lunes, 13 de diciembre de 2010

¿Se ha vuelto loco Zapatero?


El pasado viernes 25 de noviembre, el Consejo de Ministros decidió conceder el indulto a Alfredo Sáenz, consejero delegado del Banco de Santander, actual número dos del mismo. El indulto se produce en referencia a la condena que le impuso el Tribunal Supremo de tres meses de arresto e inhabilitación, por una denuncia falsa que llevó a la cárcel a las personas que denunció en falso. El gobierno socialista cambia la condena por una multa de 600 a 3.000 euros que lo único que consigue es provocar la risa, ya que el individuo en cuestión cobró el año pasado 9,2 millones de euros (sí, has leído bien). El cambio significa que este señor seguirá cumpliendo con el requisito de “honorabilidad” que exige el Banco de España, para poder seguir siendo ejecutivo del sector financiero y poder, así, embolsarse otra mareante cantidad de millones en los próximos años. Por supuesto, tanto el Santander como la Asociación Española de Banca han manifestado su satisfacción por la decisión. Esto lo hacen los socialistas después de que el Supremo remitiera un escrito al ejecutivo desaconsejando el indulto, cuando el gobierno está en funciones y una vez pasadas las elecciones en las que se descalabraron. Visto esto, no queda otra salida para quienes estimen en algo la dignidad, que pensar que fueron pocos los cuatro millones y medio de votos que perdieron el 20-N. Su alienación, su pleitesía ante los banqueros, no hace otra cosa que dejar muy claro qué les mueve y en qué dirección. Si comparamos este caso con el del granadino Carlos Montes Neiro, quien tras pasarse más de 36 años en prisión sin cometer delitos de sangre, envejece y enferma en la cárcel esperando un indulto que nunca llega, llegamos pronto a la conclusión de que otro gallo le hubiera cantado a Carlos de haber sido banquero. En definitiva, este tipo de decisiones se cargan de un plumazo el principio de igualdad ante la ley y ponen en tela de juicio todo el sistema judicial y penitenciario del estado, centrado en encerrar a las personas que cometen cierto tipo de delitos y que pertenecen a ciertas clases sociales, mientras que pasa por alto otros de mucho mayor calado pero con más “estilo”, que son los que habitualmente cometen los banqueros y, cómo no, sus amigos los políticos. Si quieres verlos, no los busques en la cárcel, búscalos en el cóctel.
CGT-Granada