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sábado, 23 de julio de 2022

DE GRANADA, SU CENTRO HISTÓRICO Y EL RUIDO

El Niño de las Pinturas

POR MIGUEL ÁNGEL RUBIO MIRÓN

Carta abierta a don Francisco Cuenca alcalde de esta ciudad.

Respetable Autoridad:

Antes de nada, como persona de sesenta y dos años de edad y, por lo tanto, supongo que mayor, quiero expresarle mi agradecimiento por invitarme a bailar en la plaza de Bib-Rambla los sábados por la tarde-noche desde el 22 de mayo hasta el 24 de septiembre, como está programado en la actividad Mayores al baile 2022.

A mí, la verdad es que me gusta bailar a mi aire y no al son que me toquen, pero entiendo que la actividad contentará a muchas personas. Solo le sugeriría que para hacerla más completa se fueran cambiando los espacios destinados al baile, que hay muchos y muy hermosos en nuestra bella ciudad: Plaza Nueva, Jardines del Triunfo, Paseo del Violón, Campo del Príncipe, Paseo de los Tristes... lo que contribuiría, además, a un mejor conocimiento de aquella. Y también a descargar de ruido el centro histórico y la propia plaza de Bib-Rambla. En esta plaza, cercada por terrazas, saturada con sus negocios de restauración, cafeterías, bares -unos veinte si no he contado mal- también vivimos vecinos, soportando un exceso de ruidos que contravienen una y otra vez las propias ordenanzas municipales, pese a los escritos de queja y las llamadas telefónicas a la Policía Local y la actuación de esta.

Usted debería velar por que la plaza no se convierta en un atractivo turístico sin más en un mero escenario o decorado. Al igual que una fuente, un edificio o un rincón históricos, los vecinos somos un activo que le da vida a la ciudad, que trabaja y se desarrolla en y para ella. ¡No nos eche!

Porque eso, echarnos a algunos, es lo que hace cada vez que se organiza o se permite una actividad que, con motivo o no, genera para quienes vivimos en el centro un ruido insoportable que sobrepasa todos los niveles autorizados. ¡No nos divierta tanto! Soñando con una Granada de Tierno Galván, no nos lleve a una Granada de Ayuso.

En la fase final de la Copa del Rey de baloncesto, la ciudad se mostró con su fisonomía cambiada, sus calles renombradas, con actividades varias, muy americano todo, y con música atronadora. En el Corpus en el Centro, por la mañana tuvimos castillos hinchables para los niños, sin niños, por el calor espantados y porque eran días lectivos, pero con música enlatada atronadora. Y por la tarde y por la noche, más música atronadora. Aunque eran días laborables. Usted debe saber que en el centro también viven personas que trabajan o estudian y necesitan descanso y que el ruido daña la salud. ¿Los ignora o los desprecia en favor de un populismo de diversión y de atracción turística?

Es usted respetable, pero para ser respetado debe respetar a todos sus conciudadanos, preocupándose primero por su salud y su bienestar, y el descanso es esencial en ellos; como también lo son poner freno a la contaminación en la ciudad, renaturalizar el río Genil de verdad, no como otro atractivo turístico, oponerse a la especulación en la Vega en el Valle del Darro o en el Cerro de San Miguel, propiciar unos alquileres asequibles...

Yo sigo estudiando, aunque ya no trabajo, de forma remunerada al menos. Lo he hecho y mucho, de camarero, de peón, de pintor, dando clases particulares, para ser maestro durante casi cuarenta años -magister me llamaban mis alumnos- y ahora me gusta mucho la tranquilidad de mi hogar. Hasta ahora los sábados de verbena me he tenido que marchar de mi casa porque la música atronadora hacía insoportable permanecer en ella. Entre las 19:15 h. y las 23:00 h. aproximadamente. Esta perspectiva hasta finales de septiembre se me hace difícil de aceptar. Si no le parece tan importante el problema como para buscarle una solución le propongo yo una. Me podía buscar usted un hueco en su casa o incluso en el portal si es fresquito; me iría con mis auriculares y no invadiría con el ruido de mi música sus estancias, ni siquiera tararearía mis canciones favoritas. Pero claro, no soy yo solo…

En fin, esto es lo que quería decirle. Y que disculpe si el tono de mi carta ha sido inadecuado en algún momento: es usted respetable y también respetado por mi parte. ¡Es que el último sábado hacía un calor por las calles...!

Una última cosa: No ilumine más de lo que ya están los puentes del Darro. Mucha gente, turistas incluidos, lo agradecerán. El exceso de luz nos hace ciegos a los encantos de la noche.

Gracias y un descanso reparador.


martes, 19 de julio de 2022

Magnanimidad

El Niño de las pinturas

La grandeza de ánimo, el desprendimiento y la generosidad son virtudes asociadas a lo que consideramos una persona magnánima, aunque este hermoso vocablo está en franco declive. 

