadounidenses gastan más de trece mil millones de dólares anuales en vestimenta deportiva; en otras palabras, mil trescientos millones de horas libres son cambiadas por vestimenta para actividades relacionadas con el tiempo libre; en 1989, para pagar estos lujos, el 6,2 % de los trabajadores -el porcentaje más alto alcanzado hasta entonces- tenían otro trabajo adicional de menos horas).
La condición indispensable de una vida que merezca tal nombre, que no sea el amasijo intolerable que nos ofrecen, es el tiempo. La raíz última de la explotación y la esclavitud es esa: que te roben el tiempo. Y el tiempo no sólo te lo roba el patrón que te explota o el sistema capitalista que no te paga lo que vale tu tiempo, sino, también, toda esa gente molesta que te come el tiempo, y, por tanto, la libertad, y, por tanto, que te comen la vida. La primera cosa que hay que hacer en la vida cuando aún no estás muerto es defender y buscar tu tiempo, para buscar tu libertad, para buscar tu vida (incluso para no hacer nada, como Chesterton señalaba).
Después, para seguir haciendo cosas en la vida mientras aún no estás muerto, quizás sería bueno seguir la duda que planteaba el poeta inglés William Auden: Sé que estoy en el mundo para ayudar a los demás. Lo que aún no sé es para qué están los demás.
Y para poder averiguarlo hay que tener tiempo, tanto tú como los otros. Es posible que al final no pueda descubrirse el sentido de nada, pero entonces lo hermoso y único que nos acompañará a la muerte última será el placer del tránsito, la innegable alegría de haber vivido una vida plena que en sus aciertos y errores fue elegida por uno mismo.
... Porque hay que hacer tantas cosas en la vida cuando aún no estás muerto.
KIKO GARCÍA WIEDEMANN

martes, 2 de agosto de 2022

¡Viva la escuela pública!

Primero de carrera: los bachilleres de la escuela pública son los que más materias aprueban. 

Según un estudio aparecido recientemente en El País, un alumno que se gradúe en un instituto público tiene un 63% más posibilidades de sacar buenas notas en su estreno en la Universidad Complutense. Los datos son extrapolables a nivel nacional.

A esa conclusión llegan los investigadores María Fernández Mellizo-Soto y Alexander Constante en su estudio basado en los datos de asignaturas aprobadas por 8.660 inscritos en primero de carrera que provenían del Bachillerato en el curso 2017/2018. Pero los datos de la Complutense, que cruzan todo tipo de indicadores, no son aislados y son extrapolables al resto de campus públicos de España. En un trabajo posterior, Análisis del abandono de los estudiantes de grado en las universidades presenciales en España (2021), de nuevo Fernández Mellizo-Soto concluyó lo mismo para los 240.500 matriculados en primer año en 2015-2016. En ese caso, la profesora de Sociología Aplicada no estableció un modelo, porque el encargo del Ministerio de Universidades se centraba en cuántos alumnos habían abandonado los campus cuatro años después.

“Los alumnos de la pública tienen mejor rendimiento que los de la privada cuando tienen la misma nota en la EBAU [Evaluación del Bachillerato para el Acceso a la Universidad]. Entonces pusimos sobre la mesa tres hipótesis que aún no están comprobadas”, explica Fernández Mellizo-Soto, economista de formación. “Puede ser que la enseñanza sea de mejor calidad [en la pública]; o que a los de la privada les cueste adaptarse a la universidad, porque en el colegio los profesores hayan estado muy encima de ellos y en la universidad tienes que demostrar otras skills [habilidades] ―más autonomía, más buscarte la vida…― que quizás un instituto sí te dé”. Y señala una tercera hipótesis: “Puede que en la privada inflen las notas para que los alumnos entren en determinadas carreras”.

A ver si resulta que las tres hipótesis son válidas. 

(Noticia: Elisa Silió. El País, 26 de junio de 2022) 

sábado, 23 de julio de 2022

DE GRANADA, SU CENTRO HISTÓRICO Y EL RUIDO

El Niño de las Pinturas

POR MIGUEL ÁNGEL RUBIO MIRÓN

Carta abierta a don Francisco Cuenca alcalde de esta ciudad.

