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jueves, 24 de diciembre de 2009

Análisis crítico del nuevo ROC

¡Échame otra reformita!

En educación, la “furia reformista” de los gobiernos de la democracia no cesa: ya van seis leyes orgánicas, seis, en poco más de veinte años, más las innumerables órdenes y decretos autonómicos. Tan pronto la filosofía es obligatoria, como deja de serlo; o hay optativas que aparecen y desaparecen; y lo mismo sucede con los nombres y contenidos de las asignaturas o con los criterios de evaluación y de promoción. Ya de entrada, el barullo de siglas (LOGSE, LOCE, LOE, LEA…) me parece descorazonador. La Consejería de Educación acaba de publicar el borrador de su enésima propuesta reformista para una nueva organización de los IES. Veo dos aspectos novedosos: se otorgan más competencias a la dirección de los Centros (con atribuciones sancionadoras y de contratación de sustitutos -artículos 64 y 65-), y se reorganizan los departamentos didácticos (artículo 74). Creo que no es el momento de reforzar la figura del director, cuando el proceso de elección del mismo ha perdido en representatividad (ya que no es el Consejo Escolar quien lo vota, sino una comisión creada ad hoc y presidida por un inspector) y el número de directores designados a dedo por la Administración (por falta de candidatos) afecta a muchos Centros. La segunda propuesta va a suponer que los dieciséis departamentos didácticos actuales queden reducidos a ocho y que se creen dos nuevos (de innovación y de evaluación). Esto hará que departamentos como el de Dibujo, por citar uno, dejará de existir para disolverse junto a los de Música y Educación Física, bajo el decimonónico epígrafe de “Departamento Cultural, artístico y deportivo”. ¡Qué gran contribución a la mejora de la formación artística de nuestros sufridos alumnos! A partir de ahora, ya no habrá un jefe de departamento para cada una de estas áreas. Lo que, a la postre, significa que, o bien un profesor de Educación Física tendrá que programar contenidos, actividades, etc. de dibujo (¿qué más da una cosa que otra?), o bien que la programación la seguirán diseñando los profesores competentes en cada área pero sin tener ya la reducción de clases que ahora emplean en dichas tareas organizativas. Otro tanto puede decirse de los departamentos de Física, Lengua, Filosofía… Eso sí, respondiendo al clamor de los profesionales de la docencia, se crearán los dos nuevos departamentos antes citados. Resultado: en un centro medio la plantilla se reducirá en un profesor. Lo que, multiplicado por los más de mil Centros de Secundaria de la Comunidad, supone otras tantas plazas de profesor suprimidas. Estos días leemos en la prensa que España incumple todos los objetivos para mejorar el sistema educativo de la UE para 2010, empeorando el nivel de abandono escolar y de comprensión lectora. De modo que, cuando la crisis del sistema arrecia en un país que ya invierte en educación menos que la media europea, no se nos ofrece nada mejor que meter la tijera. Hay tantas cosas que hacer para mejorar sin necesidad de promulgar nuevas leyes. Cosas tan elementales como dotar a las bibliotecas escolares de personal cualificado capaz de sacar adelante planes de la lectura o de instruir a los alumnos en técnicas de investigación (como en Francia desde hace tiempo); o reducir las ratios; o dotar a los Centros con nuevos espacios (como ludotecas) que mitigaran el hacinamiento que algunos padecen; o cubrir las bajas puntualmente; o potenciar la inspección; o facilitar el reciclaje de los profesores sin exigirles que, después de una larga mañana en el Instituto, deban partir sus tardes entre corregir ejercicios, preparar las clases del día siguiente y asistir a cursos de formación. Pero, ¡ay!, ya veo a UGT y CCOO sentados a la mesa de negociación esperando para firmar este nuevo desaguisado, como apoyaron la Propuesta de Calidad y Mejora que por tercera vez han rechazado más de la mitad de los Claustros de Secundaria, a pesar de la gratificación económica que se ofrece a quienes la suscriban. A todo esto, el ministro, que no quiere ser menos, lanza también su ocurrencia. Ahora que todo va tan bien, ¿por qué no incrementar la escolarización obligatoria hasta los 18 años? Si nada cambia, este puede ser el golpe de gracia para un sistema educativo público que llevamos construyendo más de cien años. ¡Cómo se frota las manos la patronal de la enseñanza!

LA VANGUARDIA, 16 diciembre 2009


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