Pues bien, hace unos días, recibí una sencilla lección de magnanimidad por parte de un desconocido... 

Esperaba mi turno en un cajero automático y lo vi llegar con su piel tostada, barba cana y una cartilla de ahorros en la mano. Balbuceó algo que no entendí, mirándome sonriente a los ojos y se apostó junto al cajero. Era un señor de rasgos magrebíes con más de setenta años. Este quiere colarse, pensé de inmediato. 

Cuando me tocó la vez, interponiéndose, y con marcado acento, me informó con naturalidad de que él solo quería sacar dinero. "Eso mismo voy a hacer yo" -dije entonces-; y me apresuré con decisión a poner mis manos sobre el teclado. Él permaneció con su cartilla en la mano, junto a mí. Demasiado junto, pensé. 

Mirándolo, desconfiado, de reojo, recogí mi tarjeta y mi dinero e inicié la marcha. Otros se habían incorporado ya a la cola. Entonces oí al anciano que me interpelaba con urgencia: "¿Puede ayudarme, por favor? Quiero sacar dinero y no sé cómo hacerlo"; a la vez que,  decidido, me ofrecía su cartilla. 

Yo desconocía que siguieran circulando cartillas de ahorros, esos vestigios de la antigüedad bancaria. Debí de introducirla mal por la ranura,  pues la máquina la escupió con un escueto "Cartilla defectuosa". El hombre no se desanimó: "Pruebe a meterla por la última página escrita". Con pudor la hojeé buscando esa página. Allí estaba su saldo que no me atreví a mirar. "Ahora sí. ¿Cuánto dinero necesita?", le pregunté indeciso. "Doscientos cincuenta euros". Marqué la cantidad, y el artefacto, muy correcto, que si expedía billetes de 50 o menores. "De cincuenta está bien", me dijo el hombre, que empezaba a caerme simpático. Y ahora, el código secreto. Le miré, sin atreverme a pedírselo. Él entendió. "Mi número es el...", y fue recitando despacio las cuatro cifras al desconocido que yo era. El cajero expulsó la cartilla y sirvió (vomitó iba a decir) el dinero. "Espere que lo cuente... -me dijo-, nunca se sabe con los bancos... Uno, dos... ¡Está bien!". "Adiós, amigo" -dije-. "Gracias y bendiciones, hermano", respondió.

jueves, 14 de julio de 2022

La paradoja de Fermi y los mundos autófagos

Foto: Alfonso Casado Capell,
"En el Museo José Guerrero"

¿Habrá otros seres pensantes habitando algún lugar remoto de nuestra enorme y silenciosa galaxia, formada por más de trescientos mil millones de soles e innumerables planetas? Muchas veces me lo he preguntado contemplando con asombro el espectáculo de la noche estrellada, tan amenazado hoy por la contaminación lumínica. ¿Se cruzará la trayectoria de mi mirada con la de algún otro ser sintiente que ahora mire hacia este, mi rincón galáctico? 

"¡Le silence éternel de ces espaces infinis m'effraie!", exclamaba un angustiado Pascal cargado de emoción y de razones del corazón que la razón no entiende... E Immanuel Kant, años después, subrayaba: "Dos cosas llenan mi ánimo de admiración y respeto: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí".

Dada la abundancia de los materiales básicos con que está hecha la vida -carbono, en particular-, y la extraordinaria antigüedad del universo -casi infinita frente a la exigua historia de la familia homínida-, deben o han debido de existir muchas civilizaciones tecnológicamente muy desarrolladas en nuestra galaxia. La ley matemática de los grandes números nos muestra que cualquier suceso, por improbable que pueda resultar, acabará teniendo lugar si el número de ensayos es lo suficientemente elevado. Algo de esto también señalaba Nietzsche - y los pitagóricos muchos siglos antes- en su teoría del Eterno retorno de lo idéntico. 

Sin embargo, a día de hoy -pese al empeño interesado de pseudocientíficos aprovechados como Iker Jiménez y su corrillo de acólitos, cuyo negocio depende de la ignorancia supersticiosa-, no tenemos ninguna evidencia de que esto sea así. Ni señales de radio o de otro tipo, ni restos de satélites artificiales o naves extraterrestres. 

¿Será porque nuestros métodos de observación son inadecuados o imperfectos o, tal vez  -y esta es la propuesta del propio Enrico Fermi, Premio Nobel de Física en 1938-, porque toda civilización tecnológicamente desarrollada está condenada a autodestruirse? 