Respetable Autoridad:

Antes de nada, como persona de sesenta y dos años de edad y, por lo tanto, supongo que mayor, quiero expresarle mi agradecimiento por invitarme a bailar en la plaza de Bib-Rambla los sábados por la tarde-noche desde el 22 de mayo hasta el 24 de septiembre, como está programado en la actividad Mayores al baile 2022.

A mí, la verdad es que me gusta bailar a mi aire y no al son que me toquen, pero entiendo que la actividad contentará a muchas personas. Solo le sugeriría que para hacerla más completa se fueran cambiando los espacios destinados al baile, que hay muchos y muy hermosos en nuestra bella ciudad: Plaza Nueva, Jardines del Triunfo, Paseo del Violón, Campo del Príncipe, Paseo de los Tristes... lo que contribuiría, además, a un mejor conocimiento de aquella. Y también a descargar de ruido el centro histórico y la propia plaza de Bib-Rambla. En esta plaza, cercada por terrazas, saturada con sus negocios de restauración, cafeterías, bares -unos veinte si no he contado mal- también vivimos vecinos, soportando un exceso de ruidos que contravienen una y otra vez las propias ordenanzas municipales, pese a los escritos de queja y las llamadas telefónicas a la Policía Local y la actuación de esta.

Usted debería velar por que la plaza no se convierta en un atractivo turístico sin más en un mero escenario o decorado. Al igual que una fuente, un edificio o un rincón históricos, los vecinos somos un activo que le da vida a la ciudad, que trabaja y se desarrolla en y para ella. ¡No nos eche!

Porque eso, echarnos a algunos, es lo que hace cada vez que se organiza o se permite una actividad que, con motivo o no, genera para quienes vivimos en el centro un ruido insoportable que sobrepasa todos los niveles autorizados. ¡No nos divierta tanto! Soñando con una Granada de Tierno Galván, no nos lleve a una Granada de Ayuso.

En la fase final de la Copa del Rey de baloncesto, la ciudad se mostró con su fisonomía cambiada, sus calles renombradas, con actividades varias, muy americano todo, y con música atronadora. En el Corpus en el Centro, por la mañana tuvimos castillos hinchables para los niños, sin niños, por el calor espantados y porque eran días lectivos, pero con música enlatada atronadora. Y por la tarde y por la noche, más música atronadora. Aunque eran días laborables. Usted debe saber que en el centro también viven personas que trabajan o estudian y necesitan descanso y que el ruido daña la salud. ¿Los ignora o los desprecia en favor de un populismo de diversión y de atracción turística?

Es usted respetable, pero para ser respetado debe respetar a todos sus conciudadanos, preocupándose primero por su salud y su bienestar, y el descanso es esencial en ellos; como también lo son poner freno a la contaminación en la ciudad, renaturalizar el río Genil de verdad, no como otro atractivo turístico, oponerse a la especulación en la Vega en el Valle del Darro o en el Cerro de San Miguel, propiciar unos alquileres asequibles...

Yo sigo estudiando, aunque ya no trabajo, de forma remunerada al menos. Lo he hecho y mucho, de camarero, de peón, de pintor, dando clases particulares, para ser maestro durante casi cuarenta años -magister me llamaban mis alumnos- y ahora me gusta mucho la tranquilidad de mi hogar. Hasta ahora los sábados de verbena me he tenido que marchar de mi casa porque la música atronadora hacía insoportable permanecer en ella. Entre las 19:15 h. y las 23:00 h. aproximadamente. Esta perspectiva hasta finales de septiembre se me hace difícil de aceptar. Si no le parece tan importante el problema como para buscarle una solución le propongo yo una. Me podía buscar usted un hueco en su casa o incluso en el portal si es fresquito; me iría con mis auriculares y no invadiría con el ruido de mi música sus estancias, ni siquiera tararearía mis canciones favoritas. Pero claro, no soy yo solo…

En fin, esto es lo que quería decirle. Y que disculpe si el tono de mi carta ha sido inadecuado en algún momento: es usted respetable y también respetado por mi parte. ¡Es que el último sábado hacía un calor por las calles...!

