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sábado, 28 de agosto de 2021

¡Viva la risa!


"Sé serio. Lleva seriedad, solemne seriedad a tu vida, aunque te digan los paganos que eso es ensombrecerla, que la haces sombría y deprimente". Así aconseja Unamuno en un fragmento de su '¡Adentro!', que hube de comentar allá por junio del año 1983 en la prueba de Selectividad que me abriría las puertas de la Universidad en mi soñada Granada. ¡Cuánto gustó aquel texto al joven católico, impetuoso y mojigato que yo era! (transformado en el viejo descreído que vengo siendo a fuerza de vivir en camino; pues quien camina mucho, ve mucho y cree poco).

Yo ya había conocido el poder redentor de la risa en los rostros queridos de mi madre y de mi mejor amigo de la adolescencia, Antonio, poseedor de una risa contagiosa y un humor amable. Pero, muy pronto, ya como estudiante de Filosofía, tendría ocasión de valorar también sus miríficos efectos liberador y sanador de la mano de gigantes de la cultura griega como el comediógrafo Aristófanes o el materialista Demócrito de Ábdera, apodado el Risitas por su cachondeo mental, que tanto disgustaba al solemne Platón. Si a Heráclito, el Oscuro, la estupidez humana le deprimía, al abderita le hacía reír. Representan sendos modelos de sabiduría, aunque siempre haya gozado de mejor prensa el primero. Diógenes, el Cínico, también la empleó como arma de crítica, y mira lo que acabó significando el término 'cínico'.
Filósofos contemporáneos le han prestado atención. Así, Manfred Geier en su "De qué se ríe la gente inteligente" (Editorial Rowohlt, 2006), dedica un capítulo al esfuerzo de Platón por erradicar la risa del ámbito filosófico. Y Gustavo Bueno en "Ética de la risa", enjundioso artículo, expone la que denomina teoría noética de la risa que, a diferencia de la perspectiva noemática, hace consistir su esencia en una relación de la mente consigo misma y no con un objeto externo.
A diferencia de la sonrisa macilenta y beatífica, la risa espontánea y franca, la carcajada, tuvo siempre mala acogida en la caverna. Así lo entendía Eco: el venerable Jorge de Burgos arrojaba el humor y la comedia a las llamas del infierno en "El nombre de la Rosa" porque, con clarividencia,  manifestaba que "la risa mata el miedo y sin miedo no puede haber fe".
La risa, la fiesta y el juego, actividades tan afines como improductivas,  pues no pretenden sino distraer y divertir.
Dichoso sea quien, sustrayéndose a redes, compras y viajes, a ellas se entrega en el tiempo de ocio, tan exiguo ya como elogiado por Lafargue, yerno díscolo del hacendoso K. Marx. Las tres nos hacen confraternizar, crear comunidad; y son, al mismo tiempo, expresión privilegiada del divino acto creador, al decir de Nietzsche, otro acérrimo defensor de la alegría. Su profeta ateo, Zaratustra, exclama: "Yo he santificado el reír. Vosotros, hombres superiores, ¡aprended a reír! "-.
Pero, hay risas diversas. Las hay ingenuas, siniestras y canallas, fingidas y sinceras, sabias e insensatas. Porque, como todo lo humano, reír tiene su lado inquietante, abismal. Lo que las asemeja es que tanto el que ríe, como el que celebra y juega, manifiestan complacencia y una cierta soberanía sobre las circunstancias. Y que son portadoras de feraces semillas de locura y rebeldía bufonesca.
Reír y jugar nos devuelven al paraíso perdido, a un espacio sin normas o, al menos, con otras normas. Actitudes vitales profundamente humanizadoras, aunque no exclusivamente humanas -Jane Goodall nos enseña la risa de los chimpancés, y sabemos que hasta las ratas ríen, gracias a algún neurólogo de Humboldt-. Esto basta para comprender la importancia de la risa como elemento sanador y socializador a lo largo de la evolución de los mamíferos. La risa es contagiosa porque activa nuestras neuronas espejo, pendientes siempre de nuestros semejantes para que gocemos con su placer y sintamos su dolor.
Pero que sigue siendo muy necesaria ahora, tanto frente a la compostura formal exigida en contextos como el laboral y el académico; cuanto ante ese producir-consumir-comunicar perpetuo en el que nos quieren engalgados de la mañana a la noche, en el trabajo y en el ocio, los poderes sin alma del gran mercado on line en que sobrevivimos.


1 comentario:

  1. Querido amigo, me parece un artículo muy oportuno. Tenemos que reír y compartirlo con las personas que queremos.
    Qué alegría ver a tu madre, esa siempre ha tenido una risa muy humanizadora.
    La risa nos libera y nos hace mostrar más cómo somos. Todas las risas son importantes pero la más es la de uno mismo.
    Un fuerte abrazo amigo

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