Cuando Fermi proponía su paradoja, él mismo era testigo de un emergente poder de autodestrucción masivo, desconocido hasta entonces: la física nuclear aplicada a la construcción de la primera bomba atómica. Estaba inmerso en el siniestro Programa Manhattan. Hoy hay armas como para destruir el planeta entero y quienes las manejan no son personas con las que compartiría mi casa. Pero acumulamos ya otras armas de destrucción masiva, la contaminación, la desigualdad extrema y la injusticia. 

Después de siglos siendo esforzados sísifos de lo inútil, pasamos ahora a ser ciegos personajes del Apocalipsis. 

¿Somos nosotros mismos otra civilización autófaga más, engolfada ya en su proceso irreversible de autodestrucción? ¿O, tal vez, ¡sea Gaya quien nos extermina en legítima defensa!? 

domingo, 3 de julio de 2022

Aromaterapia en Viña Concepción

 "Esa nariz, de la que ningún filósofo ha hablado todavía con veneración y gratitud, es hasta este momento incluso el más delicado de los instrumentos que están a nuestra disposición. Es capaz de registrar incluso diferencias mínimas de movimiento que ni siquiera el espectroscopio registra".

(F. Nietzsche: "La razón en la filosofía", 3. El crepúsculo de los ídolos).

 

Flor de la jara negra













Para Nietzsche, que pensaba que su genio residía en su nariz (" Por qué soy un destino ", 1. Ecce Homo), el olfato es un sentido poco valorado, a pesar de ser el más filosófico de todos los sentidos. (Diderot, no obstante, opina en su "Carta sobre los sordomudos" que el olfato es el sentido más voluptuoso, y el tacto el más filosófico). 
Sin olfato, no gozamos de los aromas ni nos defendemos de la sustancias tóxicas, repugnantes o en descomposición. No olemos a nuestros enemigos, ni tampoco las feromonas del amor. Y no apreciamos en toda su fuerza los sabores, pues gusto y olfato se potencian entre sí.
Sierra Morena es conocida por el aroma de la jara negra o pringosa así como por el color oscuro que le brinda este arbusto balsámico, cuyos aceites esenciales son utilizados en perfumería; y sus hojas, de sabor amargo, como condimento de arroces. Es, sin duda, la reina entre las plantas aromáticas que engalanan esta sierra; y el particular olor de sus hojas, vibrante y luminoso como el sonido del piano, le confiere un carácter peculiar, inconfundible. Su flor es también notable con cinco grandes pétalos blancos adornados delicadamente con sendos estigmas violáceos en torno a una refulgente corona amarilla. La interpretación mística de esta elaborada inflorescencia es, como puede verse, fácil de hacer.

Dominando el paisaje, los pinos piñoneros, de poderosas copas y afiliadas hojas, que emanan su portentosa fragancia penetrante y sutil como las notas del violín. Mención aparte requiere su resina, que huele a siesta y a incienso. El pino es, tras la jara, el segundo concertino en la amanecida serrana.

Les acompañan el romero, el tomillo y el cantueso, de fragancias cálidas y aterciopeladas  como los vientos madera de la orquesta. Y otras hierbas y arbustos de sonoros nombres y aromas discretos, como la manzanilla, el enebro, el jaguarzo, la melisa toronjil, el orégano, el matagallo, la mejorana y el hinojo. En la ribera de La Parrilla, poblada de brillantes adelfas y pródigas zarzamoras, los refrescantes marrubios mentastros irradian desde la umbría cárcava sus mentoladas y sanadoras esencias de bajo continuo. Y, por fin, junto a la casa, la plateada salvia, de uso ritual en culturas indígenas; la animosa hierbabuena y el sencillo jazmín, de alegre porte y delicado y serenante perfume, como un lieder de Shubert, hacen el resto, cerrando la sobresaliente armonía de esencias serranas.

Estos aromas, que atemperan nuestros ánimos y purifican sangre y pulmones, juegan un papel importante en nuestra vida emocional.

Desde las terminaciones nerviosas olfativas, los odoríficos mensajes se dirigen al sistema límbico, sede inconsciente de las emociones. Activan así respuestas emotivas  y despiertan remotos recuerdos dormidos en el hipocampo. Nos alertan o nos atraen, nos hacen huir, abrazar o atacar. El olfato es un sentido esencial para la vida, más de lo que suponemos.

La sanación por los olores es práctica arcaica, desde la ancestral aromaterapia, tan antigua como la civilización, a la moderna aromacología o neurociencia del olfato, que nos muestra sus miríficos efectos en los biorritmos, y en la remisión del estrés y la ansiedad.

Sanadores y lenitivos que alegran nuestros días y nos acompañan en el descanso nocturno cuando la sierra respira con nosotros.

"Mens sana in corpore sano". La sentencia de Juvenal alcanza en este oloroso vergel todo su sentido con cada nuevo amanecer o caída de la tarde.

VIÑA CONCEPCIÓN (SIERRA DE ANDÚJAR

FILOSOFÍA Y LAICISMO