Una última cosa: No ilumine más de lo que ya están los puentes del Darro. Mucha gente, turistas incluidos, lo agradecerán. El exceso de luz nos hace ciegos a los encantos de la noche.

Gracias y un descanso reparador.


martes, 19 de julio de 2022

Magnanimidad

El Niño de las pinturas

La grandeza de ánimo, el desprendimiento y la generosidad son virtudes asociadas a lo que consideramos una persona magnánima, aunque este hermoso vocablo está en franco declive. 

Pues bien, hace unos días, recibí una sencilla lección de magnanimidad por parte de un desconocido... 

Esperaba mi turno en un cajero automático y lo vi llegar con su piel tostada, barba cana y una cartilla de ahorros en la mano. Balbuceó algo que no entendí, mirándome sonriente a los ojos y se apostó junto al cajero. Era un señor de rasgos magrebíes con más de setenta años. Este quiere colarse, pensé de inmediato. 

Cuando me tocó la vez, interponiéndose, y con marcado acento, me informó con naturalidad de que él solo quería sacar dinero. "Eso mismo voy a hacer yo" -dije entonces-; y me apresuré con decisión a poner mis manos sobre el teclado. Él permaneció con su cartilla en la mano, junto a mí. Demasiado junto, pensé. 

Mirándolo, desconfiado, de reojo, recogí mi tarjeta y mi dinero e inicié la marcha. Otros se habían incorporado ya a la cola. Entonces oí al anciano que me interpelaba con urgencia: "¿Puede ayudarme, por favor? Quiero sacar dinero y no sé cómo hacerlo"; a la vez que,  decidido, me ofrecía su cartilla. 

Yo desconocía que siguieran circulando cartillas de ahorros, esos vestigios de la antigüedad bancaria. Debí de introducirla mal por la ranura,  pues la máquina la escupió con un escueto "Cartilla defectuosa". El hombre no se desanimó: "Pruebe a meterla por la última página escrita". Con pudor la hojeé buscando esa página. Allí estaba su saldo que no me atreví a mirar. "Ahora sí. ¿Cuánto dinero necesita?", le pregunté indeciso. "Doscientos cincuenta euros". Marqué la cantidad, y el artefacto, muy correcto, que si expedía billetes de 50 o menores. "De cincuenta está bien", me dijo el hombre, que empezaba a caerme simpático. Y ahora, el código secreto. Le miré, sin atreverme a pedírselo. Él entendió. "Mi número es el...", y fue recitando despacio las cuatro cifras al desconocido que yo era. El cajero expulsó la cartilla y sirvió (vomitó iba a decir) el dinero. "Espere que lo cuente... -me dijo-, nunca se sabe con los bancos... Uno, dos... ¡Está bien!". "Adiós, amigo" -dije-. "Gracias y bendiciones, hermano", respondió.

jueves, 14 de julio de 2022

La paradoja de Fermi y los mundos autófagos

Foto: Alfonso Casado Capell,
"En el Museo José Guerrero"

¿Habrá otros seres pensantes habitando algún lugar remoto de nuestra enorme y silenciosa galaxia, formada por más de trescientos mil millones de soles e innumerables planetas? Muchas veces me lo he preguntado contemplando con asombro el espectáculo de la noche estrellada, tan amenazado hoy por la contaminación lumínica. ¿Se cruzará la trayectoria de mi mirada con la de algún otro ser sintiente que ahora mire hacia este, mi rincón galáctico? 

"¡Le silence éternel de ces espaces infinis m'effraie!", exclamaba un angustiado Pascal cargado de emoción y de razones del corazón que la razón no entiende... E Immanuel Kant, años después, subrayaba: "Dos cosas llenan mi ánimo de admiración y respeto: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí".

Dada la abundancia de los materiales básicos con que está hecha la vida -carbono, en particular-, y la extraordinaria antigüedad del universo -casi infinita frente a la exigua historia de la familia homínida-, deben o han debido de existir muchas civilizaciones tecnológicamente muy desarrolladas en nuestra galaxia. La ley matemática de los grandes números nos muestra que cualquier suceso, por improbable que pueda resultar, acabará teniendo lugar si el número de ensayos es lo suficientemente elevado. Algo de esto también señalaba Nietzsche - y los pitagóricos muchos siglos antes- en su teoría del Eterno retorno de lo idéntico. 

Sin embargo, a día de hoy -pese al empeño interesado de pseudocientíficos aprovechados como Iker Jiménez y su corrillo de acólitos, cuyo negocio depende de la ignorancia supersticiosa-, no tenemos ninguna evidencia de que esto sea así. Ni señales de radio o de otro tipo, ni restos de satélites artificiales o naves extraterrestres. 

¿Será porque nuestros métodos de observación son inadecuados o imperfectos o, tal vez  -y esta es la propuesta del propio Enrico Fermi, Premio Nobel de Física en 1938-, porque toda civilización tecnológicamente desarrollada está condenada a autodestruirse? 

Cuando Fermi proponía su paradoja, él mismo era testigo de un emergente poder de autodestrucción masivo, desconocido hasta entonces: la física nuclear aplicada a la construcción de la primera bomba atómica. Estaba inmerso en el siniestro Programa Manhattan. Hoy hay armas como para destruir el planeta entero y quienes las manejan no son personas con las que compartiría mi casa. Pero acumulamos ya otras armas de destrucción masiva, la contaminación, la desigualdad extrema y la injusticia. 

Después de siglos siendo esforzados sísifos de lo inútil, pasamos ahora a ser ciegos personajes del Apocalipsis. 

¿Somos nosotros mismos otra civilización autófaga más, engolfada ya en su proceso irreversible de autodestrucción? ¿O, tal vez, ¡sea Gaya quien nos extermina en legítima defensa!? 

domingo, 3 de julio de 2022

Aromaterapia en Viña Concepción

 "Esa nariz, de la que ningún filósofo ha hablado todavía con veneración y gratitud, es hasta este momento incluso el más delicado de los instrumentos que están a nuestra disposición. Es capaz de registrar incluso diferencias mínimas de movimiento que ni siquiera el espectroscopio registra".

(F. Nietzsche: "La razón en la filosofía", 3. El crepúsculo de los ídolos).

 

Flor de la jara negra













Para Nietzsche, que pensaba que su genio residía en su nariz (" Por qué soy un destino ", 1. Ecce Homo), el olfato es un sentido poco valorado, a pesar de ser el más filosófico de todos los sentidos. (Diderot, no obstante, opina en su "Carta sobre los sordomudos" que el olfato es el sentido más voluptuoso, y el tacto el más filosófico). 
Sin olfato, no gozamos de los aromas ni nos defendemos de la sustancias tóxicas, repugnantes o en descomposición. No olemos a nuestros enemigos, ni tampoco las feromonas del amor. Y no apreciamos en toda su fuerza los sabores, pues gusto y olfato se potencian entre sí.
Sierra Morena es conocida por el aroma de la jara negra o pringosa así como por el color oscuro que le brinda este arbusto balsámico, cuyos aceites esenciales son utilizados en perfumería; y sus hojas, de sabor amargo, como condimento de arroces. Es, sin duda, la reina entre las plantas aromáticas que engalanan esta sierra; y el particular olor de sus hojas, vibrante y luminoso como el sonido del piano, le confiere un carácter peculiar, inconfundible. Su flor es también notable con cinco grandes pétalos blancos adornados delicadamente con sendos estigmas violáceos en torno a una refulgente corona amarilla. La interpretación mística de esta elaborada inflorescencia es, como puede verse, fácil de hacer.

Dominando el paisaje, los pinos piñoneros, de poderosas copas y afiliadas hojas, que emanan su portentosa fragancia penetrante y sutil como las notas del violín. Mención aparte requiere su resina, que huele a siesta y a incienso. El pino es, tras la jara, el segundo concertino en la amanecida serrana.

Les acompañan el romero, el tomillo y el cantueso, de fragancias cálidas y aterciopeladas  como los vientos madera de la orquesta. Y otras hierbas y arbustos de sonoros nombres y aromas discretos, como la manzanilla, el enebro, el jaguarzo, la melisa toronjil, el orégano, el matagallo, la mejorana y el hinojo. En la ribera de La Parrilla, poblada de brillantes adelfas y pródigas zarzamoras, los refrescantes marrubios mentastros irradian desde la umbría cárcava sus mentoladas y sanadoras esencias de bajo continuo. Y, por fin, junto a la casa, la plateada salvia, de uso ritual en culturas indígenas; la animosa hierbabuena y el sencillo jazmín, de alegre porte y delicado y serenante perfume, como un lieder de Shubert, hacen el resto, cerrando la sobresaliente armonía de esencias serranas.

Estos aromas, que atemperan nuestros ánimos y purifican sangre y pulmones, juegan un papel importante en nuestra vida emocional.

Desde las terminaciones nerviosas olfativas, los odoríficos mensajes se dirigen al sistema límbico, sede inconsciente de las emociones. Activan así respuestas emotivas  y despiertan remotos recuerdos dormidos en el hipocampo. Nos alertan o nos atraen, nos hacen huir, abrazar o atacar. El olfato es un sentido esencial para la vida, más de lo que suponemos.

La sanación por los olores es práctica arcaica, desde la ancestral aromaterapia, tan antigua como la civilización, a la moderna aromacología o neurociencia del olfato, que nos muestra sus miríficos efectos en los biorritmos, y en la remisión del estrés y la ansiedad.

Sanadores y lenitivos que alegran nuestros días y nos acompañan en el descanso nocturno cuando la sierra respira con nosotros.

"Mens sana in corpore sano". La sentencia de Juvenal alcanza en este oloroso vergel todo su sentido con cada nuevo amanecer o caída de la tarde.

VIÑA CONCEPCIÓN (SIERRA DE ANDÚJAR

FILOSOFÍA Y LAICISMO

viernes, 24 de junio de 2022

España, terraza de Europa


"¿Cuánta agua tiene que caer para admitir que está lloviendo?". 

Así nos interpela el Niño de las Pinturas desde un muro del Realejo granadino.

Pues eso, veamos cuánta agua.
En el entorno inmediato a la catedral de Granada, se han inaugurado en los últimos cuatro años cuatro grandes hoteles -que vendrán a sumarse a los muchos que ya había- (y hay al menos dos más en proyecto o en ejecución); asimismo, se han abierto otros tantos edificios dedicados en exclusiva a apartamentos turísticos. Hablamos de más de mil nuevas camas en este reducido espacio urbano.
Una mañana de domingo, al pasar por la catedralicia plaza de las Pasiegas, vi salir a una anciana de su portal y, al paso de un nutrido grupo de guiris, exclamó con descaro y amargura "¡Vamos a comer maletas! ".
Ahora soy yo quien desea preguntar con el Niño.
¿Cuántos nuevos negocios de comida rápida y souvenirs que desplazan al comercio tradicional se abrirán al calor de esas nuevas plazas hoteleras? ¿Y cuántos nuevos bares y restaurantes con sus correspondientes terrazas? ¿Cuántas personas dejarán de comprar o alquilar una vivienda en el barrio por la subida de precios que ocasionará la compra masiva por parte de grandes inversores atraídos por el olor del negocio inmobiliario?
Gentrificación llaman ahora a los efectos de este renovado vandalismo.
Tras la pandemia, nos pedían solidaridad con los bares. Bien, pero no a cualquier precio. ¿Quién se solidariza con el anciano cuyo último tramo de vida se ha vuelto un infierno por el bar que le pusieron en la plaza donde vive o porque esa misma plaza se ha convertido en un recinto de usos múltiples para verbenas, conciertos, mítines, procesiones y demás eventos? ¿O con la madre que cada día, al salir de casa con su bebé, debe sortear a varias hordas de energúmenos embutidos en un ridículo disfraz de pene?
Para un habitante de nuestros centros históricos, la definición del silencio es menos ruido.
No, esto no puede estar pasando.
Y, sin embargo, ¡cómo llueve!
Pero hay más preguntas: ¿Cuántas terrazas más hay que instalar en la Plaza de Bib-rambla de Granada para hacer de ella, no ya un lugar inhabitable para sus vecinos, sino intransitable e inhóspito para cualquiera que guste pasear por un entorno histórico hermoso donde pararse a contemplar, a conversar, a ver jugar a los niños, a oír su fuente u oler sus tilos en primavera o tan solo a leer?
¿Cuántos días de aire irrespirable han de soportar los ciudadanos de una urbe turística para que su Ayuntamiento ponga coto a los hoteles, bares y apartamentos turísticos que atraen una ruidosa legión de visitantes, que, ávidos de consumo, llegan en aviones, autobuses y demás vehículos?
¿Cuántas familias y ancianos tienen que abandonar sus hogares en los barrios históricos para que cese esta nueva invasión bárbara?
Pero sigamos con más preguntas, con permiso del Niño.

¿Quién es más patriota, quien denuncia esta realidad demencial o quien aprovecha para hacer su agosto en ganancias (ya sea en dinero o en votos) sin importarle el quebranto de un modus vivendi y un entorno que es precisamente lo que ha atraído a ese turismo desconsiderado?; ¿quien defiende esos valores no monetizables o quien se entrega a esa realidad líquida del dinero que solo atiende a la inmediatez del propio beneficio?
A pesar de la enorme diferencia de población, Granada es ya la tercera ciudad más contaminada de España, por detrás de Madrid y Barcelona. Y, respecto a la costa, España cuenta este verano con 48 playas con bandera negra a causa del turismo masivo y los desechos que origina. El paraje natural de Maro-Cerro Gordo de Nerja es uno de ellos y la recibe por una acumulación de cremas solares tal que resulta peligrosa para la salud humana y para la biodiversidad de sus fondos marinos.
Pero, cuando hablamos de contaminación no nos referimos solo a contaminación de aguas o a polución atmosférica, sino también acústica, espacial, visual y hasta anímica. Hablamos de un espacio urbano sucio, masificado, hostil, monetizado hasta la extenuación, transformado en un gran mercado e irreconocible para sus habitantes. Y esto vale para las ciudades ya mentadas como para Córdoba, Toledo, Valencia, Pamplona, Palma, Sevilla y tantas otras.
Obviamente, el turismo genera puestos de trabajo y riqueza, pero hay que reflexionar y decidir qué modelo de ciudad queremos. Y ahí la participación de todas es crucial. Las sucesivas crisis nos han mostrado con claridad lo vulnerable que es una economía que dependa tanto del turismo como la nuestra, que no es capaz de diversificar las fuentes de generación de trabajo y de riqueza, no solo de tipo material o tangible, sino también intelectual, moral y cultural.
Ahora al turismo lo llaman 'industria' para envolverlo en ese halo de progreso con el que solemos adornar a los laboriosos germanos. Quien pone nombre a las cosas, manda. Y así pretenden obnubilar a quienes han padecido el paro y la precariedad laboral durante decenios. Pero no, no es industria. Y menos aún este turismo de selfi, consumo compulsivo y parque temático. A mí me enseñaron que el turismo estaba en el sector terciario, el de servicios. ("Aprender más para servir mejor", es el lema de una escuela concertada granadina, dicho sea esto de paso.)
Tenemos un grave problema demográfico más -junto al de la España vaciada-: se vacían los cascos históricos para llenarlos de juerga y polución de todo tipo.
El objetivo, tal vez compartido tanto por las autoridades de aquí como las de Bruselas, es hacer de España la gran terraza de Europa. Un lugar de diversión y despedidas de soltero para jóvenes, y de salud y karaoke para los mayores de la rica Europa del norte. En el sur, todos camareros, guías, kellys o bien hosteleros. Los del norte que piensen y produzcan, que luego nosotros les daremos diversión en nuestras exhaustas ciudades y playas.
Pero solo un turismo regulado, así como el fomento de otros modelos turísticos responsables, serán compatibles con entornos urbanos habitables y con un medio ambiente limpio y protegido. Y estos son valores esenciales para una vida digna y sostenible en el tiempo.
Urge una racionalización del masivo flujo turístico, tanto a nivel municipal como autonómico, nacional y europeo. Se trata, sobre todo, de educar, pero también de establecer normas que, por otra parte, ya se han aplicado en diversos países. Como, por ejemplo, establecer límites al número de camas en función de la población; o imponer un impuesto al viajero para que contribuya al mantenimiento del lugar que visita y a los servicios que recibe; o limitar por zonas el número de establecimientos de ocio y hostelería y terrazas, además de establecer horarios y umbrales de sonido que sean respetuosos con el bienestar del vecino, sin que este tenga que recurrir a instancias judiciales para ver reconocidas cosas tan elementales como su derecho al descanso.
La sostenibilidad, nuestra salud, el futuro de nuestros jóvenes, de nuestro campo y de nuestras ciudades se juegan en buena medida en este turbio negocio del turismo.
Pues eso, que sí, que está lloviendo, y no precisamente agua.

martes, 21 de junio de 2022

MÓNICA OLTRA Y LAS FALACIAS LÓGICAS

El pseudoargumento conocido como ad hominem es una herramienta retórica, una falacia no formal; es decir, un argumento falso, engañoso, que, no obstante, utilizamos con frecuencia para convencer a toda costa. Atacamos al oponente en lugar de discutir sus razones. 

Cuando explico a mis alumnos la lógica informal, me afano en buscar en redes y medios en general ejemplos para ilustrarles cada una de las falacias: ad baculum ('Cumple con las normas o serás sancionado"), ad populum ("Es así porque la mayoría está de acuerdo"), ad verecundiam (" Es verdad porque lo dijo Aristóteles'), ad misericordiam ("Señor juez, no me condene. Yo siempre fui un buen hombre "), ad ignorantiam ("Existen los extraterrestres porque nadie ha probado lo contrario"), etcétera. 

Pero el caso de Mónica Oltra me ofrece bastantes ejemplos de falacias ad hominem. Imputada por presunto encubrimiento de su ex marido en un caso de abuso a una menor tutelada por el que este fue condenado a varios años de prisión, veo ahora cómo Oltra, que, en su momento, señaló la imputación como el Rubicón que marcaba la puerta de salida para cualquier político en ejercicio, se refugia para no dimitir en una supuesta campaña de derribo contra ella montada por la extrema derecha. 

El magistrado señalaba en su auto de abril que "existen indicios racionales y sólidos de la participación de la aforada en los hechos", y pedía su imputación al TSJCV. En efecto, hace unos días, el Tribunal Superior ha hecho efectiva la imputación. 

Ahora, Compromís cierra filas con Mónica, mientras medios progresistas señalan la vinculación con la ultraderecha de quienes promovieron en su día la investigación judicial del caso: "Ultraderecha, multinacionales y la rama jurídica del PP buscan poner contra las cuerdas a Oltra", escribe Público. Se ataca la honestidad del adversario, en lugar de demostrar la falsedad de sus argumentos. 

Aunque fuera cierto el contubernio, ello no debería impedir a la señora vicepresidenta valenciana abandonar su cargo para defender su inocencia; y, en su caso, acusar a quien corresponda de injurias o, de tratarse de un auto sin fundamento, de prevaricación. De ser como sostiene Compromís, habrían prevaricado el juez de instrucción, la fiscal superior de la Comunidad Valenciana, y el magistrado de la sala del TSJCV. 

En innumerables ocasiones hemos visto a cargos del PP aferrarse al sillón y hablar de "campañas orquestadas por el PSOE".

He sentido un gran desengaño al ver cómo en este caso, como en esos otros, una servidora pública progresista se agarra a su cargo como si ella fuera insustituible. No entiendo que resulte tan dramático abandonar el puesto que se ostenta, cuando debería de haber compañeras de Compromís cualificadas y dispuestas para suplir a la persona saliente sin más dramatismo.

domingo, 5 de junio de 2022

RECHAZO VECINAL AL TRASLADO DE LA ESTACIÓN DE FERROCARRIL A LA VEGA

Por MIGUEL ÁNGEL RUBIO MIRÓN


En el marco de las Jornadas de Participación Ciudadana en el Avance del Nuevo Plan General de Granada, estuve presente el pasado jueves 19 de mayo en la reunión del distrito Centro. La asistencia numerosa, tanto de vecinos como de asociaciones, y las abundantes y diversas aportaciones a la hora de señalar los problemas y de proponer soluciones a los mismos, me hicieron valorar positivamente la iniciativa de participación. Salieron a la luz problemas concretos del distrito, pero también otros más generales, como la contaminación en la ciudad, la movilidad o la vivienda.

Sin embargo, más tarde, ya en casa, me encontré para mi sorpresa en un medio digital con el artículo "Granada no encuentra rechazo vecinal al plan para trasladar la estación de tren a la Vega" (Granada Hoy, 18 de mayo). Y, al leerlo, de la sorpresa pasé a la indignación. Escribí a los responsables de la iniciativa participativa, manifestándoles mi extrañeza por el contenido del artículo e indicándoles, además, que hablar de esa ausencia de rechazo al proyecto de traslado cuando el ciclo de reuniones no había terminado aún ponía interrogantes a la validez de la iniciativa participativa.
La respuesta del Equipo Redactor del Nuevo Plan me llegó anteayer, 24 de mayo, y, entre otras cosas, incluía que "somos conscientes del rechazo que existe hacia esta propuesta -traslado de la estación de tren a la Vega-, desde vecinos y vecinas de los diferentes distritos hasta colectivos que trabajan para proteger la Vega la rechazan (sic)".
Parece, por tanto, que rechazo vecinal sí hay. Igual que un Pacto por la Vega de Granada 2015, con numerosos y significativos apoyos. Igual que una plataforma "Defendamos la Vega Otra Vez", constituida este pasado lunes 23 de mayo por más de un centenar de personas y colectivos.
Parece también que, por muy convencido que se esté de que un plan trae beneficios, no está bien manipular, forzar, retorcer -elija el lector el verbo- la opinión y el sentir de los ciudadanos.


Miguel Ángel Rubio Mirón

jueves, 26 de mayo de 2022

Veremos a ver si nazco...


ARM, Invierno
Oigo con frecuencia expresiones incorrectas que son fruto del cruce de otras que, en principio, poco tienen que ver; o bien, de la deriva jocosa de frases hechas. Así, el “buscarle los tres pies al gato” una frase absurda a poco que se piense, deformación del original “buscarle el traspié al gato”, que denuncia el empeño de alguno por acabar con la paciencia de un tercero o el esfuerzo baldío por cogerle en un renuncio, tan inútil como es pretender que un gato tropiece y caiga. 
Cabe también la posibilidad de que con "los tres pies" nos estemos refiriendo a las sílabas de la palabra "gato" (en el contexto de la métrica poética) ; en cuyo caso "gato" tiene solo dos pies. Pero, en este caso, la expresión correcta sería "No le busques tres pies a 'gato' ".
Sin embargo, no ha sido todo esto impedimento para que aparezca en la versión espuria en el mismísimo Quijote.

Me viene a la memoria un artículo hilarante que hace años publicó Manuel Rivas en un periódico. Era una antología de la frase (des)hecha, que es síntoma de la deserción del pensamiento riguroso. “Antes de hablar, enfatizó el presidente, quiero decir unas palabras” acompañaba a frases deformes como “ahora vienen las hostialidades” o “venimos de caspa caída”.
Veremos a ver” es un enunciado incorrecto por cacofónico, amén de absurdo, que nos acompaña con persistencia irritante en medios diversos —los deportivos son una cantera inagotable en este terreno—. Es fruto del cortocircuito producido entre dos expresiones prospectivas como “ya veremos” y “vamos a ver qué pasa”, perfectamente lógicas dichas así, por separado.
Pero mi estupor y decepción fueron supremos cuando lo encontré escrito en el final de una maravillosa carta de Federico García Lorca dirigida a su amigo Regino Sainz de la Maza, que comienza con un inquietante “Ahora he descubierto una cosa terrible (no se lo digas a nadie). Yo no he nacido todavía.” Tras detallar en freudianos términos los síntomas de un desdoblamiento de personalidad (“Había mil Federicos Garcías Lorcas, tendidos para siempre en el desván del tiempo”), concluye con un “Yo vivo de prestado, lo que tengo dentro no es mío, veremos a ver si nazco.”
Esto solo me permite concluir que, en el uso de este artefacto prodigiosamente complejo que es el lenguaje natural, voz directa de la materia pensante, hemos de ser siempre indulgentes hacia las erratas propias y ajenas.